"El blanco lleva en sí su propia sombra, su caducidad, su polvo. Es un color, no algo neutro. En cierto modo se parece al cristal en que, siendo casi imperceptible, tiene un gran peso. Parece etéreo, pero no lo es. Se usaba en el Norte y en las montañas, donde la luz fría, reflejada en invierno sobre la nieve, se deposita sobre las superficies blancas de las casas, reverberando y difundiéndose en el interior." (Roberto Peregalli, Los lugares y el polvo)
No es casual que la nieve sea blanca. ¿Podría ser de otro color el manto que todo lo cubre? ¿La sábana de nuestros valles y pueblos? ¿El polvo de tantos anhelos ahora suspendidos? Diría Platón que la nieve se hizo blanca, en un alarde de soberbia mezquina, cuando la blancura se hace nieve, reposándose y diferenciando, ¡de una vez y para siempre!, los contornos de las cosas, y de sus historias:
"El blanco lleva en sí su propia sombra, su caducidad, su polvo. Es un color, no algo neutro. En cierto modo se parece al cristal en que, siendo casi imperceptible, tiene un gran peso. Parece etéreo, pero no lo es. Se usaba en el Norte y en las montañas, donde la luz fría, reflejada en invierno sobre la nieve, se deposita sobre las superficies blancas de las casas, reverberando y difundiéndose en el interior." (Roberto Peregalli, Los lugares y el polvo)
"El blanco lleva en sí su propia sombra, su caducidad, su polvo. Es un color, no algo neutro. En cierto modo se parece al cristal en que, siendo casi imperceptible, tiene un gran peso. Parece etéreo, pero no lo es. Se usaba en el Norte y en las montañas, donde la luz fría, reflejada en invierno sobre la nieve, se deposita sobre las superficies blancas de las casas, reverberando y difundiéndose en el interior." (Roberto Peregalli, Los lugares y el polvo)