Para las noches de gripe infantil me voy tener que comprar un puff-cama. La noche del miércoles fue infernal. Se nos presentó en casa un súper-virus que de un plumazo tumbó a los 2 niño. Santi vomitaba con cada ataque de tos y Julia tenía fiebre además de estar muy inquieta.
Total, que cuando a la 1 de la mañana constaté que ya había ido 5 veces a la habitación de los niños decidí trasladarme ahí para dormir.
Primero intenté compartir cama con mi hija, pero ella reaccionó apartándome con los pies y diciéndome “vete Mamá”. Lo nunca visto, un niño de 2 años y medio que no quiere dormir con su madre.
Por razones obvias tampoco podía meterme dentro de la cuna con Santi, así que decidí tenderme en un colchón de 1,20 (tamaño cuna) que siempre pongo en el suelo por si mi hija se cae de la cama. Me sentí el perro de Gulliver durmiendo en un camastro liliputiense.
Continuaron los vómitos, los dalsys, los “Mamá agua”, los tapar cada 5 minutos y los cambios de pañal. Estas actividades, por fortuna se alternaros con bonitos episodios de ternura en los que mis peques dejaron que los acunara en los brazos, les cantara nanas y los colmara de mimitos. Cuando amaneció mi marido entró en la habitación, me vio en el suelo, me pregunto cómo estaban los niños y me dijo que “Él había dormido fatal”. Tiene guasa la cosa.
Me levanté con contractura y dedicándole una mirada furibunda a mi cónyuge. Tenía una jornada por delante encerrada en casa con 2 toretes. Porque aunque mis hijos estén pachuchos les va la jarana. Me pasé el día bostezando mientras observaba a los 2 tentetiesos fuertes como robles dándolo todo esparciendo juguetes y expulsando mocos.
Necesito estar preparada para la próxima noche de perros y procurarme una cama algo decente en la que dormir. Me voy a comprar un puff-cama. ¿Alguna de vosotras tiene uno? ¿Algún consejo?
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