Nerea. O Naiara, Pau, Ramón, Paula.....
Nerea García, de veintidós años, desde muy pequeña escribe casi todos los días en su diario, es una manera como otra cualquiera de pasar unos minutos frente al espejo, mirándose, soñando, sincerándose, haciéndose compañía. Hoy escribía....
Hoy, abuela, me he acordado de ti. Estábamos en la puerta de la embajada de España en Londres, protestando porque no vamos a poder votar el día veinte, no nos dejan, todo son trabas para los que como yo tuvimos que dejar nuestras casas, nuestra familia para intentar sentirnos útiles, y nos fuimos a trabajar fuera.
Aquí el tiempo pasa a toda velocidad, cuatro años ya desde que llegué a Londres, he cambiado tres veces de casa, bueno, mejor dicho de habitación. Hoy la casa, en la que comparto habitación con una chica de Murcia, parece la ONU, somos ocho, tres españoles, un italiano, un hindú, dos de Méjico y una griega. ¿Sabes? Después de salir del trabajo nos vamos un grupo de españolas al centro comercial, no tenemos dinero para comprar cosas, pero se está caliente y no nos mojamos cuando llueve, casi como aquel grupo de mujeres recién llegadas del pueblo a la ciudad, a servir, que se reunían en la boca del metro para calentarse, ¿de qué te suena?, Tampoco hemos avanzado tanto, tú en la boca del metro y yo en el centro comercial.
Mientras estoy escuchando a un chico de Málaga que, megáfono en mano, habla del voto rogado, o robado, me vuelven a la memoria las imágenes, la cantidad de veces que he subido contigo la cuesta que nos llevaba al colegio de los 'votos'. Al principio en el carrito de paseo, luego de la mano, más tarde eras tú quien te cogías de mi brazo, y es que esa cuesta cuesta subirla, la misma que yo subía todos los días camino al colegio....Con la mano derecha te apoyas, te agarras a mi brazo, en la izquierda sujetas, como si fuera un tesoro, el sobre con tu voto. Hace años, a paso ligero, últimamente con la respiración acelerada, -se hace cada vez más dura la cuesta-, pero nunca has introducido el voto después de las nueve y cuarto; haga calor, llueva o nieve, nunca has llegado a la cita después de esa hora.
También hemos pasado juntas las noches electorales, quizás sea por aquello de 'la familia que vota unida, permanece unida'. Una de ellas, mientras daban los primeros sondeos a pie de urna, -tendría yo siete u ocho años- te pregunté: ¿abuela, los nuestros nunca ganan? , tu sacaste tu sonrisa pilla, me miraste diciendo, "hija mía, por lo menos lo intentamos, y ten por seguro que ganaremos algún día".
Hace dos semanas me enviaron desde Cádiz un libro, ' Viaje al centro de mis mujeres' de Alicia Dominguez. Un libro de mujeres fuertes, de historias de lucha y resistencia, de mujeres que no se arrodillan ni para fregar suelos, y te vi a ti. Te vi a la puerta de la cárcel de Uclés, esperando para ver a tu padre y hermanos, o saliendo a recibir al abuelo en las huelgas, o cuando fuiste a la Dirección General de Seguridad a por el tío, cuando le detuvieron. Te vi criandonos a los nietos, dando parte de la pensión a tus hijos cuando se quedaban en paro...., te vi a ti.
Esta vez no podré ir a votar, pero vota por mi, sube de nuevo la cuesta que lleva al colegio, agarra con fuerza tu voto, con la mano izquierda, que nadie te lo quite, que nadie te lo cambie, vota como has votado siempre, con el corazón.
Bueno, ya es viernes, dieciocho de diciembre, es tarde y tengo que trabajar, seguimos mañana.