Comentarios al Libro de Visitas de Santo Toribio.
By: Bernex, Nicole
Publication: Espacio y Desarrollo http://www.articlearchives.com/1900012-1.html Date: Sunday, January 1 2006 Vol. 18, p. 157
Esta obra extraordinaria, que ha sido producida gracias al insigne artesano de la historia de la Iglesia, el doctor José Antonio Benito, contiene apreciaciones de las visitas de Santo Toribio, puntuadas preciosamente por fragmentos de cartas del Santo Padre de América y de sus cercanos
colaboradores.
El libro contiene 46 páginas de introducción y notas, y diez mapas facilitan la lectura de la obra, pues muestran los itinerarios de las visitas de Santo Toribio Alfonso Mogrovejo y ofrecen un dimensionamiento espacial de los territorios visitados.
Las visitas están relatadas en 444 páginas con innumerables anotaciones y múltiples precisiones sobre los lugares visitados, así como distintos modos de presentación, según los secretarios encargados de levantar la información, que serviría para construir la memoria pastoral del Arzobispado de Lima para aquella época.
Es así que el libro constituye en realidad una memoria eclesial que hoy ha tomado la forma de un libro, que se revela como una joya por la riqueza asombrosa que significa para nuestro tiempo, por los múltiples horizontes que descubre a los ojos del científico, del estadista, del ciudadano y del hombre y la mujer de fe.
HORIZONTES NUEVOS PARA EL CIENTÍFICO
En las visitas, todo quedaba anotado: el estado de los indios, de la Iglesia, de los confirmados, de los ganados, de los obrajes y telares, de las estancias y características del lugar. Veamos cómo muestra la visita a la doctrina de Santo Domingo
En el pueblo de Santo Domingo de Yungay, de que son curas el P.
Pedro Gonzalo y Fray Francisco Chacón, de la orden de Santo
Domingo, y saben razonablemente la lengua. Hay en él 673 indios
tributarios y 188 Reservados, 1.877 de Confesión y 3.253 Ánimas.
Confirmó su señoría la vez pasada 3.132 y esta vez 591.
Hay en este pueblo 2 obrajes, el uno es del encomendero D.
Jerónimo de Guevara ... Hay 10 telares y 40 tornos. Tiene de
provisión: 50 indios casados y 100 muchachos de toda su encomienda
[...]. Págaseles a los casados que son cardadores a 20 p por año y
los pecheros a 24 y los tejedores a 28 / y los muchachos a 13 y 16
El centro de la comunidad de dicho pueblo tiene 8 telares y 67
tornos, tiene de provisión 27 indios y 50 muchachos, todos de esta
doctrina. Págaseles a los casados a real cada día y a los muchachos
a medio real.
Tiene 8 estancias en contorno [...]. La cofradía de Nuestra
Señora del Rosario tiene 1.218 cabezas de ganado ovejuno y ocupa 2
indios casados. La comunidad tiene 2 indios casados con ovejas.
Tiene de sínodo esta doctrina a 350 p ensayados; cada sacerdote
con plata y comida. El pueblo es de buen templo. Tiene el hospital
de este pueblo 1.333 cabezas de ganado ovejuno.Pedro Gonzalo y Fray Francisco Chacón, de la orden de Santo
Domingo, y saben razonablemente la lengua. Hay en él 673 indios
tributarios y 188 Reservados, 1.877 de Confesión y 3.253 Ánimas.
Confirmó su señoría la vez pasada 3.132 y esta vez 591.
Hay en este pueblo 2 obrajes, el uno es del encomendero D.
Jerónimo de Guevara ... Hay 10 telares y 40 tornos. Tiene de
provisión: 50 indios casados y 100 muchachos de toda su encomienda
[...]. Págaseles a los casados que son cardadores a 20 p por año y
los pecheros a 24 y los tejedores a 28 / y los muchachos a 13 y 16
El centro de la comunidad de dicho pueblo tiene 8 telares y 67
tornos, tiene de provisión 27 indios y 50 muchachos, todos de esta
doctrina. Págaseles a los casados a real cada día y a los muchachos
a medio real.
Tiene 8 estancias en contorno [...]. La cofradía de Nuestra
Señora del Rosario tiene 1.218 cabezas de ganado ovejuno y ocupa 2
indios casados. La comunidad tiene 2 indios casados con ovejas.
Tiene de sínodo esta doctrina a 350 p ensayados; cada sacerdote
con plata y comida. El pueblo es de buen templo. Tiene el hospital
de este pueblo 1.333 cabezas de ganado ovejuno.
