Aquí tenemos un problema importante porque la conciencia sólo recuerda lo que es nombrado. Esto significa que, si nos acontece algo que nadie nombra, no lo recordaremos. Por ejemplo, podemos haber padecido abusos sexuales en nuestra infancia. Obviamente nadie dijo nada, en principio porque todos los adultos que había alrededor miraban para otro lado. Nadie nunca dijo: “están abusando de ti y eso es un horror”. Al contrario, lo que se dijo es “mamá tiene muchos problemas y no hay que hacer nada que la preocupe aún más”. O bien, “esto es un secreto, tienes suerte porque te amo, eres el más dulce de los niños del universo y por eso te he elegido”. Por lo tanto, incluso si nos ha acontecido algo bien concreto, algo doloroso, sufriente, lastimoso o hiriente; la conciencia no lo recordará. Porque no hubo palabras. Entonces tampoco hubo una “organización” del pensamiento. No fue posible “acomodarlo” en ningún estante mental ni emocional. Nos pasó algo pero es como si nunca hubiera pasado. Podemos tener sensaciones borrosas o confusas, pero recuerdos concretos, no. Luego crecemos y como “eso” nadie lo nombró, y uno mismo al ser niño tampoco sabía “con qué palabras explicarlo”, entonces “eso” dejó de existir.
Esto que parece inverosímil....es algo común y corriente. Podemos haber vivido algo y no recordarlo. Y al revés: podemos no haber vivido algo, y sin embargo, si ha sido nombrado por alguien importante durante nuestra infancia, recordarlo como si fuera una verdad incuestionable. Moraleja: nuestras opiniones no son confiables, sobre todo si son prestadas. Laura Gutman.