Año: 2017
Editorial: Autopublicado
Género: Ciencia ficción
Valoración: Recomendable
El arte de soñar el futuro
Nicholas Avedon, autor de 11,4 sueños luz, la novela que traigo hoy, es un bloguero especializado en ciencia ficción especulativa, distopías, mundos futuros y cyberpunk. En su espacio se puede encontrar todo sobre este género, muy en boga desde hace unos años (y ahí sigue, por cierto). Como no podía ser de otra manera, este escritor nos trae una novela ambientada en la desagradable, injusta y depredadora París del siglo XXIII.
Ariel de Santos es un genio de los sueños vívidos, un nuevo arte que ha dejado atrás al cine y que consiste en hacer experimentar sensaciones casi reales al usuario. Sin embargo, tras la máscara de éxito, fama y riqueza de Ariel, se esconde un emigrante procedente de una parte no privilegiada del planeta, que es adicto al trank (la droga oficial) y que está siendo extorsionado por un desconocido que le acusó de haberse acostado con una menor. En este mundo desigual y en proceso de descomposición, la mejor salida parece ser embarcarse en el proyecto Veluss, un plan de colonización del sistema de Procion, a 11,4 años luz de la Tierra.
Con muchos de los principales ingredientes de la ciencia ficción especulativa mostrados abiertamente, arranca 11,4 sueños luz. Desde luego que no toma a nadie desprevenido: el lector sabe lo que se va a encontrar entre sus páginas y vaya que si lo va a encontrar. No creo que los entusiastas del género queden decepcionados, pero creo que eso no es lo más complicado. ¿Qué pasa con los demás lectores? Para ellos va dirigida esta crítica.
El trank ilegal no estaba alineado con el ADN, de forma que muchas veces no ocasionaba el efecto que uno buscaba. Era como intentar correr sobre una pista de hielo. Aun así yo inflaba mi deuda sin compasión. Había pasado de acostarme con mis modelos a hacer de proxeneta con ellas.
Por cierto, aunque me caiga mal, Ariel de Santos no deja de ser un tipo interesante. Nicholas Avedon lo sabe, y para mostrárselo con todo lujo de detalle a todo el mundo, ha recreado su web. Para mí, que mi trabajo me obliga a estar al día en las últimas técnicas y tendencias del marketing online para escritores, esta web ha sido una de las sensaciones del año.
Nicholas Avedon se ha destapado como un excelente narrador capaz de manejar el tempo de su obra con una precisión casi suiza. La historia avanza suave, piano, con un ritmo constante que deja que la tensión crezca. Los detalles que se van conociendo de la obra bastan para querer seguir adelante, lo que, como comentaba, lleva a consumirla en tiempo récord.
Haciendo equilibrios en la frontera entre realidad y ficción
Sin embargo, hay un par de aspectos relacionados con la ambientación que no han terminado de encajar del todo para mí. Por un lado, al tratarse del siglo XXIII, el problema del que se habla en el planeta es de la superpoblación (y las consecuencias de la flagrante desigualdad). No hay alusiones al clima, uno de los principales escollos que se ven hoy en día para las generaciones venideras. ¿Ha sido una catástrofe? ¿Pudo solucionarse? ¿Era un bulo tal y como algunos desaprensivos hoy en día afirman? Lo otro que no me ha convencido del todo es el papel de la mujer en este libro. Los roles de género siguen estando ahí, tan definidos como lo están hoy en día (incluso un poco más todavía). Entiendo que el mundo de la creación de sueños vívidos en el que se mueve Ariel de Santos es algo normal, pero aun así me resulta difícil de creer que en el año 2210 el trabajo técnico, artístico, logístico y económico sea llevado por hombres, y que la única presencia de mujeres sea como modelos para aparecer en los sueños. No me parece una evolución lógica.
Durante muchos años el arte de la manipulación digital de la imagen se había perfeccionado tanto que era imposible discriminar la ficción de la realidad, pero los verdaderos sentimientos eran todavía difíciles de falsificar. En un mundo donde todo se podía comprar y vender, las emociones puras eran de gran valor para aquellos que no podían tenerlos o querían más: el amor de una mujer, el abrazo de un ser querido o las conversaciones con un padre ya fallecido. Eran experiencias que se reconstruían con un conocimiento que era mitad arte y mitad ciencia.
Sin hacer ningún tipo de spoiler, el final no ha sido tan autoconclusivo como sería deseable. Pero si esto me cabrea es porque me he quedado con ganas de más, porque veo que 11,4 sueños luz es una (estupenda) introducción a una historia mayor. Por suerte, revisando el blog del autor ya he comprobado que está trabajando en ello. Si no, habría que ir pensando en empezar a enviarle sobres negros a su casa. Él sabrá qué significan...