José María Iraburu precisa en sus Hechos de los apóstoles en América cómo los secretarios de visita que se turnaban para acompañar al señor arzobispo quedaban agotados. Sin embargo, Santo Toribio iba adelante incansablemente y no era llevado por indígenas en litera o silla de manos --como se acostumbraba entre indios o españoles principales--, sino siempre en mula o a pie, como dice Almansa, "solo por no dar molestia ni trabajo a los indios". Viajaba en mula a veces por laderas asomadas a los abismos andinos "que parecía milagroso dejarse de matar". O, si no era posible colocar la cabalgadura, "muchas veces a pie, con las ciénagas y lodo hasta las rodillas y muchas caídas".
No era raro para él tener que pasar la noche al sereno. Utilizaba entonces la montura de la mula como cabezal. Y también le servía para cubrirse con ella en los aguaceros que a veces les sorprendían de camino, perdidos, lejos de cualquier tambo, en soledades donde nadie había para orientarles.
Los indios estaban con frecuencia dispersos fuera de las doctrinas y pueblos. Pero Santo Toribio no limitaba sus visitas pastorales a estos centros principales, ni empleaba delegados, sino que él mismo se allegaba, según los testimonios de sus acompañantes, "[...] visitando personalmente y consolando a sus ovejas, no dejando cosa por ver [...]. No dejando huaicos, cerros ni valles que él mismo por su persona no los visitase con grandísimo trabajo y riesgo de su vida [...]. No contentándose con andar y visitar los pueblos grandes, sino los cortijos, pueblos y chácaras, aunque en ellos no hubiese más de tres o cuatro viejos [...]. Muchas veces a pie".
Indudablemente, estas visitas permitieron al Santo, ejemplar constructor de unidad eclesial y valeroso defensor de la dignidad de la persona, conocer a sus ovejas, en su dimensión humana y sus modos y medios de vida, y nos deja en herencia un mapa vivo de aquel territorio a fines del siglo XVI.
Permite, además, confrontar estos aportes con los de insignes viajeros científicos como Cosme Bueno, cosmógrafo real, y Antonio Raimondi, sabio y naturalista. El primero realizó una descripción de las provincias pertenecientes al Arzobispado de Lima en 1763; refirió muchos de los pueblos visitados por Santo Toribio y precisó su estado. Asimismo, recordó que "[...] cerca de Macate está la fuente milagrosa, que brotó agua por intercesión del glorioso Santo Toribio, estando en la visita, y viendo afligidos a sus vecinos con ánimo de desamparar el pueblo por falta de agua".
También los aportes de Cosme Bueno y Raimondi facilitan la confrontación de los topónimos de los lugares visitados con otros más tardíos. Es así que de Cajamarca de la doctrina de Pira (folio 18) es --siglo y medio después-- Cajamarquilla, anexo del pueblo de Pampas. Un siglo más tarde, Raimondi nos dice que Cajamarquilla tiene poca población y pocos recursos lo que le da un carácter de pueblo silencioso y que, juntamente con Pira, se hallan en la Cordillera Negra y pertenecen a los pueblos de vertiente. (3)
Tarea muy grande y compleja es localizar todos los lugares; para ello, hay que confrontar las visitas del patrono de los obispos de América con la de otros viajeros, misioneros y científicos
Personalmente, y sin poder considerar la llamada visita preliminar en 1581, año en el cual Santo Toribio llega a Lima, realizó una primera salida de su sede "para tomar claridad y lumbre de las cosas que en el concilio se habían de tratar", sin considerar la Primera Visita General entre 1584 y 1590, ni las visitas parciales, "hice un recuento de 705 lugares, doctrinas, pueblos, estancias y obrajes", sin contar tampoco aquellos lugares desolados donde iba el solícito y generoso servidor del indígena, del negro, del marginado, como solía llamarlo Juan Pablo II.
El territorio de la arquidiócesis limeña alcanzaba unos 300 mil km2 aproximadamente, o sea, la cuarta parte del actual territorio nacional del Perú. Abarcaba los desolados arenales de la costa, las difíciles cumbres empinadas de la sierra y una parte de la casi impenetrable ceja de selva. Por ello, todas las notas de visita constituyen un verdadero espejo de la realidad de aquella época --a menudo desconocida--, que debe ser rescatada para comprender mejor los procesos de ocupación del territorio y de organización social.
Este libro abre horizontes nuevos tanto para el estadista como para el ciudadano, razón por la cual en la misa del cuarto centenario de la muerte de Santo Toribio de Mogrovejo, durante su homilía en la basílica de Santa María la Mayor, el Cardenal Giovanni Battista destacó "cuán conmovedor ver en algunos lugares de la sierra del Perú, que aún hoy constituyen destinos difíciles, una inscripción en la que se lee: <<Aquí estuvo Santo Toribio de Mogrovejo".
