Tarifa: 100$ (AD)Convenientemente situado en la Terminal 2 del aeropuerto de la Ciudad de México, NH gestiona este descomunal hotel que recoge los estereotipos de un hotel aeroportuario. Dos pequeños ascensores, demasiado pequeños para las grandes maletas que pululan por los aeropuertos internacionales nos suben desde la terminal hasta el descomunal hall, con techos casi en el cielo. El entorno es bastante oscuro -también es cierto que llegamos casi de madrugada-, con paredes de madera, gruesa moqueta clara, que no aporta demasiada luz, varios sofás y butacas para el descanso, la espera y la tertulia. Un enorme cuadro mural cuelga de una de las paredes. Hacia la derecha, en un amplio espacio encontramos media docena de pequeños e individuales mostradores en bloques de madera oscura para los trámites de registro. Tres de ellos están atendidos. Una simpática joven nos recibe muy amable y gestiona el corto pero tedioso proceso de registro. Nos indica los servicios y horarios del hotel, nos entrega unos cartoncitos donde está la tarjeta que abre la habitación y nos indica la ubicación de los ascensores, además de darnos una simpática bienvenida. Volvemos hacia nuestros pasos a un pasillo curvo en el que encontramos el camino al enorme desayunador, en ese momento apagado. Tres ascensores metálicos, modernos y esta vez muy amplios nos dejan en un pasillo curvo, casi circular en el que se disponen a derecha e izquierda las puertas de las habitaciones. Luces indirectas, moqueta en el suelo color marrón claro. Paredes en vescom pastel, cartelitos de metacrilato retroiluminados con el número de las habitaciones al lado de las enormes puertas de madera clara.
Tarifa: 100$ (AD)Convenientemente situado en la Terminal 2 del aeropuerto de la Ciudad de México, NH gestiona este descomunal hotel que recoge los estereotipos de un hotel aeroportuario. Dos pequeños ascensores, demasiado pequeños para las grandes maletas que pululan por los aeropuertos internacionales nos suben desde la terminal hasta el descomunal hall, con techos casi en el cielo. El entorno es bastante oscuro -también es cierto que llegamos casi de madrugada-, con paredes de madera, gruesa moqueta clara, que no aporta demasiada luz, varios sofás y butacas para el descanso, la espera y la tertulia. Un enorme cuadro mural cuelga de una de las paredes. Hacia la derecha, en un amplio espacio encontramos media docena de pequeños e individuales mostradores en bloques de madera oscura para los trámites de registro. Tres de ellos están atendidos. Una simpática joven nos recibe muy amable y gestiona el corto pero tedioso proceso de registro. Nos indica los servicios y horarios del hotel, nos entrega unos cartoncitos donde está la tarjeta que abre la habitación y nos indica la ubicación de los ascensores, además de darnos una simpática bienvenida. Volvemos hacia nuestros pasos a un pasillo curvo en el que encontramos el camino al enorme desayunador, en ese momento apagado. Tres ascensores metálicos, modernos y esta vez muy amplios nos dejan en un pasillo curvo, casi circular en el que se disponen a derecha e izquierda las puertas de las habitaciones. Luces indirectas, moqueta en el suelo color marrón claro. Paredes en vescom pastel, cartelitos de metacrilato retroiluminados con el número de las habitaciones al lado de las enormes puertas de madera clara.