"Durante años, fui un neurótico sin remedio, y todo el mundo me decía una y otra vez que tenía que cambiar por mi propio bien. Y entonces yo me enfadaba, me sentía culpable y no lograba cambiar.
Lo peor era que mi amigo del alma también me exhortaba a que cambiase, pero con él no me podía enfadar, y me sentía triste e impotente.
Hasta que un día mi mejor amigo me dijo: `No cambies, no cambies. Te quiero tal como eres, y nunca dejaré de quererte aunque no cambies'.
Sus palabras 'No cambies... Te quiero tal como eres...' me sonaban a gloria, y me sentí liberado interiormente de un gran peso; y ¡oh maravilla! CAMBIÉ".
Tengo amigos y amigas que, por mi bien, me instan a cambiar. Siempre he tenido esos amigos. Llevo toda la vida intentando cambiar y, si me pongo a hacer balance, debo a sus buenos consejos muchas de las buenas cosas que hay en mi y el haberme dado cuenta de cosas que tengo que controlar o dejar atrás. Han sido en muchos momentos como un espejo que me permitía ver todo lo que en mí era o es erróneo y fallido. Yo mismo he jugado ese juego de querer cambiar a mis amigos. Pero ya no más. No puedo evitar opinar porque la alternativa es parecer que te importa un bledo lo que les pase y no es eso, pero nada de intentar cambiar a nadie, eres así y estoy contigo así como eres. Y si no es posible, pues aquí paz y después gloria, hablemos de otra cosa.