Asimismo, muchas parroquias e iglesias tienen al santo como patrono: para citar algunas, las parroquias de Huari y Lancones, y los distritos de Huata y Raca, en la Cordillera Negra. Más aún, algunos tienen el insigne honor de llevar su nombre, como el distrito de Santo Toribio, en la provincia de Caraz, departamento de Áncash.
Igualmente, innumerables colegios llevan su nombre. Por citar solo algunos, el colegio Santo Toribio de Mogrovejo de Zaña o la escuela Santo Toribio de Mogrovejo para niños autistas, sordomudos y con síndrome de Down de Trujillo. También una universidad, la Santo Toribio de Mogrovejo de Lambayeque; una asociación de moradores de asentamientos humanos en Chiclayo; calles numerosas. Todo ello es memoria de aquellas visitas tan humanas en pueblos, hospitales o policlínicos. Las visitas nos aclaran el sentido de todo ello: el Santo va siempre al grano, a las personas; a nadie olvida. Cada persona es importante donde está y no es nuestro el tiempo. Él sabía aquello de San Pablo: "el tiempo es corto" (1 Cor 7, 29).
José María Iraburu precisa en sus Hechos de los apóstoles en América cómo los secretarios de visita que se turnaban para acompañar al señor arzobispo quedaban agotados. Sin embargo, Santo Toribio iba adelante incansablemente y no era llevado por indígenas en litera o silla de manos --como se acostumbraba entre indios o españoles principales--, sino siempre en mula o a pie, como dice Almansa, "solo por no dar molestia ni trabajo a los indios". Viajaba en mula a veces por laderas asomadas a los abismos andinos "que parecía milagroso dejarse de matar". O, si no era posible colocar la cabalgadura, "muchas veces a pie, con las ciénagas y lodo hasta las rodillas y muchas caídas".
No era raro para él tener que pasar la noche al sereno. Utilizaba entonces la montura de la mula como cabezal. Y también le servía para cubrirse con ella en los aguaceros que a veces les sorprendían de camino, perdidos, lejos de cualquier tambo, en soledades donde nadie había para orientarles.
Los indios estaban con frecuencia dispersos fuera de las doctrinas y pueblos. Pero Santo Toribio no limitaba sus visitas pastorales a estos centros principales, ni empleaba delegados, sino que él mismo se allegaba, según los testimonios de sus acompañantes, "[...] visitando personalmente y consolando a sus ovejas, no dejando cosa por ver [...]. No dejando huaicos, cerros ni valles que él mismo por su persona no los visitase con grandísimo trabajo y riesgo de su vida [...]. No contentándose con andar y visitar los pueblos grandes, sino los cortijos, pueblos y chácaras, aunque en ellos no hubiese más de tres o cuatro viejos [...]. Muchas veces a pie".
Indudablemente, estas visitas permitieron al Santo, ejemplar constructor de unidad eclesial y valeroso defensor de la dignidad de la persona, conocer a sus ovejas, en su dimensión humana y sus modos y medios de vida, y nos deja en herencia un mapa vivo de aquel territorio a fines del siglo XVI.
Permite, además, confrontar estos aportes con los de insignes viajeros científicos como Cosme Bueno, cosmógrafo real, y Antonio Raimondi, sabio y naturalista. El primero realizó una descripción de las provincias pertenecientes al Arzobispado de Lima en 1763; refirió muchos de los pueblos visitados por Santo Toribio y precisó su estado. Asimismo, recordó que "[...] cerca de Macate está la fuente milagrosa, que brotó agua por intercesión del glorioso Santo Toribio, estando en la visita, y viendo afligidos a sus vecinos con ánimo de desamparar el pueblo por falta de agua".
También los aportes de Cosme Bueno y Raimondi facilitan la confrontación de los topónimos de los lugares visitados con otros más tardíos. Es así que de Cajamarca de la doctrina de Pira (folio 18) es --siglo y medio después-- Cajamarquilla, anexo del pueblo de Pampas. Un siglo más tarde, Raimondi nos dice que Cajamarquilla tiene poca población y pocos recursos lo que le da un carácter de pueblo silencioso y que, juntamente con Pira, se hallan en la Cordillera Negra y pertenecen a los pueblos de vertiente. (3)
Tarea muy grande y compleja es localizar todos los lugares; para ello, hay que confrontar las visitas del patrono de los obispos de América con la de otros viajeros, misioneros y científicos.
