Quienes, en mi opinión, deberían examinarse el intelecto y la conciencia son los dirigentes políticos que, como Obama, mienten a sus ciudadanos (la Casa Blanca ha dado cinco versiones distintas del asalto a la residencia de Ben Laden) y ejecutan a sus enemigos sin respetar el derecho fundamental de todo ser humano a ser juzgado por un tribunal independiente.
Los grandes valores están siendo subvertidos y nuestro mundo se torna inseguro y amenazante. Los que se llaman demócratas no suelen respetar las leyes fundamentales del sistema, entre las que figuran la verdad y el respeto a la ley. Aquellos que han sido elegidos por los ciudadanos deben ser ejemplares, modelos a los que la ciudadanía debería imitar, pero muchas veces dan rienda suelta a sus peores instintos y se convierten en corruptos, avariciosos y manipuladores.
Estoy muy orgulloso de que un tipo como Obama pida que examinen mi cabeza. Es la mejor señal de que es él quien debería examinar la suya. Obama, obligado a ser ejemplar por gobernar la primera democracia del planeta, está perdiendo su credibilidad y su prestigio a marchas forzadas, hasta el punto de que la gente ya no sabe ni cuando, ni dónde, ni cómo fue asesinado Ben Laden. Cuando fue elegido, muchos creíamos que emprendería un rumbo diametralmente opuesto al de su antecesor, George W. Bush, que engañó al mundo entero asegurando que en Irak había armas de destrucción masiva y emprendió una guerra contra Sadam Hussein para impedir que utilizara armas terribles que nunca existieron. Pero Obama avanza por la misma senda que Bush, cimentando así una gran decepción de escala planetaria.