En principio, parece que Néstor no tuvo mejor idea que nacer el mismo día que San Martín para escándalo de los que lo odiaron o bien se transformaron en ex-kirchneristas y cumpliendo con la imagen de la mujer despechada, mandan a defenestrar y a destruir todo lo relacionado a su pasado que consideran ahora oprobioso. Perón en su momento también había buscado la oportunidad de construir una suerte de continuidad con San Martín, sobre todo en 1950 cuando se declaraba el centenario de la muerte del prócer más solicitado por los gobernantes de Mitre a la actualidad. Sin embargo, hay una diferencia: Néstor es comparado cuando ya pasó a la posteridad, cuando es un mito. Néstor Kirchner se convirtió en mito porque cumplió con los requisitos que la Historia le asignó, lo dejó a medio camino y evitó que su imagen se embarrara y se volviera contradictoria con el paso del tiempo. Néstor, como Evita, el Che o Hugo Chavez, se transformó en mito porque pasó a la posteridad en su mejor momento político, que es precisamente un momento inesperado, una cachetada para la realidad y la coyuntura. Preso de las pasiones de la época, (como pasó con las figuras antes mencionadas) se lo venera o se lo condena, se hilvanan historias conspirativas relacionadas a su deceso mientras que por el lado de los apologistas construyen un relato que explica, también desde la pasión, su desaparición física. Así, a pocos días de su muerte, según relatos de su entorno y desde la bochornosa película de Paula de Luque, parece que su corazón se vio afectado por el asesinato del militante Mariano Ferreyra apenas una semana atrás. Pero poco importa eso, difícil buscarle una explicación racional a un mito. Max Weber en su consagrado trabajo "El político y el cientifico" nos decía que la ética y la actividad política son concepciones del mundo que nos obligan a elegir: una o la otra. Así, para Weber, toda acción ética responde a dos concepciones que son diametralmente opuestas: la "ética de la convicción" o una "ética de la responsabilidad". El que actúa según esta última no puede acusar al mundo ni a una fuerza superior por las consecuencias de sus acciones, mientras que la ética de la convicción responde a otros preceptos, a ideales y a principios morales que están por encima de la realpolitik. El mito se congela bajo este ultimo, ya no hay discusión, trasciende la discusión racional por donde se lo mire: es una figura que ya no es controvertida, se la ama o se la odia pero no se discute que murió con sus convicciones ( o al menos con los que la historia se encargó de consagrar). Por eso hay una Santa Evita pero no hay un San Perón (en el sentido mítico, claro), para serlo se muere joven, en la plenitud de su existencia. Un fragmento de un excelente analisis de José Pablo Feinmann titulado "Morir joven y ser inmortal" nos acerca un poco más al meollo:"Morir joven es morir sin la aspereza de los años, sin que a uno se le arrugue la cara o las ideas, o la fidelidad a las primeras promesas. No hay más que ver los destinos que tuvieron los líderes que atravesaron la devastación de los años: Perón y Fidel. Envejecer tiene, entre otros, el costo de la decadencia. (...) Todos (o casi todos) somos puros al comienzo. Pero, ¿quién no ha sentido que traicionó sus sueños jóvenes? O, al menos, no todos. Pero si algunos y no desdeñables. Bien, el que muere joven muere sin contradicciones. Morir joven es morir sin dejar de ser, por falta precisamente, lo que uno es. (...) Se quemaron en el primero de sus fuegos, que suele ser el más bello, el más luminoso. Después los fuegos se van apagando y quedan las brasas, que dan calor pero no los brillos jubilosos de las elecciones primeras".El mito dispara fuerzas endógenas sobre todo en un primer momento y exógenas a medida que pasa el tiempo. Sino fíjense en Perón, en Fidel, en Maduro o en Cristina que, si bien en un primer momento el grado de identificación ratifica la lealtad y la permanencia inclaudicable de los seguidores de la primera hora cómo a medida que los distintos gobiernos se sumergen en contradicciones o por lo menos naufragan en las olas de la realidad coyuntural y se los compara con la imagen ideal del mito. ¿Acaso nunca les sucedió que un contrera de la primera hora les diga que ante cualquier situación, "esto con Kirchner no pasaba"? Esto es porque triunfó el mito por encima de la realidad, así como se convierte en símbolo para el movimiento se convierte también en una mochila bastante pesada. ¿Cómo competir ante una imagen idílica? El mito no admite grises, está imbuido dentro de la ética de la convicción. Néstor tomó determinadas decisiones políticas durante su amplia trayectoria pero dentro del mito pesa su ideal. Así, el kirchnerismo entra también a diferenciarse (siguiendo los conceptos que utilizó Altamirano para el peronismo) entre "kirchnerismo verdadero" y "kirchnerismo empirico": el primero se somete a una idealización que sirve de espalda pero tambien como peso para el gobierno; el segundo es el que tiene que someterse a la coyuntura, a los avatares de la política y de la economía que los llevan a traspiés, a ser pragmaticos y que en muchas ocasiones los someten al dictamen de un tribunal moral de lo que se entiende por kirchnerismo. Y con esta breve aproximación, vuelvo al principio: Kirchner y San Martín, te guste o no, la discusión racional no tiene lugar. De ambos posicionamientos juegan las pasiones que a su vez alimentan al mito.