Personalmente, y sin poder considerar la llamada visita preliminar en 1581, año en el cual Santo Toribio llega a Lima, realizó una primera salida de su sede "para tomar claridad y lumbre de las cosas que en el concilio se habían de tratar", sin considerar la Primera Visita General entre 1584 y 1590, ni las visitas parciales, "hice un recuento de 705 lugares, doctrinas, pueblos, estancias y obrajes", sin contar tampoco aquellos lugares desolados donde iba el solícito y generoso servidor del indígena, del negro, del marginado, como solía llamarlo Juan Pablo II.
El territorio de la arquidiócesis limeña alcanzaba unos 300 mil km2 aproximadamente, o sea, la cuarta parte del actual territorio nacional del Perú. Abarcaba los desolados arenales de la costa, las difíciles cumbres empinadas de la sierra y una parte de la casi impenetrable ceja de selva. Por ello, todas las notas de visita constituyen un verdadero espejo de la realidad de aquella época --a menudo desconocida--, que debe ser rescatada para comprender mejor los procesos de ocupación del territorio y de organización social.
Este libro abre horizontes nuevos tanto para el estadista como para el ciudadano, razón por la cual en la misa del cuarto centenario de la muerte de Santo Toribio de Mogrovejo, durante su homilía en la basílica de Santa María la Mayor, el Cardenal Giovanni Battista destacó "cuán conmovedor ver en algunos lugares de la sierra del Perú, que aún hoy constituyen destinos difíciles, una inscripción en la que se lee: <<Aquí estuvo Santo Toribio de Mogrovejo".
Asimismo, muchas parroquias e iglesias tienen al santo como patrono: para citar algunas, las parroquias de Huari y Lancones, y los distritos de Huata y Raca, en la Cordillera Negra. Más aún, algunos tienen el insigne honor de llevar su nombre, como el distrito de Santo Toribio, en la provincia de Caraz, departamento de Áncash.
Igualmente, innumerables colegios llevan su nombre. Por citar solo algunos, el colegio Santo Toribio de Mogrovejo de Zaña o la escuela Santo Toribio de Mogrovejo para niños autistas, sordomudos y con síndrome de Down de Trujillo. También una universidad, la Santo Toribio de Mogrovejo de Lambayeque; una asociación de moradores de asentamientos humanos en Chiclayo; calles numerosas. Todo ello es memoria de aquellas visitas tan humanas en pueblos, hospitales o policlínicos. Las visitas nos aclaran el sentido de todo ello: el Santo va siempre al grano, a las personas; a nadie olvida. Cada persona es importante donde está y no es nuestro el tiempo. Él sabía aquello de San Pablo: "el tiempo es corto" (1 Cor 7, 29).
Ciertamente, como lo dice José María Iraburu,
La Providencia divina le hizo superar muchos peligros graves.
Contaremos solo un par de ejemplos. Una vez, queriendo llegar a
Taquilpón, añejo a la doctrina de Macate, había de atravesar el
río Santa, que estaba en crecida impetuosa. Allí no servían ni
balsas de enea, ni flotadores de calabazas, ni los demás trucos
habituales. Allí hubo que tender un cable de lado a lado, bien
tenso entre dos postes, y atado el cuerpo del arzobispo con unas
cuerdas y suspendido así del cable, fueron tirando de él desde
la orilla contraria, con el estruendo vertiginoso del potente río
a sus pies. Y una vez cumplida y bien cumplida su misión pastoral,
con visita y muchas confirmaciones, otra vez la misma operación a
la inversa [...]. (4)
Cuántos ejemplos para los que tienen poder de decisión, que tienen entre sus manos el destino de los pueblos, de las personas. Cómo la entrega de Santo Toribio echa unas luces nuevas sobre el sentido del desarrollo humano, de un desarrollo con rostro humano, para cada persona, para cada hijo. Cuántas lecciones de solidaridad y de fraternidad, tan importantes en la construcción de una ciudadanía responsable que debe conocer y conocerse para actuar con opciones claras para la vida.
Memoria eclesial no destinada a constituirse en libro, el libro de visitas de Santo Toribio de Mogrovejo es más que un libro o es un libro excepcional. Al recoger de manera tan fiel las andanzas del Santo, sus múltiples atenciones para con los más pequeños, su descuido de sí mismo y su enorme celo por el Evangelio, este libro hace una lectura de nuestras vidas. Vale recordar uno de aquellos días ordinarios vividos por Santo Toribio. Su capellán, Diego de Morales, cuenta que, acompañándolo en la visita de 1598 y 1599 junto con Juan de Cepeda, capellán también, y el negro Domingo, se les hizo la noche a orillas de un río muy caudaloso. Como no tenían más que un pan, el arzobispo lo dividió en cuatro, y así cenaron. Rezó el breviario, paseó un poco y se acostó a dormir en el suelo, con la silla de la mula como cabezal. Al poco rato, se inició "un aguacero muy terrible", que duró hasta el amanecer, y él "no tuvo otro reparo más que taparse con el caparazón de la silla".
