Ni las pantuflas de mamá, ni los cintos de papá, son psicólogos

Por Yanquiel Barrios @her_barrios

Por todos lados las redes sociales proclaman "antes no nos mandaban al psicólogo, alcanzaba una buena paliza" ¿Qué hay detrás de esto?

Hace un buen tiempo que quiero escribir un artículo sobre esto. En las redes sociales hay una infinidad de memes riéndose del hecho de que hace dos décadas, comúnmente, los padres golpeaban a sus hijos con cintos, varillas, pantuflas (chancleta u ojota, según el país), mangueras y varillas.

Si sólo se tratase de un hecho humorístico, no sería tan grave. El problema es que, como decía Freud, todos los chistes esconden algo del inconsciente. ¿Qué es ese algo detrás de la humorada?

Pues bien, numerosas personas, arguyen ser buenas personas gracias a los golpes que los padres le propinaban en la infancia.

Muchos de los pacientes que recurren a nuestros consultorios espetan la remanida frase: "Yo sé que mis papás me pegaban, pero gracias eso soy buena persona: no me drogo, formé una familia, soy trabajador/a"

Si usted, lector/a, es de las personas que repiten esta frase, le tengo una mala noticia: usted no es buena persona gracias a los golpes, sino pese a ellos.

Esta frase "Soy buena persona gracias a los golpes", encierra el supuesto errado, la falacia de que quienes son "malas personas" (habría que revisar ese concepto también) no han recibido golpes, y por eso lo son.

Muchas personas que tienen problemas de adicciones (se drogan), depresión (no trabajan), han sufrido muchísima violencia familiar y muchísimos golpes. Puede ser que a alguno de ellos no les hayan puesto límites, abandonándolos.

Es cierto que la falta de límites, produce patologías mentales. Constituye, también un abandono y una violencia hacia los niños. Pero también la violencia física, deja marcas muy importantes. Cuando a un niño se lo golpea, se le enseña a temer a las personas que ama. Se le enseña que puede estar a merced de los caprichos de otros.

Es curioso que la mayor parte de los pacientes que ha sufrido castigos físicos de parte de sus padres, repite otra frase muy curiosa: "pero hay que ver que también, yo era terrible". Ahora bien, ¿quién les enseñó a estas personas que "eran terribles"?

Como ya expuse en otros artículos, la violencia, la agresividad y la impulsividad en los niños, tienen una directa relación con el fracaso de los propios padres en la gestión de sus emociones. Cuando los padres no pueden elaborar sus propias angustias, sus propias frustraciones, y las callan, los niños perciben el ambiente emocional tenso, y lo reflejan de manera especular ¿de qué manera? "Portándose mal", "haciendo lío", llorando. Entonces, lector/a, usted no era terrible. Sus padres lo educaron en un ambiente tenso.

Ahora bien, los golpes hacia el niño, rara vez tienen que ver con poner límites. De lo que se trata en realidad, es de una pelea por el poder. Se trata de someter al niño a la voluntad del adulto, sea cual sea su necesidad o su deseo en ese momento.

En este ambiente de tensión emocional que antes mencionaba, este adulto que tiene duelos mal hechos, que está angustiado por otras cosas, y que intenta aparentar ser fuerte, golpea al niño para sentirse poderoso.

Eduardo Galeano decía: "El patrón, explota al obrero. El obrero, explota a la mujer. La mujer explota a la hija. La hija, explota al perro". La violencia, tanto adulta como infantil, aparece ante el sentimiento de desamparo (Zalmunovich, 2012).

Niño que se siente desamparado, patalea, grita, rompe cosas. Adulto que se siente desamparado, y no sabe gestionar sus emociones, muchas veces intenta someter a otros.

Sea que usted se haya sentido tentado a maltratar a sus niños o haya sido maltratado de pequeño, existen profesionales para ayudarlo a escuchar su vulnerabilidad. A entrar en lógicas diferentes a las de la violencia. Es su elección seguir allí donde está, o buscar ayuda.