Nuevo curso, nuevos proyectos, nuevas etapas y nuevos retos, pero sobre todo muchísima ilusión y muchísimas ganas por dar lo mejor de mí. Tras dos años duros de siembra, toca empezar a recoger la cosecha, una cosecha que ha sido cultivada con mucho tesón y en ocasiones con mucho sufrimiento, pero que al final llega.
Ser madre es el mayor proyecto en el que en mi vida me he embarcado, el más difícil, el más apasionante y también el más ilusionante, cada hijo que Dios te da, es un reto, es una nueva oportunidad para ser mejor persona, para aprender que sirviendo a los demás se es inmensamente rico en alegría, porque no hay mayor sensación que dar a los demás y lograr que sean felices.
En una sociedad que se habla de conciliar, cuando todos sabemos que es una palabra vacía, hueca, una gran mentira.
Las madres nos vemos obligadas a utilizar ese famoso discernimiento del que hablaba Sigmund Freud, aprender como aquel gorila que con un palo enjaulado tenía que ser capaz de coger la mano de bananas, así de triste, enjauladas en nuestra jaula de cristal de la liberación de la mujer, que es más esclava que nunca: Esclava de su cuerpo, de su profesión, de su tiempo libre, y del éxito. Lo más triste, es que de esa jaula se sale, y se sale con amor, con entrega y con dedicación a esos aspectos de la vida realmente importantes, a esas personas que forman parte de ti y que conforman tu día a día, tus hijos, tu marido o pareja, tu familia, tus amigos y amigas, tus compañeros y compañeras de trabajo o profesión.
Así que entre risas, nervios y con mucha ilusión, en esta humilde familia, llena de defectos como la que más afrontamos este nuevo curso, sabiendo que la Reina de los Mares, nuestra Virgen del Carmen, nos cuida y nos protege, y todos los que ya tenemos allí arriba.
¡Vamos a por un nuevo curso! ¡Comienza el nuevo reto!