Muy de mañana, en ayunas, emprendieron la marcha a pie, y el arzobispo iba rezando las Horas mientras subían una gran cuesta. Y "como había pasado tan mala noche, se sintió fatigado", y hubieron de ofrecerle un bastón, pero él "no le quiso admitir hasta que pagaron a un indio, cuyo era, cuatro reales por él, y entonces le tomó". Llegó por fin, "sudando y fatigado del camino", a la doctrina que llevaba el dominico Fray Melchor de Monzón. Allí fue a la iglesia, hizo oración, predicó a los indios en la misa, y estuvo confirmando hasta las dos del mediodía. Cuando se sentó a comer eran ya las tres, y estaba "bien cansado y trabajado".
Entonces, se le ocurrió preguntar al padre doctrinero si faltaba alguno por confirmar. Tras algunas evasivas, el arzobispo exigió la verdad, y el padre hubo de decirle que a un cuarto de legua, en un huaico, había un indio enfermo. El arzobispo se levantó de la mesa y se fue allá con el capellán Cepeda. El indio estaba en un altillo, "que si no era con una escalera, no pudieran subir". Lo animó y lo confirmó con toda solemnidad, como si hubiera "un millón de personas". Regresó después, a las seis de la tarde, y se sentó a comer.
Personalmente, no deja de impresionarme su pasión por el sacramento de la confirmación, y quisiera citar unos datos para aclararlo. Dilató el Reino de Dios en América Meridional. "Confirmó más de ochocientas mil almas" --afirma su sobrino clérigo, Luis de Quiñones, ateniéndose a los registros. Hizo más de medio millón de bautismos. Anduvo 40 mil kilómetros: a veces, la cantidad es tan enorme que se trasforma en calidad, en dato cualitativo.
Cómo no recordar aquí a San Agustín, que no se cansaba de afirmar que "todo hombre es prójimo de otro hombre" y que no quería salvarse sin todos sus hermanos. Él creía, esperaba y amaba la salvación de todos sus hermanos. Hizo miles de kilómetros en África, por territorios muy difíciles. Santo Toribio y San Agustín, al igual que tantos santos extraordinarios a fuerza de ser ordinarios, ardían en deseo de salvación de sus prójimos: ardían en amor. El libro de visitas es indudablemente una joya, una joya de un amor verdadero, de un amor oblativo, que hizo decir a su fiel capellán, Sancho Dávila, "Conoció este testigo que el amor de verdadero pastor y gran santidad de dicho señor arzobispo le hacía sufrir y hacer lo que ... ni persona particular pudiera hacer".
Debería también hacer una crítica merecida de los diez mapas. No han sido elaborados por especialistas. Carecen de escala y de precisión. No responden a las reglas de la semiología gráfica, pero tienen el humilde e importante papel de ayudar al lector a tomar conciencia de las distancias y de los espacios. También tengo que reconocer que el doctor José Antonio Benito vino a verme para ayudarle en plasmar estas visitas en mapas. Ustedes lo han entendido; es un trabajo titánico, aunque necesario. No puede haber tal herencia sin una ilustración adecuada. Se necesita tiempo e indudablemente un equipo interdisciplinario.
Esta obra es otra manera de entender, hoy en día, que la Iglesia debe ser Casa y Escuela de Comunión. Es llena de caminos y horizontes nuevos. Por ello, espero que este libro de visitas se constituya en la primera piedra de muchos trabajos y reflexiones para crecer en humanidad, y así crecer en fraternidad como comunidad nacional y familia de fe. Será nuestra manera de agradecer a este gran santo, Santo Padre de América.
Nicole Bernex (2)
(1) Benito Rodríguez, José Antonio, Introducción, transcripción y notas del Libro de visitas de Santo Toribio de Mogrovejo (1593-1605). Lima. Fondo Editorial, PUCP, 2006.
(2) Doctora en Geografía. Profesora Principal y Directora Académica del Centro de Investigación en Geografía Aplicada (CIGA), Pontificia Universidad Católica del Perú.
(3) RAIMONDI, Anronio. El departamento de Áncash y sus riquezas minerales. Lima: P.Lira, 1873.
(4) José María Iraburu. "Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado Iberoamericano" en Hechos de los apóstoles en América <http//: www.members.tripod.com/~hispanidad/hechos20.htm