Hace tiempo fui sometido a un test sorprendente y desolador. Un profesor amigo de la Universidad de Sevilla me retó a que encontrara alguna actividad o sector en España que fuera democrático. "Te pago una cena si lo encuentras", me dijo. Me reí porque pensé que era un farol y que tenía una cena ganada porque siempre sería fácil encontrar un resquicio de democracia en este país. Sin embargo, reflexioné, busqué, escruté y terminé estupefacto porque nunca logré encontrar ni un solo reducto democrático en el sistema español.
Desesperado, sabiendo que perdía, le dije que "la libertad de expresión", a lo que me respondió "¿Estas seguro?". Le dije que "no", pero que no encontraba nada mejor que decir. Él me respondió entonces que la libertad de expresión, cuando es utilizada con cierta plenitud en España, tiene penalización por parte del poder y me preguntó ¿No conoces a nadie a quién le hayan negado subvenciones o contratos públicos por criticar al poder? ¿Tampoco conoces a nadie que haya sido marginado y relegado en su puesto de trabajo por ser independiente y libre en sus expresiones? Tuve que responderle que "sí" que conozco muchos casos de gente marginada y castigada porque es crítica.
Seguidamente me explicó algo que yo sé, pero que siempre es bueno oír: "La libertad de expresión está estrechamente vinculada a la libertad de información, que es el derecho del ciudadano a informar y a ser informado libre y verazmente sobre la actualidad y los asuntos que le interesan y competen, sobre todo los de índole pública. Es derecho es todavía más intensamente violado en la falsa democracia española porque el ciudadano es manipulado y sometido a engaños, mentiras, confusiones y, sobre todo, a un bombardeo atronador de propaganda política, diseñada por el marketing, que le impide siempre conocer la verdad".
Seguimos hablado y repasando sectores vitales del sistema, todos ellos sometidos a tensiones antidemocráticas y con funcionamiento más propio de una tiranía que de una democracia auténtica: el Parlamento, cuyos diputados sólo pueden hablar cuando se lo permiten sus partidos y sólo pueden decir lo que sus líderes quieren, estando también prohibido el voto en conciencia; la Justicia, politizada hasta la nausea, con partidos que nombran magistrados en los altos tribunales; la sociedad civil, ocupada por los partidos políticos y por el sector público, maniatada e imposibilitada de cumplir su misión democrática de servir de contrapeso al poder estatal; las elecciones sin libertad, con promesas electorales que no se cumplen y con unos partidos que hacen las listas e impiden al ciudadano elegir a quien él desee; la igualdad, mil veces violada desde el poder; los derechos humanos, violados igualmente... en fin, sector por sector, actuación por actuación, todo podrido y sin encontrar ni siquiera el aroma o el rastro de la democracia.
Desde entonces, cuando percibo que la ocasión es propicia y la audiencia está preparada para la prueba, lanzo el mismo reto a mis alumnos en cursos de postgrado a los que me invitan en las universidades y a la audiencia de mis conferencias. Aunque parezca increíble, nunca nadie me ha señalado nada que sea realmente democrático en España.
Ahora lanzo el mismo reto a los lectores de Voto en Blanco: ¿Hay alguien en este blog que pueda ayudarme a encontrar algo que sea democrático en este país? Me apuesto una cena y que conste que me gustaría perderla.
En apariencia me arriesgo demasiado, pero el drama de España es tan atroz que no temo arruinarme, como sería lógico, pagando cenas a mis lectores.
También en esto de la democracia, España es diferente.