“… las letras solo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad.”
José Martí
Revisando el “Diccionario del Pensamiento Martiano”, de Ramiro Valdés Galarraga, no encuentro la frase del Apóstol donde, como aseguran algunos, Marti dijo que “el socialismo es la fase superior del capitalismo”. Pero aunque no la haya dicho, en su artículo “La futura esclavitud” al referirse al pensamiento frontal de Herbert Spencer contra el socialismo, ofrece una de las más sabias perspectivas de análisis sobre esa vertiente política: cuestiona algunos criterios de Spencer pero, en esencia, comparte, preocupado, muchos otros criterios.
Luego Marti diría: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo.”
Casualmente en dicho diccionario no existe la palabra “democracia” ni “fascismo”. ¿Qué intelectual cubano no ha sufrido la censura del gobierno? Algunos que la sufrieron en los años 70, prefieren hacer creer que la olvidaron, aunque después de “la guerra de los emails”, sus voces heridas vertieron los espacios que el propio gobierno les indicó para que, de una vez y por todas, dejaran sus escenas lacrimógenas a un lado y se concentran en acatar los nuevos tiempos con censuras más solapadas.
En mi caso, si no fuera suficiente mi premio Casa de las Américas de 1992, que me fuera retirado después de que el jurado dictaminara y se me hubiera comunicado, continuaron con mi libro en la editorial Letras Cubanas que durmió por espacio de tres años porque no había “coraje” de sus funcionarios para publicarlo, hasta que le cambié el título y lo envié al premio UNEAC en 1995. Y ganó el premio en esa oportunidad, pero recién fue impreso en 1998 –esperando otros tres años– luego de que Abel Prieto me retirara cinco cuentos a cambio de un apartamento que necesitaba para la madre de mi hijo que vivía alquilada.
Recuerdo una llamada a mi casa que me hiciera Jorge Domingo, desde el Instituto de Lingüística de La Habana, porque alguien había borrado mi ficha para el “Diccionario de la Literatura Cubana” que saldría en breve para la imprenta. Me dijo que de ninguna manera mi nombre estaría ausente, y tampoco encontraba respuesta para entender lo que “extrañamente” había ocurrido en su computadora. De todas maneras, fue muy escueta la nota que introdujeron, y casi ningún premio reflejaron.
Es soportable que la dictadura cometa la censura contra nosotros, simples mortales, pero me enerva que la cometan contra el más grande y sagrado de los cubanos.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras Jaimanitas, La Habana. Enero de 2015.