Título: La pasión de Enrique Lynch – Necrofucker
Autor: Richard Parra (Comas, 1977)
Editorial: Demipage. Col. Narrativa latinoamericana.
ISBN: 978-84-941089-8-3
Páginas: 167
Precio: 17€
Llevaba esta reseña pendiente desde que, en la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid, adquirí en la Editorial Demipage un tomo con dos nouvelles (en el sentido estricto y respetuoso de la palabra) del escritor peruano afincado en E.E.U.U. Richard Parra. Debo admitir que resultaba todo un extraño para mí, aunque las redes sociales acercan mucho y he podido entrar en contacto con él y compartir algunas conversaciones muy reveladoras. Me congratula que, hace pocos días, haya recibido el premio bienal de ensayo Copé de Oro.
Sin duda estamos ante un escritor magistral en su capacidad de concreción y en su manejo del registro tan variado como desafiante. No puedo negar que llamó poderosamente mi atención el título: Necrofucker que aparecía como un puñetazo a la mandíbula en el expositor. El editor, presente en ese momento en la caseta, me insistió en la calidad del peruano, que no me defraudaría, y en que deseaba conocer mi opinión del texto, bien positiva o negativa, ofreciéndome su correo personal para ello. Con el poco dinero que me restaba del mucho que había gastado en esa feria adquirí el volumen. El verano se complicó en emociones y lecturas, pero terminé las obras a los pocos días. Sirva esta reseña tardía como respuesta a aquel amable ofrecimiento de un editor entregado a la calidad de su autor.
Podría dividir la reseña dedicándome a cada una de las historias pero no lo haré porque sería alargarse. Sí puedo argumentar ciertos puntos en común: se narran con perspectivas muy distintas pero empleando un vibrante y muy intenso tempo, casi vertiginoso, y un experimentado trabajo en la fiabilidad del narrador y la particular puesta en práctica del punto de vista. No busca Parra una novela de evidencias sino de silencios. Tan vital se desvela lo «no-narrado» y omitido que el lector rellena en su sobrecogida imaginación, como la importante crítica social que transmiten ambas piezas, cada una ambientada en un marco histórico muy distinto (la misma década de los ochenta, en el siglo XIX y el XX) mostrando que el progreso es tan sólo una ilusión y que la injusticia caciquista y corrupta continúa cebándose en las clases débiles.
Es la visión de Richard una que no deja demasiadas puertas abiertas a la esperanza en el género humano, ciertamente pesimista, heredera tanto de su propia tradición como de la novela moderna y pesimista de Celine o, incluso y aventurándose mucho, ciertas trazas de Lowry. Aún con un marco innegablemente realista se abre a un mundo imaginativo rico y fértil en la oscuridad del alma, un desgarro donde la crueldad no es más que otro elemento de la existencia como el sexo, la posesión, el dinero, la comida o el sueño. Sus personajes, bailando todos en el lodo y el remolino de alquitrán, resultan aún así arrebatadores y atractivos. Desde la joven pastora que «antes de tener que meterse a puta se dedicaba a la iglesia y a quien el padre Baltarsar iba a enviar a Lima a una escuela para indias» a la joven Wanda, la novia del protagonista de Necrofucker (banda de Metal formada por varios jóvenes rebeldes recién ascendido Fujimori al poder), que «no se ponía freno. Consumía todas las drogas a las que le invitaran. Marihuana, pegamento, coca y pasta». Los arquetipos masculinos no son diferentes. La evolución de su humanidad pasa por la destrucción de la misma, de la amistad y el amor, en un eterno y confuso grito por escapar de un pozo de corrupción, determinismo social y familiar de influencia destructiva extranjera que tampoco es rechazada ni demonizada en la narración, sino que actúa como un símbolo de cómo nos quedamos con los aspectos negativos de las olas que nos llegan.
En definitiva, y como bien reza la información de contracubierta, la civilización sólo puede erigirse a través de la barbarie; sin embargo ¿continúa una civilización siendo civilizada si se construye sobre los mimbres del más puro darwinismo? ¿Existe una salida? Parra desea creer que sí, pero no puede escribir una mentira: la ilusión juvenil y sus deseos de mejora y libertad mental y social pronto quedan sometidos por el peso de la tradición más rancia, la represión del poder, el machismo o feminismo mal entendidos y la perversión de un entorno contra el que venimos, a nuestro pesar, a combatir y abrirnos camino a base de mordiscos y violación, sometimiento del otro y del yo. No hemos cambiado mucho desde la época de las cavernas y, a pesar de nuestra música, cultura, refinamiento y tecnología, no parece que vayamos a emplear tales avances ilustrados sino para mantener un status quo de preponderancia del que mejor hiere.
Si nos fijamos en el estilo deberíamos destacar la importancia de la concreción, la defensa de la novelita que no se extiende más allá de lo debido, incidiendo en el tema como sólo los mejores narradores saben hacerlo, sin tapujos ni artificios. Unas pocas oraciones efectivas sirven para conectar con el lector y describirle con eficacia el entorno, la psicología de los caracteres y el conflicto. Los capítulos recuerdan casi al cuento hiperbreve, al destello fotográfico bien entendido, con brillantez propia de un conocedor de su oficio que tiene muchísimo que ofrecer.
La edición es sencilla: letra de enorme tamaño, clara. Cubierta en cartulina azul rugosa sin solapas ni otra ilustración salvo ambos títulos en tipografía gruesa y blanca. Papel de buena calidad. Un trabajo diferente, sobrio, que pretende centrarse en la calidad literaria de su interior y no en un llamativo reclamo publicitario. Libros para las personas que desean leer de verdad y los compran para ese viaje por la buena literatura.
Sin duda, dos piezas impresionantes que me han hecho muy feliz haber invertido ese último dinero en aquella caseta de la Feria del Libro de Madrid.