Necrópolis del Cerro Colorado, Villatobas, Toledo. Incineración en el Centro de la Península. ( y II)

Por Pablet

3. La necrópolis y su poblado
.La dispersión de los materiales de superficie en el entorno de Cerro Colorado presentaba unas características bastante comunes a las de otros yacimientos de la región descubiertos entonces y otros conocidos anteriormente. Esta dispersión ponía de manifiesto el aprovechamiento de las cabeceras de los arroyos de la comarca desde el inicio de la Segunda Edad del Hierro, y la continuidad del hábitat en las inmediaciones hasta prácticamente nuestros días.
Este poblamiento conformaba, no obstante, lo que se conoce como estratigrafías horizontales, ya que los asentamientos de las distintas épocas no se disponen exactamente unos sobre otros, sino que en los distintos períodos se desplazan ligeramente, siempre a favor de la corriente del cauce de agua.
Como mostramos en las figuras en las que se cartografían los alrededores de Cerro Colorado y Esperillas, ambos asentamientos se disponen en las cabeceras de pequeños arroyos, en cuyas inmediaciones se disponen las correspondientes necrópolis, apenas separadas de los poblados por unas decenas de metros. En el caso de Las Esperillas se aprovecha un altozano y una pequeña vaguada, para diferenciar el cementerio del núcleo de población.
 La necrópolis se dispone el sur del poblado. En Cerro Colorado el emplazamiento de la necrópolis con relación al poblado es similar, en el extremo Sur, e igualmente aprovechaba una pequeña loma rocosa que hoy casi ha desaparecido por efecto de las labores agrícolas, de modo que apenas destaca en el paisaje. Los asentamientos romanos se disponen en la misma ubicación que los anteriores pero ligeramente desplazados hacia el Norte en Las Esperillas y hacia el Suroeste en Cerro Colorado.Secuencias similares ilustramos en el Valle del Cedrón, en el borde Suroeste de la Mesa de Ocaña, en lugares como Melgar (Villasequilla) en los que el asentamiento del HII se desarrolla en torno a una pequeña colina, y el romano se desplaza hasta el borde del cauce de agua.
 Más tarde surgirá un núcleo musulmán al amparo de un castillo que se elevará en lo alto de la colina. Esta secuencia es muy parecida a la Montealegre (Villatobas), aguas arriba del arroyo llamado ahora de Testillos, aunque aquí el yacimiento del HII se levanta al Sur del arroyo, mientras que el romano lo hace enfrente, al otro lado del arroyo, y el medieval aprovechó una lengua elevada sobre el arroyo para instalar una atalaya, y el poblamiento se dispuso al Norte, a continuación del romano, alejándose del cauce arroyo.Estas situaciones se repiten en casi todos los ejemplos de yacimientos en llano del período arcaico del Hierro II en la Mesa de Ocaña y son extensibles al menos a las tierras contiguas de la Mancha Alta conquense, en donde el yacimiento de Las Madrigueras responde al mismo esquema.
Aunque desconocemos si existe un asentamiento medieval, en Las Madrigueras, la necrópolis se halla en este caso en el extremo Norte del poblado, el cual creció junto al arroyo Valdejudíos, mientras que el asentamiento romano se levantaba a continuación, hacia el Sur, aguas arriba del arroyo.Una característica común a todos estos lugares son los escasos accidentes del relieve que no permiten sospechar la existencia de antiguos recintos defensivos, los cuales a lo sumo pudieron existir en lugares como Melgar, de escasa defensa natural y que sólo contempló la erección de un pequeño castillo en tiempos medievales.
 Estas razones nos llevaron en su día (Urbina 1997 y 2000) a englobar este tipo de yacimientos dentro de una de las dos categorías existentes para los asentamientos de la Segunda Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña. Los datos con que contábamos entonces inducían a encuadrarlos entre los más antiguos de este período, netamente diferenciados por cronología y tipología de los recintos amurallados.
Creemos que las líneas de investigación futuras para este tipo de enclaves, deben orientarse a determinar si los yacimientos en llano, que denominaremos yacimientos arcaicos del Hierro II, arrancan desde fases anteriores a la llegada del torno en la mayoría de los casos, y entonces no serían más que ejemplos de yacimientos del Hierro I en los que se generalizan los productos a torno, o bien valorar el alcance de las tentativas que sabemos que existen con respecto a los porcentajes de yacimientos del Hierro I del tipo enclave D de Arroyo Culebro, o incluso Las Camas en Villaverde (ambos en Madrid) que desaparecen antes de la llegada de los productos a torno, frente a los enclaves del tipo Cerro de los Encaños (Villar del Horno, Cuenca) o incluso Palomar de Pintado (Villafranca de los Canballeros), en los que se mantiene el poblamiento desde el Hierro I hasta al menos los inicios del Hierro o incluso sus fases más avanzadas.4. La necrópolis en el contexto cronológico del Centro de la Península.
