"Nieve desde la ventana". Foto del autor de blog. Enero 2009
Y nieve crecida en la más recóndita esquina del corazón de mi infancia, de todas las infancias. La que viví de niño en los descampados de mi barrio y la que, cuando eran niños, sorprendí, en las mañanas de nieve, en las pupilas de mis hijos. Esa es, de forma depurada, la nieve que tiembla en el poema que escribí hace tantos años. Aquí os lo dejo. Como un extraño regalo en esta noche de nieve y puertos de montaña cerrados y calles intransitables.
NIEVE
La sorprendida nieve
cubre tu corazón, que es como el valle.
Como el valle de enero, luz helada. Aire en suspenso
como una larga duda
temblando bajo el humo de la tarde.
Llegamos de la nieve con los años al hombro. En esta tierra,
la de la eternidad imaginada, la infancia que perdimos
tiene en la nieve su más estricta luz, su posesión,
su amanecer, su aliento.
¿Quién olvida
esa luz fría que puso a nuestro alcance la mañana
de un enero perdido en la maleza? ¿No es acaso
parte de la memoria su fría longitud, tierra sin voz
su contextura?
Crecimos con su imagen
prendida a nuestros ojos, asediando la casa,
extenso territorio al que no se retorna.
No se vuelve a su luz. Tampoco a su silencio.
No se regresa al alba
que nos mostró la nieve un viejo enero.
La manchó el tiempo.
Como barro, los días
destruyeron su luz inmaculada, esa tierra sin voz
donde muere la aurora,
se afirma la pisada, busca el lodo, las hierbas ateridas,
las cruel posesión que fue el invierno
bajo la blanca luz que recordamos.
(De Quebrada luz. 1996)