“Sólo un genio como Nicanor Parra es capaz de lograr que leamos poesía con la misma urgencia con que sale un disparo, y que sin notarlo sigamos leyendo sus versos completamente heridos. La bala estalla dentro del lector con una sonrisa, una carcajada o una mueca de perplejidad”, afirma Matías Rivas en la Nota a la edición que cierra El último apaga la luz, una amplia selección de la poesía del chileno Nicanor Parra (1914-2018) que publica Lumen en un volumen del que el responsable de la edición señala que “contiene -a mi entender- el centro neurálgico de la obra poética de Nicanor Parra.”
Fue el propio Parra, una de las voces más renovadoras de la poesía en español, quien se encargó de proponer hace muchos años la secuencia canónica de su trayectoria poética, que se abre con Poemas y antipoemas (1954), que -aunque casi veinte años posterior a su inicial Cancionero sin nombre- el autor consideraba el primer libro de ese canon. Incorporó a ese libro, que esta edición de su Obra selecta recoge en su integridad, poemas escritos desde 1942, como este ‘Autorretrato’:
Considerad, muchachos,Esta lengua roída por el cáncer:Soy profesor en un liceo obscuro,He perdido la voz haciendo clases.(Después de todo o nadaHago cuarenta horas semanales.)¿Qué os parece mi cara abofeteada?¡Verdad que inspira lástima mirarme!Y qué decís de esta nariz podridaPor la cal de la tiza degradante.
En materia de ojos, a tres metrosNo reconozco ni a mi propia madre.¿Qué me sucede? —Nada.Me los he arruinado haciendo clases:La mala luz, el sol,La venenosa luna miserable.Y todo para qué,Para ganar un pan imperdonableDuro como la cara del burguésY con sabor y con olor a sangre.¡Para qué hemos nacido como hombresSi nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a vecesVeo formas extrañas en el aire,Oigo carreras locas,Risas, conversaciones criminales.Observad estas manosY estas mejillas blancas de cadáver,Estos escasos pelos que me quedan,¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,Joven, lleno de bellos ideales,Soñé fundiendo el cobreY limando las caras del diamante:Aquí me tienen hoyDetrás de este mesón inconfortableEmbrutecido por el sonsoneteDe las quinientas horas semanales.
Sus Poemas y antipoemas son el yin y el yang, el principio masculino y el femenino, la luz y la sombra, el frío y el calor, como él mismo ha explicado. Seguramente a eso se refería también Pablo Neruda cuando decía de este libro que era “una delicia de oro matutino o un fruto consumado en las tinieblas.” Un libro que en realidad en sus tres partes contiene tres libros y tres direcciones poéticas:
-La reacción antivanguardista en los poemas neorrománticos y posmodernistas de la primera parte.
-Los textos expresionistas de crispada y amarga brutalidad de la segunda sección.
-Los más interesantes, por renovadores y personales, antipoemas, que entre Kafka, el surrealismo y los cortos de Chaplin, son el resultado de hacer circular por el poema tradicional la savia surrealista. Los antipoemas son el canto del cisne de las vanguardias y convierten a Parra en el último vanguardista de la lengua española.
Así termina uno de los más conocidos de esos antipoemas, Recuerdos de juventud:
Yo iba de un lado a otro, es verdad,Mi alma flotaba en las callesPidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;Con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementeriosDispuesto a no dejarme engañar.Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,Observaba de cerca las cosasO en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.
De esa manera hice mi debut en las salas de clases,Como un herido a bala me arrastré por los ateneos,Crucé el umbral de las casas particulares,Con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:Ellos leían el periódicoO desaparecían detrás de un taxi.
¡Adónde ir entonces!A esas horas el comercio estaba cerrado;Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cenaY en el abismo que nos separa de los otros abismos.
Se recogen aquí también la totalidad de las coplas festivas de La cueca larga, que son una revindicación literaria de la poesía popular y la canción como estas ‘Coplas del vino’:
El vino es todo, es el marLas botas de veinte leguasLa alfombra mágica, el solEl loro de siete lenguas.
Algunos toman por sedotros por olvidar deudasy yo por ver lagartijasy sapos en las estrellas.
Se incluye una selección de los afirmativos y alegres Versos de salón, a menudo paródicos, agresivos y de tono conversacional, como la emblemática ‘Montaña rusa’:
Durante medio sigloLa poesía fueEl paraíso del tonto solemne.Hasta que vine yoY me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece.Claro que yo no respondo si bajanEchando sangre por boca y narices.