En principio, parece que Néstor no tuvo mejor idea que nacer el mismo día que San Martín para escándalo de los que lo odiaron o bien se transformaron en ex-kirchneristas y cumpliendo con la imagen de la mujer despechada, mandan a defenestrar y a destruir todo lo relacionado a su pasado que consideran ahora oprobioso. Perón en su momento también había buscado la oportunidad de construir una suerte de continuidad con San Martín, sobre todo en 1950 cuando se declaraba el centenario de la muerte del prócer más solicitado por los gobernantes de Mitre a la actualidad. Sin embargo, hay una diferencia: Néstor es comparado cuando ya pasó a la posteridad, cuando es un mito. Néstor Kirchner se convirtió en mito porque cumplió con los requisitos que la Historia le asignó, lo dejó a medio camino y evitó que su imagen se embarrara y se volviera contradictoria con el paso del tiempo. Néstor, como Evita, el Che o Hugo Chavez, se transformó en mito porque pasó a la posteridad en su mejor momento político, que es precisamente un momento inesperado, una cachetada para la realidad y la coyuntura. Preso de las pasiones de la época, (como pasó con las figuras antes mencionadas) se lo venera o se lo condena, se hilvanan historias conspirativas relacionadas a su deceso mientras que por el lado de los apologistas construyen un relato que explica, también desde la pasión, su desaparición física. Así, a pocos días de su muerte, según relatos de su entorno y desde la bochornosa película de Paula de Luque, parece que su corazón se vio afectado por el asesinato del militante Mariano Ferreyra apenas una semana atrás. Pero poco importa eso, difícil buscarle una explicación racional a un mito. Max Weber en su consagrado trabajo "El político y el cientifico" nos decía que la ética y la actividad política son concepciones del mundo que nos obligan a elegir: una o la otra. Así, para Weber, toda acción ética responde a dos concepciones que son diametralmente opuestas: la "ética de la convicción" o una "ética de la responsabilidad". El que actúa según esta última no puede acusar al mundo ni a una fuerza superior por las consecuencias de sus acciones, mientras que la ética de la convicción responde a otros preceptos, a ideales y a principios morales que están por encima de la realpolitik. El mito se congela bajo este ultimo, ya no hay discusión, trasciende la discusión racional por donde se lo mire: es una figura que ya no es controvertida, se la ama o se la odia pero no se discute que murió con sus convicciones ( o al menos con los que la historia se encargó de consagrar). Por eso hay una Santa Evita pero no hay un San Perón (en el sentido mítico, claro), para serlo se muere joven, en la plenitud de su existencia. Un fragmento de un excelente analisis de José Pablo Feinmann titulado "Morir joven y ser inmortal" nos acerca un poco más al meollo:"Morir joven es morir sin la aspereza de los años, sin que a uno se le arrugue la cara o las ideas, o la fidelidad a las primeras promesas. No hay más que ver los destinos que tuvieron los líderes que atravesaron la devastación de los años: Perón y Fidel. Envejecer tiene, entre otros, el costo de la decadencia. (...) Todos (o casi todos) somos puros al comienzo. Pero, ¿quién no ha sentido que traicionó sus sueños jóvenes? O, al menos, no todos. Pero si algunos y no desdeñables. Bien, el que muere joven muere sin contradicciones. Morir joven es morir sin dejar de ser, por falta precisamente, lo que uno es. (...) Se quemaron en el primero de sus fuegos, que suele ser el más bello, el más luminoso. Después los fuegos se van apagando y quedan las brasas, que dan calor pero no los brillos jubilosos de las elecciones primeras".El mito dispara fuerzas endógenas sobre todo en un primer momento y exógenas a medida que pasa el tiempo. Sino fíjense en Perón, en Fidel, en Maduro o en Cristina que, si bien en un primer momento el grado de identificación ratifica la lealtad y la permanencia inclaudicable de los seguidores de la primera hora cómo a medida que los distintos gobiernos se sumergen en contradicciones o por lo menos naufragan en las olas de la realidad coyuntural y se los compara con la imagen ideal del mito. ¿Acaso nunca les sucedió que un contrera de la primera hora les diga que ante cualquier situación, "esto con Kirchner no pasaba"? Esto es porque triunfó el mito por encima de la realidad, así como se convierte en símbolo para el movimiento se convierte también en una mochila bastante pesada. ¿Cómo competir ante una imagen idílica? El mito no admite grises, está imbuido dentro de la ética de la convicción. Néstor tomó determinadas decisiones políticas durante su amplia trayectoria pero dentro del mito pesa su ideal. Así, el kirchnerismo entra también a diferenciarse (siguiendo los conceptos que utilizó Altamirano para el peronismo) entre "kirchnerismo verdadero" y "kirchnerismo empirico": el primero se somete a una idealización que sirve de espalda pero tambien como peso para el gobierno; el segundo es el que tiene que someterse a la coyuntura, a los avatares de la política y de la economía que los llevan a traspiés, a ser pragmaticos y que en muchas ocasiones los someten al dictamen de un tribunal moral de lo que se entiende por kirchnerismo. Y con esta breve aproximación, vuelvo al principio: Kirchner y San Martín, te guste o no, la discusión racional no tiene lugar. De ambos posicionamientos juegan las pasiones que a su vez alimentan al mito.