Ni siquiera una neonazi merece una paliza

Publicado el 26 enero 2017 por Benjamín Recacha García @brecacha

He dudado mucho sobre si escribir este artículo. De hecho, después de leer montones de opiniones en redes sociales sobre el tema del que voy a tratar, he estado a punto de no hacerlo. «¿Qué necesidad tengo de meterme en semejante jardín?», me preguntaba un par de minutos antes de empezar a teclear. Pero aquí me tenéis.

Si vivís en España, seguro que os habéis enterado de la paliza que una joven murciana de 19 años recibió en la madrugada del domingo por parte de un grupo de personas a la puerta de un bar. La patearon con bastante saña. Por suerte para ella, “sólo” le causaron algunas contusiones y perdió un diente.

Alguien grabó la escena y la difundió por las redes sociales, con lo cual inmediatamente se viralizó y fue noticia en todos los medios. Incluso el ministro del Interior mostró su consternación por el suceso.

Seguramente sabréis que el grupo agresor estaba integrado por jóvenes de extrema izquierda, antifascistas. Es lo que han destacado la mayoría de los medios en sus titulares. ¿Antifascistas propinando una paliza cobarde? Me rechinaba muchísimo.

Al poco se supo que la víctima no es ningún angelito, sino una conocida (y temida) neonazi a la que en los círculos antifascistas llaman “la intocable” por andar siempre rodeada de otros nazis. La policía la tiene fichada por haber participado en “cacerías”, es decir, agresiones en grupo como la que recibió el domingo, aunque no parece que ni ella ni sus compañeros hayan rendido cuentas ante la justicia por tan poco civilizado comportamiento. Supongo que no debía haber vídeos de por medio.

Vamos, que la paliza tiene toda la pinta de ser un ajuste de cuentas. Pillaron a “la intocable” sin guardaespaldas y aprovecharon la ocasión para zurrarle a gusto.

Lo primero que tengo que decir es que el nazismo y todos sus sucedáneos (franquismo incluido) me repugnan profundamente. Nadie que defienda ideologías tan asquerosas me merece el más mínimo respeto. Siento más amor por las ratas de alcantarilla que por los excrementos humanos que profesan el odio al diferente, que agreden a cualquiera que no piense como ellos (pensar es un verbo demasiado generoso para calificar lo que sea que sucede en sus defectuosos cerebros) y que ensalzan a genocidas cuyo único legado fue sangre, dolor y muerte.

Dicho esto, no puedo defender la paliza de los antifascistas murcianos, por mucho que “la intocable” pudiera merecerla. Fue una acción cobarde, del todo impropia de gente que se considere de izquierdas.

He leído en las redes sociales muchos comentarios de izquierdistas que la justifican calificándola de acción de autodefensa. Otros se alegran porque la neonazi recibió su merecido; alegan que la policía hace la vista gorda ante las agresiones nazis y que es inútil esperar que nuestro sistema judicial tome medidas contra los grupos violentos que campan a sus anchas.

Puede que tengan razón. En un país cuyos cimientos continúan bien anclados en el franquismo es posible asistir al encarcelamiento de dos titiriteros por enaltecimiento del terrorismo, a la condena de un cantante por hacer humor negro en Twitter y al procesamiento de cada vez más gente por motivos tan diversos como asistir a manifestaciones, quemar fotos del rey, resistirse al desahucio de personas sin recursos, o hacer chistes sobre la muerte de un genocida. Cuesta mucho más, en cambio, que un juez mande a prisión a un neonazi, que se retiren monumentos y placas en honor a las “proezas” franquistas o, simplemente, que el estado cumpla con los requerimientos de los organismos internacionales en cuanto a la incompatibilidad de un sistema democrático con la impunidad de los crímenes franquistas y el ignominioso olvido oficial al que continúan siendo sometidas sus víctimas.

Ni un paso atrás frente al fascismo, por supuesto que no. Pero enfrentarlo no es que una docena de personas pateen a una chica. Esa forma cobarde de actuar les coloca al mismo nivel que a quienes combaten. Los cobardes, los que actúan en grupo, los que humillan amparados en la superioridad numérica son ellos, la escoria humana.

En una democracia, por muy imperfecta que sea, por mucho que siga apestando a fascismo encubierto, renunciar al imperio de la ley es abrazar el ojo por ojo. Y emprender ese camino es muy peligroso. El uso indiscriminado de la violencia no es compatible con izquierda ni con antifascismo. El uso indiscriminado de la violencia, la violencia como argumento principal, es sinónimo de fascismo. Así que quienes justifican la paliza diciendo que la víctima es una neonazi peligrosa, están diciendo que vale el tomarse la justicia por su mano.

¿Y qué pasa si un día un grupo de antifascistas “caza” a otro/a neonazi y resulta que se confunden de objetivo? ¿Los disculpamos porque su intención era “buena” aunque hayan pateado a una víctima inocente? ¿Justificamos entonces los “daños colaterales”? ¿Justificamos entonces la tortura? ¿Y la pena de muerte? Sin duda que el mundo sería un lugar mucho mejor si desaparecieran todos los neonazis y todos los que pretenden imponer sus intereses mediante el uso de la violencia. ¿Los matamos? ¿Quién empieza?

No, por mucho que comparta el sentimiento antifascista, no puedo defender esa agresión.