O como ‘Discurso fúnebre’, que cierra el libro con esta estrofa:
Estoy viejo, no sé lo que me pasa.¿Por qué sueño clavado en una cruz?Han caído los últimos telones.Yo me paso la mano por la nucaY me voy a charlar con los espíritus.
En la melancolía lúdica e intimista de las Canciones rusas el poeta se reconcilia con su entorno, como en esta dedicada al astronauta Yuri Gagarin:
Las estrellas se juntan alrededor de la tierraComo ranas en torno de una charcaA discutir el vuelo de Gagarin.
Ahora sí que la sacamos bien:¡Un comunista rusoDando de volteretas en el cielo!Las estrellas están muertas de rabiaEntretanto Yuri GagarinAmo y señor del sistema solarSe entretiene tirándoles la cola.
En 1969 Parra reunió en Obra gruesa su primera antología personal, que incorporaba casi cincuenta poemas nuevos, como ‘Manifiesto’, que termina así:
Contra la poesía de las nubesNosotros oponemosLa poesía de la tierra firme—Cabeza fría, corazón calienteSomos tierrafirmistas decididos—Contra la poesía de caféLa poesía de la naturalezaContra la poesía de salónLa poesía de la plaza públicaLa poesía de protesta social.
Los poetas bajaron del Olimpo.
“Por su centralidad en el proyecto antipoético -explica la Nota a la edición- también se recoge entero Hojas de Parra”, que incluye ‘El hombre imaginario’ un poema que podría resumir el mundo literario y humano de Nicanor Parra, y varios fragmentos de la traducción-apropiación libre y creativa de Lear rey & mendigo, con la que Parra “llevó a cabo un acto definitivo que puso a su obra lejos de ser una traducción más de Shakespeare. Hizo de este clásico una versión propia, en la que se observa su especial habilidad formal para convertir el verso blanco isabelino en endecasílabos sin rima que se escuchan como salidos del habla callejera.” Un ejemplo, este monólogo de Lear:
Que el cielo me dé pacienciaLa paciencia que tanto necesito!Dioses aquí tenéis a un pobre viejoTan cargado de penas como de añosEs decir doblemente desdichado!Si sois vosotros quienes movilizáisEl corazón del hijo contra el padreNo permitáis que sea tan estúpidoComo para aceptarlo a cabeza gacha.Inspiradme una cólera noble.No dejéis que mi rostro de hombre se mancheCon implorantes lágrimas mujeriles.Nó arpías desnaturalizadas.Mi venganza va a ser de tal magnitudQue el mundo entero... Sí: lo haré.Todavía no sé lo que voy a hacerPero va a ser el terror de la tierra.Ustedes creen que voy a ponerme a llorarNó, no lloraré.
Bajo el título Calcetines huachos, cierran el volumen diecisiete poemas dispersos, recopilados de revistas o antologías y escritos en las últimas décadas de su existencia más que centenaria. Como este:
LO QUE YO NECESITO URGENTEMENTE
es una María Kodamaque se haga cargo de la biblioteca
alguien que quiera fotografiarse conmigopara pasar a la posteridad
una mujer de sexo femeninosueño dorado de todo gran creador
es decir una rubia despampananteque no le tenga asco a las arrugasen lo posible de primera manocero kilómetro para ser + preciso
O en su defecto una mulata de fuegono sé si me explico:honor & gloria a los veteranos del 69!con una viuda joven en el horizonteel tiempo no transcurre¡se resolvieron todos los problemas!el ataúd se ve color de rosahasta los dolores de guataprovocados × los académicos de Estocolmodesaparecen como × encanto
“Parra -señala Matías Rivas- no ha dejado de experimentar desde que empezó a escribir. Este libro es una constatación de su capacidad para tocar diversas fibras del sujeto contemporáneo sin dejarlo ileso.”
Este temprano ‘Epitafio’, de Poemas y antipoemas, lo refleja bien:
De estatura mediana,Con una voz ni delgada ni gruesa,Hijo mayor de un profesor primarioY de una modista de trastienda;Flaco de nacimientoAunque devoto de la buena mesa;De mejillas escuálidasY de más bien abundantes orejas;Con un rostro cuadradoEn que los ojos se abren apenasY una nariz de boxeador mulatoBaja a la boca de ídolo azteca—Todo esto bañadoPor una luz entre irónica y pérfida—Ni muy listo ni tonto de remateFui lo que fui: una mezclaDe vinagre y de aceite de comer¡Un embutido de ángel y bestia!
Santos Domínguez