Ni genocidio ni saqueo

Publicado el 14 octubre 2013 por Vigilis @vigilis
Decir que los españoles fueron a América a matar indios y robarles su oro está tan cerca de la realidad como afirmar que los españoles conquistaron América a lomos de diplodocus. Lo sorprendente es que este mito de la conquista de América y del "genocidio" pervive. Sé que las mentiras más gordas son más propicias a hacerse pasar por verdades. También sé que mucha gente muy estudiosa ha desbancado este mito por activa y por pasiva. Añádase a esto que es relativamente fácil, para el aficionado, acceder a material digitalizado. Es decir, los medios para derribar este infame y monstruoso mito están ahí disponibles para el que quiera usarlos. El empecinamiento con la pervivencia del mito da para un tema por sí mismo, ya que es un capítulo más de la asumida Leyenda Negra.

El caballito de Tolsá (Carlos IV a caballo en la plaza de Manuel Tolsá, México DF).

Interludio: asumir la Leyenda Negra significa asumir que los españoles somos feos, malvados, capillitas, cobardes y perdedores... pero luego vas a la historia de Murcia, a la historia de Cantabria, a la historia de Perú o a la historia de Andalucía y resulta que murcianos, cántabros, peruanos y andaluces son la hostia. Algo raro pasa.
Por partes, los principales puntos para desmentir este mito son:
  • La cantidad de oro proveniente de América.
  • La explicación de la desaparición de la población indigena.
El oro
Para empezar, no era oro, era plata. De América llegó muy poquito oro. Es más, todo el oro extraído de minas y ríos en todo el planeta a lo largo de la historia de la humanidad no llena una piscina olímpica. La plata sí que llegó a Sevilla y tan rápido como llegaba, salía del país para pagar préstamos. Si alguien se enriqueció con la plata de América, esos fueron los grandes prestamistas europeos.

Estatua de Isabel I en Medina del Campo (España).

La principal fuente de ingresos de las arcas de los reyes de España en la Edad Moderna fueron... los impuestos. Dentro de los impuestos, que eran ingresos ordinarios, el capítulo principal eran los impuestos a la actividad lanar en Castilla. Desde la época de la conquista de Sevilla (c.1250) hasta la llegada del ejército de ladrones de Bonaparte (limpiaron la mitad del patrimonio eclesiástico), la principal fuente de ingresos de la corona era la recaudación en las ciudades de Castilla la Vieja. De hecho, lo que en la Baja Edad Media hizo de Castilla el reino más rico de la cristiandad —la exportación de lana—, supuso para la España moderna una especie de condena, ya que debido a su naturaleza impidió la acumulación de capital que otras naciones sí aprovecharon, como Inglaterra, los estados alemanes u Holanda. Serán precisamente estas naciones las que tengan a los banqueros acreedores de la Monarquía Hispánica y las que reinviertan esa riqueza americana en sus economías. Para muestra un botón: en el siglo XVII, Holanda, que siempre fue un erial inmundo, empieza a tener cierta importancia marítima. En el XVIII, Inglaterra por fin deja atrás sus conflictos civiles y pese a sus constantes derrotas contra la armada española, comienza a asentar sus colonias americanas sobre la base del comercio de esclavos y de una intolerancia religiosa que pondría los pelos de punta a cualquier inquisidor aragonés.
No es que los españoles fueran idiotas y no se daban cuenta de lo que sucedía. Se daban cuenta y los dominicos, en las universidades, publicaban libros de teoría económica explicando cómo la cantidad de plata que importaba España hacía crecer los precios. Cómo el aumento del gasto de la corona hacía subir los precios. Y cómo, en definitiva, los intereses de los préstamos contraídos para pagar a las tropas que defendían las posesiones españolas en toda Europa, no dejaban de crecer y de hacer crecer los precios. Es cierto que la crisis inflacionaria del Siglo de Oro no fue algo exclusivo de España. En el siglo XVI, las minas de plata europeas funcionaban a todo trapo y contribuyeron a una inflación generalizada en todo el continente.

