Neruda— Camarada Pablo Neruda, ¿presente?

Publicado el 29 septiembre 2016 por Maresssss @cineyear

Perdonad la redundancia en el título, pero no he podido evitar acordarme de esas emocionantes imágenes del funeral de Pablo Neruda pocos días después del golpe militar, cuando el silencio solo se rompía por la exclamación 'Camarada Pablo Neruda, ¡presente! Porque el escritor chileno era mucho más que un poeta, fue un símbolo para el pueblo chileno, sobre todo para las clases más desfavorecidas, quienes veían en él, la persona capaz de expresar el sentimiento social de toda América Latina.

Mucho mejor que yo, lo sabe Pablo Larraín, director chileno de la obra, que deslumbró recientemente con El club, para mí una de las grandes películas de los últimos años. Por ello, siento cierto desconcierto con Neruda y las pretensiones del realizador al narrar una historia a través de su figura cuanto menos, atípica y enigmática; que es la forma fina de decir extraña, y de difícil comprensión. Ahora bien, no cabe duda de que Larraín lo ha hecho así con toda la intención, ¿es un acierto?

Digo atípica y enigmática porque de Neruda tenemos al poeta, su lirismo, y el momento en el que tuvo que exiliarse de Chile a finales de los cuarenta, momento en el que escribió Canto General, su obra de carácter social y político más emblemática. A partir de esto, la historia se desarrolla por unos cauces que tienen más que ver con la propia poesía que con el tratar de narrar unos hechos concretos, algo que requiere de una visión amplia de miras por parte del espectador si se pretende llegar vivo al final del metraje.

La valentía del director radica en la huida de la glorificación del poeta, a quien muestra banal y contradictorio como cualquier persona, y lo hace a través de un relato que constituye un amalgama de géneros y estilos cinematográficos que van del surrealismo al cine negro, todo unido a través de 'el perseguidor' Gael García Bernal, quien interpreta al policía tras el poeta en su viaje hacia el exilio.

Lo sé, es mucha palabrería para dar una visión de una película de la que esperaba algo más, o quizás algo diferente. Tiene momentos sobresalientes, no muchos pero los tiene. Por desgracia, y a pesar del talento de Larraín, creo que esta vez se ahoga en un exceso de lirismo que no acaba de cuajar en un final un tanto descafeinado. Seguro que habrá quien sea capaz de ir más allá y descubrir una belleza en todo esta fábula que, al menos a mí, se me escapa.