Además, Nebraska es también el reencuentro entre un padre y un hijo, donde asistimos a esas necesarias dosis de ternura que, al final, los más jóvenes vierten sobre el carácter desgastado de sus progenitores. Unas difíciles relaciones paterno-filiales que, como las aristas de un cubo, buscan cobijo en el silencioso paso del tiempo, pero que sin embargo, se redimen cuando esa otra virtud que posee el ser humano como es la bondad, a veces las doblega. Reencontrarse en este caso es claudicar ante un destino, quizá el final, pero también es hacerlo primero ante uno mismo, para luego poderle dar la mano al otro, como mejor signo de poder descansar en paz y evitar el sempiterno contraste de la soledad al que nos condena el día a día.
Ángel Silvelo Gabriel.