Un debate libresco que arrancó con la inusitada acogida del primer libro publicado, Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea, investigadora del CSIC, que se convirtió enseguida en un auténtico “best seller”, algo sorprendente en obras de carácter histórico. Su tesis era la que delataba el título: que el relato negativo de la historia de España se basa en ideas o sentimientos nacidos de una propaganda eficazmente difundida desde el ámbito protestante, históricamente enfrentado al español, cabeza del mundo católico. Así surgiría la hispanofobia, que la autora define como una variedad del racismo que niega al mundo hispano no sólo sus hitos históricos, como el descubrimiento de América, subrayando sus excesos militares y las atrocidades de los conquistadores, o la envergadura de la monarquía hispánica, que gobernaba vastos territorios de Europa, América y Asia, tejiendo así los primeros mimbres de lo que hoy es la globalización, sino también toda manifestación cultural o científica nacida en el ámbito de la lengua española. De este modo, la Inquisición y las barbaridades americanas constituyen los pilares sobre los que se sustenta una “leyenda negra” y las deformaciones históricas que alimentan la hispanofobia. Una propaganda que, por su persistencia, también ha colado en España y entre los restos de su antiguo imperio, cuando con la Ilustración una parte de las élites españolas confunde modernidad y rechazo de lo propio. Incluso utiliza sus tópicos como justificación de los fracasos y la postración nacional a consecuencia del derrumbamiento de la época imperial y la pérdida de las colonias ultramarinas. La investigadora Roca Barea busca demostrar que esa leyenda negra es fruto de una reacción fóbica que también provocan otros imperios, como los de Roma, Rusia o Estados Unidos, los cuales soportaron “propagandas antiimperiales que fabrican imágenes arquetípicas con el fin de perjudicar a las naciones a las que se teme”. Es lo que ella denomina imperiofobia, un peculiar prejuicio racial que no va de un pueblo poderoso contra otro más débil, sino al revés, y que cuenta con una incomprensible inmunidad intelectual.
El tercer libro “de moda” no surge de esta polémica, sino en respuesta a la marginación que se hace de España en un ensayo del historiador del arte, humanista y publicista británico Kenneth Clark (1903-1983), titulado Civilización(Civilisation. A personal View), y en la serie homónima producida por la BBC en 1969, no reconociendo ninguna contribución histórica de España ni del mundo hispanohablante a la civilización occidental. Se trata de España, una historia global, escrito por el diplomático, escritor y ensayista Luis Francisco Martínez Montes, con el propósito de denostar los infundios de la narración “nord-atlántico” de la historia cultural de las civilizaciones y que establece una visión del mundo según la cual el eje de la moderna historia occidental -e incluso de la historia mundial- sigue una línea que conecta la costa noreste de Estados Unidos, Londres, París y Berlín, al sur de la cual nada de lo acaecido cuenta en términos de civilización. También le sirve para demostrar que España y el mundo hispánico son parte integral y consustancial de Occidente y de ninguna forma ajenos al mismo. Por el contrario, que su excepcional trayectoria histórica, caracterizada por su capacidad para absorber, mezclar y transformar culturas diversas, representa una versión original y enriquecida de Occidente. Tras un repaso por esa trayectoria, que hizo de España, entre finales del siglo XV y principios del XIX, una de las mayores y más complejas construcciones políticas jamás conocidas en la historia, el autor trae en su apoyo el magistral Estudio de la Historia de Arnold J. Toynbee, donde se reconoce que los pioneros ibéricos (España y Portugal) “expandieron el horizonte y por tanto, potencialmente, el dominio de la Cristiandad Occidental hasta que terminó abrazando a todas las tierras habitables y mares navegables del globo” y que “ gracias en primera instancia a esa energía ibérica, Occidente ha crecido hasta convertirse en la Gran Sociedad, un árbol en cuyas ramas todas las naciones de la Tierra han encontrado acomodo”.