Rafael Yuste, neurocientífico de la Universidad de Columbia y padre del proyecto BRAIN, mantiene una firme convicción: debemos prepararnos ahora para las importantes consecuencias éticas y sociales que el uso de las neurotécnicas y la inteligencia artificial tendrá en los próximos años.
Las técnicas que se están desarrollando en relación con nuestro proyecto, las cuales sirven para descifrar y alterar la actividad de las neuronas, son cada vez mejores. Por ello, las consecuencias de utilizarlas resultan cada vez más serias. Por un lado, pueden ofrecer una mayor y mejor ayuda a los pacientes, pero también pueden usarse de manera que no sean beneficiosas para la humanidad. Estamos viendo, y vemos venir, situaciones en las que las personas se encuentran desprotegidas ante el uso pernicioso de estas técnicas. Debemos hacer algo, porque no tenemos unas reglas o directrices para su utilización. En este caso, la técnica va por delante de la sociedad [...].
Proponemos varias líneas de actuación. Una de ellas consiste en proporcionar formación ética a los ingenieros y científicos que diseñen tanto neurotécnicas como inteligencia artificial. Proponemos que se siga el modelo de la deontología médica. L as reglas éticas que a lo largo de la historia los médicos han cumplido a través del juramento hipocrático deben aplicarse también a estas profesiones[...].