Ello, la sorpresa, se debe a que con Zúñiga aprendí que los sentidos despiertan con el llamado correcto, y en eso Ricardo Martín hizo un muy buen trabajo de taller con ella: el texto es la creación de posibilidades personales inéditas, que pudieron afinarse más…Es una obra que no descuida el continuismo: cada detalle, es como el ajedrez y recordemos que en ese juego, uno no se mueve sin propósito determinado, o sin saber hacia dónde nos dirigimos o, porque está en ese lugar y se mueven con un delicado trazo psicológico que desglosa un mundo que, no identifico como necesariamente patriarcal sino como algo que todos hemos vivido…Sobre el libroEl libro se adapta, o más bien es un rompecabezas, ordenado y unido por algún tipo de asociación que por concatenación, deducción o conclusión psicológica cuadra y une las piezas o fragmentos de la obra y vida de un personaje extraño a sí mismo, que un día cualquiera; porque el pasado siempre no señala sin importar qué, y casi siempre lo hace cuando menos estemos preparados, irrumpe desde su propia visión y memoria, pasando de ser prepotente, malhumorado, tirano y maniático, a un hilacho que frente al espejo de la muerte se vuelve común y corriente, pedazos quedan de una vida vivida más que nada desde el punto de vista de la violencia de género, en la que, pese a ser el agresor, siempre se es la víctima; justificando la agresión como un tipo de defensa, es decir que existe una ficción entre lo escrito y lo que se lee…Prudente, metódicamente elaborado, la autora encara sus propias dudas de forma soslayada, denunciando de forma concreta que ese quien llamamos en la sociedad anterior a la nuestra el proveedor, su esposa andamio, y el bigote quebrado por su ceño fruncido a punta de su propia furia interior, que no sabe querer, no pasa de ser aquello que olvidamos fácilmente para que no nos haga más daño…Sobre el libro… Me limito a ser lectora. Ella a ser escritora; Por tanto, mi crítica es eso, una lectura que tiene claro que Ricardo Martín y Francisco Zúñiga decían lo mismo: ningún escritor debe tener un Lector amigo, y menos un crítico amigo, y el buen escritor sabiendo eso, por su casa empieza: el ritmo interno, que aparece casi sin que nos demos cuenta, es un vals que en los no pocos momentos generalmente dolorosos, agobiantes, u oscuras como una película subexpuesta, ilumina las maneras precisas en que los individuos adquieren de repente un vago conocimiento, cierta felicidad, que parecen devenir de la caída de una especie de barrera entre la vida y quien la vive. Se trata de una suerte de anulación, aunque sea parcial, del yo, que evoca la que se produce según las filosofías orientales en el momento de la iluminación. Salvando las distancias, también recuerda al noumeno de Kant, aunque en estos casos el fenómeno no estaría asociado a un pasaje por los sentidos sino más bien por el pensamiento.Todo lo que tendría que decirse está dicho… A mí, porque siempre me han dicho que no sé de literatura, sobre todo costarricense, no me es fácil que me entren este tipo de textos, y creo que tiene buenas bases para cosas mayores y mejores. Mi recomendación para la autora seria que cuide un poco más la economía de lenguaje, el libro termina mucho antes pero existen cosas que no se explican: se entienden con una mirada; porque es ineludiblemente cierto, que muchos son los llamados y pocos los escogidos…Dlia McDonald Woolery
Escritora y poeta afro/costarricense