Las necrópolis
La necrópolis de Cerro Colorado viene a añadirse a las ya conocidas anteriormente en la zona, como Madrigueras, Esperillas o Palomar de Pintado como ejemplo de cementerios en los que si implanta el rito de incineración y se popularizan las producciones cerámicas a torno. Las cronologías publicadas hasta la fecha por los excavadores de estas necrópolis nos llevan al siglo VII aC. en Las Madrigueras (Almagro, 1996), el mismo siglo o un momento anterior para algún enterramiento de Las Esperillas (García Carrillo y Encinas, 1990a), e incluso al siglo IX ó X para un ejemplar de incineración con presencia de hierro de Palomar de Pintado (Pereira et alii, 2003). 
A ellos podríamos añadir la necrópolis de la Edad del Hierro de Santa María, en Villarejo de Salvanés, pendiente de publicar, la mención de una fíbula de pie levantado de origen fenicio anterior al 450 a.C. en la supuesta necrópolis del yacimiento en llano de Los Villares de Ocaña (Urquijo et alii, 2001) de donde procedería también una espada corta (Peces, 2000).La habitación en los poblados correspondientes a estas necrópolis se iniciaría momentos antes del inicio de la Segunda Edad del Hierro, como bien se expresa en los niveles de o la llegada de los productos a torno, pero un cierto período de tiempo después del momento cronológico que expresan las necrópolis con urnas exclusivamente a mano, de las que son buenos ejemplos en la región 
El Mazacote, en Ocaña, excavada en los años treinta (González Simancas, 1934) y recientemente destruida por unas obras en la localidad, o la necrópolis del yacimiento D de Arroyo Culebro (Penedo et alii, 2001) y la de Arroyo Butarque (Blasco y Barrio, 2001-2). Estos poblados serían precisamente la expresión de los cambios en los patrones de asentamiento producidos con respecto a la etapa anterior del inicio del Hierro Antiguo.
La Segunda Edad del Hierro, desde esta perspectiva, comenzaría con las necrópolis que estamos analizando, tras producirse un cambio en los patrones de asentamiento en un horizonte aún de exclusividad de las cerámicas a mano, pero en el que ya se ha generalizado el rito de incineración y la agrupación de los enterramientos en necrópolis: Mazacote, Arroyo Culebro y Arroyo Butarque.Si atendemos al indicador crono-cultural que definen los patrones de asentamiento, el Hierro I correspondería a una fase de transición en la que perviven aún elementos del Bronce Final. El Hierro II comenzaría con el cambio de patrón asentamiento caracterizado por la fase cronológica de las necrópolis que analizamos, que arrancan con productos a mano del Hierro Antiguo y perduran hasta horizontes del siglo IV aC. determinados por la presencia de cerámicas áticas. 
Tras esta fase arcaica se produce un significativo cambio en los patrones de asentamiento con la emergencia de los recintos amurallados, que tanto podríamos denominar Hierro III, como fase plena del Hierro II, por contraposición con la anterior o arcaica y la posterior en la que se produce la llegada de los romanos, fase tardía.Sobre la base de los resultados obtenidos en la necrópolis de Las Madrigueras, el joven M. Almagro Gorbea pretendió establecer dos momentos cronológicos, facies u horizontes culturales que fueran extensibles a toda la región, denominándolos Carrascosa I y Carrascosa II, y que en el fondo quería representar las fases del Hierro I y HII, de predominio de cerámicas a mano y a torno, respectivamente.
 En anteriores publicaciones (Urbina, 2.000) ya expresamos las dudas que el propio registro introduce en esta construcción, que responde más a criterios interpretativos propios de la época en la que se realizó la excavación, que a deducciones objetivas; práctica que, por otro lado, era y es común a la mayoría de los estudios arqueólogicos, puesto que es en extremo difícil afrontar la interpretación de los datos de campo sin que los paradigmas imperantes jueguen un importante papel en la traducción de los mismos. De todos modos en Las Madrigueras se realizó un importante esfuerzo por conjugar los datos tipológicos con los cuatro niveles estratigráficos detectados.
La necrópolis de Las Esperillas podría haber servido para matizar los horizontes cronológicos establecidos, pero desgraciadamente, de un lado las características del sitio, ya que al realizarse los enterramientos en las oquedades de la roca impiden cualquier consideración estratigráfica, y de otro la publicación y estudio más que parcial de los materiales y de la relación del cementerio con el poblado (nunca se llegó a publicar que el poblado se encuentra en las inmediaciones de la necrópolis), apenas sirvieron para aportar un interesante conjunto de cerámicas a mano con decoraciones incisas y a peine (García Carrillo y Encinas, 1990a).Aunque ya en las llanuras manchegas, la necrópolis de Palomar de Pintado en Villafranca de los Caballeros es otro ejemplo de un registro parcialmente publicado a pesar de que han transcurrido ya veinte años desde que se iniciaron los trabajos en ella (Carrobles y Ruiz Zapatero, 1990; Carrobles, 1995; Pereira et alii, 2001 y 2003, y Ruiz Taboada et alii, 2004). 
