Alumno del enciclopedista D’Alembert, Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet (1743-1794) fue nombrado inspector general de la Moneda gracias a su amistad con Anne-Robert-Jacques Turgot, ministro de Finanzas de Luis XVI. A partir de ese momento, Condorcet desplaza su interés desde las matemáticas, en las que había destacado por sus trabajos sobre el cálculo integral, a la filosofía y la política. Receptor de las ideas innovadoras que llegaban desde los recientemente constituidos Estados Unidos de América del Norte, en 1789, al estallar la Revolución francesa, esperaba asistir a una reconstrucción racionalista de la sociedad. Tras la Toma de la Bastilla fue elegido para el Consejo Municipal de París, al que representó en la Asamblea legislativa en 1791, de la que llegó a ser secretario.
La Revolución implicó una profunda reforma del Estado francés en la que se enfrentaron dos corrientes con puntos de vista opuestos: los Girondinos, partidarios de una reconstrucción pacífica del país y los Jacobinos, dirigidos por Maximiliano Robespierre, que propugnaban una depuración radical del pasado imperial francés.
Alineado con los Girondinos, Condorcet votó contra la ejecución de Luis XVI. Ello le valió ser acusado de traición, y el 3 de octubre de 1793 se dictó una orden de arresto contra él. Condorcet halló refugio en París en casa de una amiga, Madame Vernet, donde permaneció ocho meses durante los cuales escribió su Bosquejo de un cuadro histórico del progreso del espíritu humano.(*) El 25 de marzo de 1794 abandonó su escondite y trató de huir de París con poco éxito, pues dos días más tarde fue detenido en Clamart y encarcelado en Bourg-Egalité (Bourg-la-Reine). Un par de días después apareció muerto en su celda, víctima de un edema pulmonar, aunque la tradición también habla de suicidio.
En ese Bosquejo..., que su viuda publicaría a título póstumo en 1795, Condorcet afirma que “Existe una causa necesaria de desigualdad, de dependencia e incluso de miseria, que amenaza sin cesar a la clase más numerosa y más activa de nuestras sociedades”, apuntando una idea para reducir la desigualdad, la inseguridad y la miseria, que anuncia ya lo que hoy conocemos como Seguridad Social.
Mostraremos que se la puede destruir en gran parte, oponiendo el azar a sí mismo; asegurando a aquellos que llegan a la vejez un seguro producido por sus ahorros, pero aumentado por el de aquellos individuos que, haciendo el mismo sacrificio, mueren antes de ver llegado el momento de tener necesidad de recoger el fruto; procurando, por el efecto de una compensación similar, a las mujeres, a los niños, en el momento en el que ellos pierden a su esposo o a su padre, un recurso igual y adquirido al mismo precio, ya sea para las familias afligidas por una muerte prematura, ya para aquellas que conservan al cabeza durante más tiempo; preparando, en fin, a los niños hasta que lleguen a la edad de trabajar por ellos mismos y de fundar una familia nueva, la ventaja de un capital necesario para el desarrollo de su propia industria, y acrecentándose a expensas de aquellos a los que una muerte demasiado temprana impide llegar a ese término.
El mantenedor del blog pide disculpas por si estas referencias históricas parecen algo obsoletas. Pero es que estoy sinceramente harto de la actualidad y necesitaba elevarme un poco sobre la vulgaridad de los discursos políticos actual.
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(*)Condorcet, Esquisse d'un tableau historique des progres de l'esprit humain (1795). El texto se puede obtener pinchando sobre este enlace.