Nemat Safavi es un chico que espera la muerte en una maloliente prisión iraní.
Ha sido condenado a la horca por ser homosexual. Salvo su familia y sus amigos, nadie lo conoce. No hay fotos de él. En realidad no se sabe tampoco a ciencia cierta cuántos años tiene. Quizá diecinueve o veinte. Fue detenido con dieciséis por amar a otro hombre.
Hoy Nemat no tiene quien le cante ni quien organice un festival para pedir su libertad. Su caso pasa prácticamente inadvertido para el mundo y los esfuerzos de algunos por hacer presión para que las autoridades iraníes lo dejen libre o, al menos, lo expulsen del país, parece que caen en saco roto.
Otros perseguidos tienen más suerte. Quizá porque están más cerca de nosotros, quizá porque con ellos nos sentimos más culpables, quizá porque son más mediáticos o han sido reconocidos por su trabajo de resistencia. Ellos tienen una Plataforma de Apoyo. ¡Ah, una Plataforma! Es una palabra muy bonita y es importante tener una Plataforma en la que apoyarse. A Nemat la única plataforma que lo aguarda es la del patíbulo.
No es, eso seguro, porque tengan más razón que Nemat. Eso no. La razón está también con Nemat. Pero Nemat no tiene la fuerza porque es un ser anónimo, anodino, desconocido.
Nemat no quiere morir. Nemat no ha hecho una huelga de hambre, Nemat tiene un pasaporte que, para su desgracia, dice que es de Irán, pero no le dejan usarlo. Nemat nunca se preocupó por luchar contra un régimen medieval porque es muy joven y no ha tenido tiempo.
Nemat solo quiere vivir y amar como sabe hacerlo.
Pero Nemat todavía no ha conseguido que los dioses se fijen en él. Esos dioses que todo lo pueden con solo fijar su vista en alguien, el un objetivo, en una causa. Los dioses son caprichosos, como el cardumen plateado que se mueve a rápidos bandazos haciendo brillar el mar allá por donde pasan, deslumbrando a quienes lo contemplan.
En quince días los dioses se juntan y son capaces de organizar un festival y recoger firmas y atraer a todos los medios de comunicación para que pongan la luz de sus focos sobre el problema que ellos quieren denunciar. Y el problema se hace un problema de todos. Porque nos escuece en el subconsciente colectivo nacional.
Ahora los dioses están con otro problema, no con el de Nemat. Por eso Nemat se pudre en una celda oscura sin que un simple rayo de luz le alcance.
¿Cuándo se fijarán los dioses en Nemat?
¿Cuándo le organizarán un festival en esa ciudad en la que yo quisiera vivir?
¿Quién cantará a Nemat?
¿Habrá que esperar a que su cuerpo cuelgue de una grúa a veinte metros de altura para que lo dioses se echen las manos a la cabeza?
Me resulta imposible de comprender cómo el lobby homosexual, tan poderoso en el Olimpo de los dioses, aún no se ha fijado en Nemat.