Recientemente se ha intentado establecer ciertos momentos diferenciados o fases crono-tipológicas, con los materiales de la necrópolis de Palomar de Pintado, apoyados en dataciones radio-carbónicas, que nos sirven para desarrollar un comentario crítico al respecto.El debate sobre las fechas de C14 es ya relativamente antiguo, pero está lejos de cerrarse. A las dificultades que desde el punto de vista técnico hay que añadir para el período de casi todo el primer Milenio aC., se añade que la recogida de muestras en los yacimientos se viene realizando un tanto al azar, y pocas veces va acompañada de un muestreo predeterminado (selectivo, acumulativo, etc.) con el fin de resolver incógnitas del yacimiento. 
Sin duda, que el precio de los análisis ha jugado un importante papel al condicionar siempre al arqueólogo ha obtener los mayores resultados con el menor número de muestras posible. A pesar de ello y de nuestros limitados recursos, en Plaza de Moros comenzamos por realizar dos muestras sobre el mismo fragmento de madera quemada que dieron unos resultados sorprendentes y decepcionantes, pues había entre ellos más de tres siglos de diferencia (Urbina et alii, 2004). Pero más decepcionante aún fue comprobar cómo no existen paralelos de este procedimiento en la bibliografía consultada, algo que considerábamos básico para establecer un punto de confianza en el método. 
Sorprendentemente, tampoco se encuentra explicado en las publicaciones con fechas radiocarbónicas lo que podríamos llamar el protocolo de recogida de muestras, algo que, sin embargo, los laboratorios consideran de vital importancia: la altura a la que se recoge la muestra, si es un depósito sellado a no, las posibles fuentes de contaminación del estrato, como hormigueros, madrigueras de ratones, conejos u otros animales, existencia de raíces, manipulación posterior de la muestra, etc.Decimos esto porque es frecuente que varias de las muestras analizadas acaben descartándose por los investigadores, aduciendo contaminaciones del estrato y otras razones similares, Así ocurre por ejemplo, en Palomar de Pintado con la muestra de la tumba 30, que con fechas del siglo III aC. se desecha tras una “revisión que permite comprobar una alteración estratigráfica”. 
Llama la atención en todos estos casos (muy abundantes en la bibliografía con fechas radiocarbónias), que las alteraciones estratigráficas se constatan siempre a posteriori, cuando la fecha aportada por el análisis no encaja en el esquema preestablecido, cuando lo lógico sería realizar el análisis estratigráfico detallado en busca de alteraciones del depósito antes de tomar la muestra, y ahorrarse así el coste de un análisis que no servirá para nada de todos modos.
La impresión, es por tanto, la de que las fechas de C14 no son utilizadas desde unos presupuestos realmente científicos, sino que se usan como un comodín en los esquemas tipológicos o preconcepciones de los investigadores, que las utilizan o desechan a placer, y volviendo a Palomar de Pintado (un ejemplo más, insistimos, entre los muchos existentes), se observa como la muestra de la tumba 76 que aporta fechas del siglo XI al IX aC., es acogida sin reservas a pesar de que se asocia a un objeto de hierro, precisamente porque: “Este objeto de hierro se convierte en uno de los más antiguos de la Meseta...” (Pereira et alii, 2003:164).
Un sencillo gráfico que muestra el intervalo cronológico en el que podrían situarse las muestras analizadas (excluidas aquellas de cronología más tardía) con una probabilidad del 95%, pone de relieve las dificultad que existe para establecer una secuencia con fases cronológicamente escalonadas en los enterramientos de la necrópolis.Así las cosas, habremos de conformarnos por el momento con establecer secuencias tipológicas y tomar las dataciones absolutas como referencias genéricas, al tiempo que deberían diseñarse programas de actuaciones arqueológicas que no se orienten a los yacimientos con materiales más espectaculares, sino a la resolución de interrogantes, como pueda ser la excavación en los poblados a los que corresponden algunas de estas necrópolis.
Los materiales de esta necrópolis están en proceso de estudio en este momento, por lo que parte de las características que aquí apuntamos se verán alteradas por los exámenes futuros. En concreto, al presente se han realizado análisis metalúrgicos de los objetos de bronce y se ha acometido la completa restauración de los restos metálicos, entre los que se están descubriendo piezas singulares de gran interés. 
Por lo que respecta a los recipientes cerámicos, tan sólo se han restaurado 6 de ellos, lo que no nos permite realizar precisiones sobre la decoración del resto, ya que en esta zona las vasijas aparecen con un gruesa costra de caliza que oculta la pintura. Del mismo modo, estamos pendientes de conseguir la financiación adecuada para realizar un estudio de ADN sobre los restos óseos de los más de 60 enterramientos exhumados, lo cual aportará sin duda unos resultados de enorme interés para el conocimiento de estas poblaciones.
Artículo sobre la arqueologia en Villatobas, prestado para el blog de Guijarrito por Dionisio Urbina, arqueólogo jefe del yacimiento "Plaza de Moros"
Fuente del artículo : http://guijarrito.blogspot.com.es/2009/11/la-necropolis-del-cerro-colorado.html