Cuando el oficio de periodista empezaba a tener repercusión y las grandes cabeceras de todo el mundo se hacían la guerra, el periodismo, sin querer saberlo, estaba metiendo los pies en las pantanosas aguas del género gonzo que tanto debió a Thompson. Pero mucho an
Por suerte, las apariencias engañan y las instantáneas que hoy se conservan de Nellie Bly nos sirven para ponerle rostro a una voz aventurera dentro del panorama periodístico de inicios del siglo XX. Muchas son las hazañas que tiene esta periodista en su haber después de superar el récord de Phileas Fogg al dejar la marca en 72 días. Le bastó con coger las maletas y llevar lo puesto, un par de mudas en el bolso y el apoyo económico de Joseph Pulitzer, por entonces director de The World, cabecera para la que trabajaba Bly. Aunque en el reportaje que de verdad mostró su valía fue en Diez días en un manicomio, donde narra el proceso de infiltración en el sanatorio de Blackwell —por entonces uno de los más importantes— desde que Pulitzer mantuviera una primera conversación con ella sobre el tema hasta conocer todas las injusticias que los cuidadores procuraban a los internados.
El libro, una suerte de ejemplarizante relato en carnes propias escrito por una mujer con corto bagaje vital, nos traslada a una sociedad estadounidense llena de tópicos de los que se sirve, apropiadamente, la escritora. Bly comienza a narrar su reportaje de inmersión desde su nervisiosismo inicial al conocer el encargo, sus primeras ideas a la hora de actuar, su actitud, etc. En el fondo, su intrépida aventura nos desvela un periodismo sano y recién nacido, comprometido con la sociedad y los desfavorecidos aunque no exento de morbo. En su devenir de institución a institución, empezando por una pensión hasta acabar en el más famoso y peligroso de los manicomios de la fecha, la periodista va forjando amistad y sintiendo compasión por esos seres de los que llega a compadecerse por los escandalosos tratos que reciben. Tras la publicación del reportaje el país prometió dedicar cada año mil millones de dólares más a las instituciones psiquiátricas. Puede que eso haya cambiado desde la fecha.
La periodista Nellie Bly, caricaturizada por la ilustradora americana Ann Shen.
Pero lo que no ha cambiado con el tiempo es el espíritu de su legado periodístico que ha sobrepasado las barreras temporales e incluso ha servido de referencia para algún formato televisivo que otro. Tal es el caso del conocido programa de la cadena de televisión Cuatro 21 días, en el que en sus inicios, Samanta Villar se dedicaba a sumergirse en una realidad concreta durante 21 días. El resultado es una mezcla de morbo, sinrazón y sobreactuación que desemboca en la antítesis del periodismo que proponía
María José Gata