El TAC sí detectó, sin embargo, una fractura en la rodilla izquierda que hizo pensar en un accidente de carro, y constató la ausencia del esternón y de buena parte de la cavidad torácica, incluido el corazón, esencial para sobrevivir en ultratumba. Habrían sido extraídos durante el embalsamamiento, pero ¿con que objetivo? Carter creía que aquel embalsamamiento no era canónico y describió la momia como “despojo carbonizado”. Ser víctima de una combustión espontánea, fruto de una chapuza, explicaría las quemaduras que observó: una posible prueba más de que Tutankamón no recibió el trato que merecía, lo que confirmarían las llamativas características de su tumba. ¿Por qué, a pesar de su condición real, para aquel joven de 19 años se improvisó una demasiado pequeña, con pocos jeroglíficos y un montón de objetos acumulados de forma caótica? No parece diseñada para un faraón. Además, a éste le cortaron los dedos para que encajara en el sarcófago. Y unas manchas marrones, microbianas, evidencian que se decoró con prisas, y había humedades al no secarse bien la pintura.
La egiptóloga Melinda Hartwing opina que el apresuramiento fue culpa de alguien cercano. Acaso de Ay, el visir que aparece en la imagen de la ceremonia de apertura de la boca. Tutankamón había nombrado a otro sucesor, Horemheb, pero estaba luchando en Siria, por lo que Ay pudo aprovechar el vacío de poder para reclamar el trono. Así, se casó con la viuda de Tut y ejerció como faraón cuatro años, hasta su muerte. Su sarcófago es bastante más espacioso y mucho más decorado que el de su antecesor. En este punto aparece la idea de las tumbas cambiadas: tras enterrar a Tutankamón rápidamente y sellar su enterramiento para que Ay se hiciera con su trono, lo condenaron a una eternidad de insignificancia. Pero por un capricho del destino su cámara funeraria ha sido la única del Valle de los Reyes en permanecer casi intacta.
Entre las numerosas hipótesis sobre el faraón niño, no podía faltar una concentrada en la mascara dorada. Los remaches que exhibe prueban que cara y tocado fueron hechos por separado; aparte, los lóbulos de las orejas están agujereados y sólo mujeres y niños llevaban pendientes. De ello podría deducirse que, aunque colocaron su cara encima, la mascara no debió diseñarse para Tutankamón, sino para una mujer. Varias voces señalan a su madrastra: Nefertiti.
Esto enlazaría con una reciente tesis del egiptólogo Nicholas Reeves. Tras examinar imágenes en alta resolución de la tumba, descubrió grietas artificiales en los muros que podrían explicarse por la presencia de dos puertas disimuladas: una, al oeste de la cámara funeraria, llevaría a un pequeño almacén inexplorado parecido al anexo; la otra, al norte, a otro enterramiento por descubrir, el del propietario original del sepulcro que se readaptó para el joven faraón, y que no seria otro que Nefertiti. La puerta al tramo oculto y al enterramiento de la reina en la pared, al otro lado de donde se halla el sarcófago del faraón, tras las pinturas de la ceremonia funeraria de éste que Reeves reinterpreta: el faraón muerto no sería Tutankamón, sino Nefertiti, y el oficiante de la ceremonia de apertura de la boca no sería Ay, sino Tutankamón, que la habría sucedido. Sería bonito que los dos grandes iconos de Egipto, que fueron familia y compartieron corte, compartiesen también la vida de ultratumba. Dar con la momia de Nefertiti sería el mayor hallazgo de la egiptología tras el de Tutankamón.
Fuente del texto: Muy Historia Nº 69
Fuente de las imágenes: wikipedia, el mundo.