Si no median cambios de último momento, ‘Dos días, una noche’ se estrenará en Buenos Aires el 9 de abril.
La nominación de Marion Cotillard en la categoría ‘Mejor actriz protagónica’ no fue motivo suficiente para respetar la fecha de estreno local acordada a Dos días, una noche, que Distribution Company anunció en septiembre pasado. En lugar del próximo jueves 19 de febrero, tres días antes de la 87ª entrega de los premios Oscar, la nueva película de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne desembarcará en nuestras salas comerciales el 9 de abril (siempre y cuando no medien cambios de último momento), tras una primera presentación formal en la 11ª edición de Pantalla Pinamar.
Al margen de la suerte que Cotillard vaya a correr el domingo 22 (a juicio de quien suscribe, la gran rival es Julianne Moore por su trabajo en Siempre Alice), cuesta imaginar que la historia de Sandra haya conmovido especialmente al jurado de Hollywood. O mejor dicho, cuesta imaginar que el estilo narrativo y el planteo ideológico de los hermanos belgas hayan sensibilizado a los miembros de la Academia más allá de cuánto les guste la actriz francesa, a quien ya distinguieron en 2008 por la Edith Piaf que compuso en La vida en rosa.
A Sandra le faltan los atributos heroicos que suelen ayudar a ganar la estatuilla dorada. La escasez de virtudes espectaculares la aleja del prototipo de mujer combativa que los hacedores de cine industrial prefieren retratar y encumbrar, por ejemplo la Norma Rae que Sally Field interpretó en 1979, la Erin Brokovich que Julia Roberts personificó en 2000 o la Rita O’ Grady que Sally Hawkins encarnó en 2010 para Made in Dagenham.
Por si este déficit resultara insuficiente, los Dardenne le niegan a su personaje dos obstáculos infaltables en la mayoría de las fábulas “inspiradoras” que Hollywood les dedica a gestas individuales y colectivas: uno o varios villanos poderosos, y un contexto íntimo/familiar adverso. A diferencia de lo que Martin Luther King padece en Selma (la nombramos porque es otra nominada), Sandra no debe lidiar ni con malvados de la talla del gobernador George Wallace (convenientemente interpretado por Tim Roth) ni con una crisis matrimonial. A lo sumo, esta obrera calificada soporta la agresión de un compañero de trabajo y desenmascara -en una sola escena- a un jefe de personal canalla (fugaz aparición del todoterreno Olivier Gourmet). Su marido, incluso sus hijos, le brindan apoyo incondicional.
Durante el fin de semana en el que se extiende su derrotero, la protagonista enfrenta algo más que las habladurías de un capataz que la declara obsoleta y el arrebato de compañeros de trabajo tentados por la promesa de una prima que sólo cobrarán si -pequeño detalle- consienten el despido de esta compañera problemática. Como en películas anteriores, en Deux jours, une nuit Luc y Jean-Pierre también denuncian la capacidad de daño del neoliberalismo, ahora en crisis.
La economía de recursos a la hora de contar una historia libre de buenos y malos, la mirada atenta a padeceres y sentires de ciudadanos absolutamente rasos -en general arrinconados por el fantasma de la exclusión-, el retrato piadoso de los inmigrantes que habitan una Europa -al menos una Bélgica- inhóspita, la descripción de una realidad social que desmiente las virtudes ejemplares del llamado ‘Primer Mundo’ son algunas de las características de la filmografía de los Dardenne que los admiradores de los hermanos cineastas reencontrarán en ésta, su nueva película.
El impecable trabajo, no sólo de Cotillard, sino de Fabrizio Rongione, Catherine Salée, Christelle Cornil y de los demás integrantes del reducido elenco recuerdan que Luc y Jean-Pierre también son notables directores de actores. Sin dudas, ésta es otra razón para ver Dos días, una noche cuando por fin desembarque en la cartelera porteña ¿el jueves 9 de abril… o antes si el domingo próximo Marion termina llevándose un segundo Oscar?
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