Cabildo de Buenos Aires.

Este estudio histórico que analizan los economistas, se torna multidisciplinar y los climatólogos aparecen hoy como necesarios para descifrar la influencia de la llamada Pequeña Edad de Hielo durante esta época. Si los inviernos eran más crudos en los siglos XVI-XVII y además los precios subían... en la sociedad precapitalista española de la época eso significaba escasez, hambre y fatigas. También es necesario apuntar aquí la muy loca política de impuestos que tenían los Austrias. Para empezar, el mayor terrateniente de España, que era la Iglesia, no sólo no pagaba impuestos, sino que los cobraba para su propia labor. La alta nobleza, no sólo era eximida del pago de impuestos, sino que prestaba dinero a la corona a cambio de que se lo devolvieran con interés. Incapaz soy de mencionar los cientos de impuestos y exenciones diferentes que existían por todo el país. En medio de todo este guirigay, que España señorease los campos de batalla de Europa y al mismo tiempo levantara universidades en América es algo que se escapa a la comprensión. Como nota al margen apunto a que desde los Reyes Católicos, pasando por Cisneros y hasta Felipe IV, se creó en España una serie de estudios universitarios para formar a un ejército de funcionarios. Si hoy la globalización nos vuelve locos, imaginaos lo que era en el siglo XVII. Sin Internet, sin teléfonos. Dios Santo.
Decía que la principal fuente de ingresos de España nunca fue la plata americana, sino los impuestos de Castilla. Los ingresos de la corona se dividían en ordinarios y extraordinarios. La alcabala castellana suponía en el XVI el 70% de los ingresos ordinarios (siendo la mayor parte del 30% restante, ingresos de las órdenes militares). Los ingresos extraordinarios (donde se incluyen los metales preciosos de América) no llegaban ni a la mitad de los ingresos ordinarios. Como curiosidad, anoto los diez lugares de mayor recaudación en 1504:
  1. Sevilla, 13 millones de maravedíes
  2. Toledo, 11 millones.
  3. Santiago, 10 millones.
  4. Córdoba, 9 millones.
  5. Medina del Campo, 7 millones.
  6. Salamanca, 6 millones.
  7. Granada, 6 millones.
  8. Valladolid, 5 millones.
  9. Burgos, 5 millones.
  10. Cuenca, 4 millones
Esta lista hay que manejarla con cuidado porque en distintos lugares se cobraban distintos impuestos, pero sí es indicativa de dónde estaba la riqueza del país. Pero entiendo que 1504 no sea un buen año para hablar de las remesas de plata hispanoamericana. Viajamos cien años hacia el presente y la importancia de las remesas de plata ya aparece reflejada en ducados.

Cabildo de Salta (Argentina).

En 1616 Castilla aportaba a la Monarquía 14 millones de ducados, la Corona de Aragón 200.000, Navarra 40.000, Nápoles 1 millón, Milán 300.000 y Flandes 1.800.000. ¿Cuánto aportaban las importaciones de metales preciosos de América? 2 millones de ducados. (Nota: con razón los Austrias no querían soltar Flandes). Todo el imperio español en América, aportaba la séptima parte que las viejas ciudades de Castilla. Recomiendo ahondar en el tema, pero baste esto para tomar por chalado a cualquiera que venga con el cuento negroleyendístico de que el imperio se construyó con la plata americana.
El "genocidio"
Se entiende por genocidio el asesinato en masa y a propósito de grupos humanos que comparten características en común. Así por ejemplo, matar a una minoría religiosa, racial o política es un genocidio. En la Edad Moderna nadie sabía lo que era un genocidio. Es más, matar en masa y a propósito a alguien significaba quedar dos ejércitos en un descampado para liarse a guantazos. Cuando el objetivo era una ciudad amurallada, muchas veces se prefería sitiarla que tomarla al asalto. La gente era ignorante, pero no suicida. Ir a la guerra significaba jugar al póker con la Parca.
Para llevar a cabo un genocidio en masa en toda América, se necesitaría enviar cientos de miles de tropas durante décadas y a continuación, llevar cientos de miles de murcianos y extremeños durante siglos a picar en las minas de plata. Esto no sucedió. En su lugar tenemos hoy poblaciones mestizas en toda Hispanoamérica. Los indigenas que al cabo de décadas desarrollaron cierta inmunidad a las enfermedades traídas por los españoles, eran ciudadanos del imperio, su abuso por parte de los conquistadores ponía en peligro las almas de estos conquistadores. Además, con una limitada capacidad de migración, los españoles poblaron América de la única forma posible: con el mestizaje. Y digo bien poblaron, ya que el continente estaba prácticamente vacío.

