Antes oraban a sus dioses en plena naturaleza. Solían pasear, meditar en el bosque, ahora, explica una de las participantes en el documental Poisoned Fire, “la explotación de gas y petróleo se ha llevado a estos dioses muy lejos”.
La vida lucha por abrirse paso, pero el crudo y, sobre todo, la quema de gas -sale más rentable prender fuego al gas natural que transportarlo- lo infecta todo. El fuego, “libera tantos gases de efecto invernadero como 18 millones de coches”. Enfermos, con los ojos inyectados en sangre y sempiternos picores, los habitantes de las zonas rurales luchan por su subsistencia respirando sustancias cancerígenas en un lugar donde “mueren hasta los caracoles. El petróleo está matando todo, los niños pequeños están muriendo”.
Cada vez son más las voces que se alzan en contra de Shell. La población quiere recuperar sus tierras y acabar con la contaminación aunque, por supuesto, no todos se atrevan a hablar; el temor se ha extendido tanto como el crudo enfanga las tierras. El miedo es palpable. Se desconoce hasta donde alcanza el poder de la multinacional holandesa y los sucesivos gobiernos corruptos. Shell fue condenada en el 2009 a pagar 11 millones tras un juicio relacionado con la ejecución de nueve personas.
Es una pena: Tanto sufrimiento y todo, absolutamente todo, por llenar el depósito. Shall Shell be ashamed.
Poisoned Fire: Duro documental, fuente principal de este post al que ha resultado imposible, por más que se ha intentado, imprimir buen rollo. Iréis a la gasolinera con otra cara.