La parte antigua es un entramado de calles mal asfaltadas con viviendas muy humildes, donde conviven con multitud de pequeños negocios, y con montones de motocicletas, cómo no. Lo que resulta de lo más curioso son los enjambres de cables que suministran electricidad a las casas. No me imagino como un técnico de la compañía eléctrica puede meter mano ahí en caso de avería, y sobre todo como no se chamusca. Yo lo veo como una misión imposible. A parte de esto, ésta zona de la ciudad no tiene mayor interés que el ver qué clase de vida llevan los que viven aquí, y el gran mercado, en el que la mayoría de las calles de esta parte antigua llevan a él.
Nada de complejas maquinarias para lavar los platos en los restaurantes. Un sencillo lavavajillas compuesto de unos cuantos barreños, una manguera y algo de jabón, junto a un buen par de manos y todos los platos del restaurante quedan limpios y brillantes, y además en plena calle. Mientras, el "chef" se pega una buena siesta después de cocinar toda la mañana. Una cosa que he aprendido de este viaje es que si los españoles han inventado el arte de la siesta, los vietnamitas y camboyanos lo han perfeccionado a base de practicarlo.
Pequeños nichos forman el cerramiento exterior de la catedral
Fabulosas vistas de la desembocadura del río Song Cai y de la ciudad de Nha Trang
Ascendimos el otro montón de escalones que nos quedaba hasta coronar la colina. Allí pudimos comprobar la majestuosidad del Buda sentado, una escultura de más de veinte metros de altura desde donde se domina la ciudad de Nha Trang, y los verdes campos de arroz de los alrededores. Desde allí también nos pudimos hacer una buena idea del enclave natural donde se levanta la ciudad, totalmente rodeada por montañas por el norte, sur y oeste, y con salida por el este hacia el Mar de China Meridional. Esta difícil orografía hace que el pequeño aeropuerto de Nha Trang esté situado en plena ciudad.
Ya para finalizar nuestro intenso día en Nha Trang, recorrimos algunas de las calles céntricas de ciudad, pasando delante de hoteles coloniales que parecían sacados de un fotograma de una película, hasta llegar a la torre de Tram Huong. Un monumento con forma de flor de loto que se alza en mitad el paseo marítimo. Un precioso paseo marítimo repleto de restaurantes y bares, con múltiples opciones de ocio, que bien podía ser el de cualquier ciudad costera europea. Y esto fue lo que nos dio de si aquel caluroso día de febrero. Desde luego que Nha Trang es una estupenda opción para acabar de una forma relajada un circuito por el sudeste asiático, porque además de baños en el mar te puedes dar un baño de cultura milenaria y disfrutar de la variada, y en ocasiones picante, cocina vietnamita.
Torre Tram Huong
Las montañas y los arrozales que rodean a la ciudad de Nha Trang
Nuestro Zaandam atracado en el puerto de Nha Trang