El pueblo de Nicaragua y la Revolución Sandinista celebran hoy su aniversario 39, y recalco «celebran», porque pocas veces en la historia después de haberse enfrentado a tantas adversidades conjuntas en apenas semanas, se puede mantener la cabeza en alto y apelar a la historia para seguir creyendo que sí se puede, que la lucha continúa a sabiendas de que el camino seguirá siendo bien difícil.
Hace justamente un año, en la simbólica Plaza de la Fe, frente a los monumentos dedicados a figuras trascendentales como Augusto César Sandino y Hugo Chávez, cientos de miles de personas –la mayoría de ellos jóvenes– junto a líderes latinoamericanos y caribeños y los delegados e invitados al XXIII Encuentro del Foro de Sao Paulo celebrado en esa ciudad, levantaban banderas y entre cantos y vítores convertían aquella celebración en una hermosa ceremonia de hermanos que cantaban a la paz, la soberanía de nuestros pueblos, la hermandad y la confianza en el futuro.
Sería impensable entonces, que apenas unos meses después, la Nicaragua que amamos y que tanto ha representado en las luchas de este continente, fuese sometida a un guion ya conocido, desmedido y bien montado desde las oligarquías ultraderechistas –internas y externas– con el apoyo y la manipulación de la OEA y, por supuesto, del imperialismo norteamericano, aunque se haya pretendido disfrazar su presencia de las más disímiles formas.
En un país donde el 40 % de la población tiene menos de 40 años, se gestó una guerra de símbolos, con la más feroz manipulación mediática y la combinación de diferentes críticas a la gestión gubernamental del Comandante Daniel Ortega, la articulación de facciones de la iglesia, los campesinos y empresarios que desembocaron en una atroz violencia callejera.
Las imágenes recurrentes de la toma de universidades y lugares simbólicos –muchos de ellos destrozados–, el ataque a instituciones y figuras gubernamentales de renombre, las caravanas de autos y los tranques, los incendios y hasta el asesinato de jóvenes y líderes sociales, centraban la atención y circulaban en todos los formatos posibles por el respaldo manipulador y malintencionado de los medios de comunicación y perfiles diversos en redes sociales.
Las justificaciones eran muchas: que si la reforma laboral, que si un decrecimiento económico, que si había «ingobernabilidad» en el país, construcción de supuestos hechos de corrupción, represión, violación reiterada de derechos humanos…
Lo que no decían los mal llamados grandes medios de comunicación, es que más de 45 millones de dólares se habían empleado en la preparación de jóvenes nicaragüenses en el exterior –sobre todo en Estados Unidos– para contribuir a subvertir el orden en Nicaragua, un país y un Gobierno de esos que resulta «incómodo» y muy simbólico para las luchas de la región, sobre todo en una región tan compleja como Centroamérica, donde es interés seguir manteniendo un clima «favorable» a los intereses del Norte.
Y mientras esto transcurre, una especie de confusión se genera: artistas e intelectuales nicaragüenses se prestan a dar visibilidad a la reacción contrarrevolucionaria, surge el Movimiento de los «Autoconvocados» y al exterior pocos países denuncian estos hechos.
Como en política, muy poco de lo que ocurre es casual, desde febrero de este año el Fondo Monetario Internacional (FMI) había realizado un informe en el que alertaba de «preocupaciones» sobre la economía de Nicaragua, claro, sin mencionar por un instante el esfuerzo realizado por el Gobierno sandinista en la última década en temas como la disminución de la pobreza, la ampliación de la red eléctrica nacional y el incremento de la seguridad hasta ocupar el primer puesto en Centroamérica.
En este sentido, el canciller nicaragüense Denis Moncada y otras autoridades del Gobierno han reiterado que la escalada de los sucesos en Nicaragua confirma el intento de un golpe de Estado que ha pretendido imponer un sector de la sociedad para derribar a un Gobierno legítimamente electo y cuyo resultado ha sido la muerte de personas inocentes –en su mayoría del sandinismo– en manos de grupos terroristas que nada tienen que ver con el sentir de las familias de ese país.
«Es nuestro deber defender la paz, seguridad, derecho a la vida y derechos fundamentales de todos los nicaragüenses, incluyendo la libre circulación. Nicaragua ha dicho: basta ya al sufrimiento impuesto», asegura Moncada, a lo que se han sumado dirigentes políticos, estudiantiles, de sectores y movimientos sociales, en la búsqueda de un diálogo coherente, civilizado, responsable y necesario.
«Nicaragua quiere paz», es la idea reiterada de quienes también por estos días del XXIV Encuentro del Foro de Sao Paulo en La Habana, argumentaban cómo se tejió y orquestó –paso por paso– la violencia desatada en ese país, con el mismo guion aplicado contra el proceso bolivariano de Venezuela, asegurando que, aunque queda trecho por recorrer, ya se sientan las bases para la estabilidad y el entendimiento en el país, con todos y para el bien de todos.
La Plaza de la Fe volverá a llenarse de banderas rojinegras, de cantos y vítores, de alabanzas por la paz y la reconciliación y Nicaragua tendrá otra hermosa jornada de celebración por su Revolución, que desde horas tempranas de este jueves acogerá a cientos de miles de personas y hermanos de varias partes del mundo que los acompañarán para estrechar esos lazos –que al decir del Che– no se pueden romper como los nombramientos.
La Revolución Sandinista seguirá teniendo, sin duda, una fuerte avalancha de adversidades de todo tipo que enfrentar, pero los pueblos que son fieles a su historia no se equivocan. Y esa hermosa tradición que cada 19 de julio los hace reunirse, abrazarse y desde la alegría y la paz desafiar la ignominia, seguirá permitiéndoles construir el camino hacia nuevas victorias.
ALGUNOS AVANCES DE LA REVOLUCIÓN SANDINISTA EN LA ÚLTIMA DÉCADA (EN LA LUCHA POR DESTERRAR A LA POBREZA
Y EL HAMBRE):
– Seguridad jurídica y ciudadana.
– Mayor alianza entre diferentes sectores: privados, trabajadores y el Gobierno.
– Baja inflación.
– Libre convertibilidad de su moneda, el córdoba, y solidez del régimen cambiario, sustentan una economía estable.
– Fuerte posición de las divisas extranjeras.
– Sectores que marcan pauta en el país: construcción (20 %), hotelería y restaurantes (11,5 %), intermediación financiera y servicios conexos (9,8), pesca y acuicultura (8,6), ganadería (5,5) y el comercio (5,4).
Tomado de Granma