Castillo de San Marcos (San Agustín, Florida, EE. UU.).

Hay algo de la historia que suele pasarse por alto. En innumerables novelas y películas vemos actitudes de personajes hacia la Iglesia con ideas agnósticas, cuando no ateas. Es ciencia ficción pintar a un capitán o a un fraile como ateos. Antes la gente no era una descreída y ello tenía consecuencias. Sobre todo a raíz de Trento, la defensa de la Verdadera Fe era política de estado y contravenir esta política no sólo ponía tu alma en peligro (la gente tenía un miedo real de ir al infierno) sino un delito de lesa patria. Ponte a hacer coñitas con la estatua de la Virgen o ponte a bailar en pelotas en una Iglesia y no duras ni un segundo. Tratar de relegar el papel de la religión en América me parece un terrible error, y ya sabemos qué postura dominó en la Iglesia tras la controversia de Valladolid (aquí y aquí): hay que evangelizar el Nuevo Mundo.
A ningún agente le interesaba matar a nadie: en primer lugar porque era pecado, en segundo lugar porque era delito y en tercer lugar porque el territorio estaba despoblado y se necesitaba la escasa mano de obra. Claro, viendo lo que hicieron los portugueses en Brasil y los anglosajones en el Caribe (y en la franjita de tierra que les dejamos en norteamérica), se toma la parte por el todo y se hace a los españoles protagonistas de algo horroroso que, teniendo los españoles mayor territorio, les vuelve los peores criminales.

Castillo de San Antón (La Coruña, España).

El cíclico colapso demográfico de la población precolombina (antes de que llegaran los españoles ya había epidemias que provocaban entre otras cosas, la desaparición completa de "sociedades políticas avanzadas") se encuentra con nuestros amigos los virus (viruela, sarampión, tifus) y la supervivencia de población original acaba aproximándose a cero. Es por tanto más que llamativo que hoy algunos hispanoamericanos se arroguen un derecho de herencia sobre los pueblos precolombinos que carece de sentido. En primer lugar, si algo han heredado los hispanoamericanos, es una lengua y una religión que comparten con los hispanoeuropeos; ni la visión del mundo, ni la forma de pensar, ni la herencia filosófica clásica y escolástica que campean por Hispanoamérica, tienen hoy absolutamente nada que ver con las tradiciones aztecas, incas o caribes. Pese a los esfuerzos de los españoles (esos frailes que editaban la Biblia en nahuatl), esas tradiciones aztecas e incas desaparecieron como desaparecen a lo largo de la historia miles de lenguas y religiones. Tan justificado está que el gobierno boliviano reclame una tradición indígena de los aymarás, como que lo haga el gobierno de Vietnam.
Es muy curioso cómo se presta poca atención a la forma en que descubrimos la influencia de las epidemias en la crisis demográfica indígena: en el XIX, los europeos que trataban de colonizar África, se morían a puñados. ¿Culpa alguien de genocidio a las tribus africanas? No, porque es una parida. La misma parida que culpar a los españoles de llevar enfermedades a América (bueno, tiene más delito que esta parida la defiendan los españoles de América y no pocos de Europa).
Referencias:

«La América toda existe en nación, y si el despotismo levanta la voz, ¡seguid el ejemplo que Caracas dio!»