En una ciudad europea no identificada, un reportero llamado Dean Miller (Hugo Stiglitz) y su esposa Anna (Laura Trotter) intentan escapar de hordas de zombis sedientos de sangre, los cuales estuvieron expuestos a altas dosis de radiación. Al mismo tiempo, en otro punto de la ciudad, un grupo de líderes militares intentan descifrar la forma de detener la amenaza antes de que acaben con todo a su paso.
Como un gran número de sus contemporáneos que trabajaron en los ambientes bañados de sangre característicos del cine italiano de horror de bajo presupuesto realizado durante la década del setenta, Umberto Lenzi se destacó por ser un director con una gran capacidad para adaptarse a los requerimientos de diversos géneros cinematográficos, siempre desde un punto de vista utilitario, razón por la cual jamás se preocupó demasiado de la calidad de sus obras. Entre otras cosas, Lenzi aportó con algunas coloridas e interesantes entradas al género del giallo, entre las que se incluyen “Orgasmo” (1969), “So Sweet… So Perverse” (1969), y la alabada “Seven Blood-Stained Orchids” (1972). Sin embargo, su mayor contribución al género del horror fueron tres criticables entradas al subgénero del cine de caníbales; “Deep River Savages” (1972), “Eaten Alive!” (1980), y la infumable “Cannibal Ferox” (1981). Como resultado de estos films, Lenzi construyó un legado cinematográfico marcado por el sadismo más que por la competencia, el cual carece por completo de una personalidad propia y de cualquier sentido de coherencia estilística. Sería su marcada inclinación por las escenas efectistas, lo que eventualmente permitiría que Lenzi se convirtiera en una suerte de figura de culto entre algunos aficionados al cine de terror, aun cuando resulta evidente que no existe una gran pulcritud cinematográfica en la obra del director.
El protagonista de “Nightmare City” es Dean Miller, un reportero de televisión que se desempeña en una ciudad europea indeterminada, al cual se le ha encargado cubrir la inminente llegada de un científico llamado Hagenback al aeropuerto local, el cual ha estado supervisando las consecuencias provocadas por la reciente crisis de una planta nuclear cercana. Aunque todo parece ir según lo esperado, eventualmente Miller y algunos miembros del personal de emergencia del aeropuerto, son sorprendidos por la llegada de una misteriosa aeronave militar de origen desconocido. Una vez que el avión aterriza y se abren sus compuertas, de manera súbita una horda de zombis armados hasta los dientes inicia una verdadera masacre de la cual solo unos pocos logran salir con vida. Alarmado por la situación, tras intentar en vano avisarle a la población de lo sucedido en el aeropuerto, de inmediato Miller se propone ir a buscar a su esposa al hospital donde trabaja, antes que los zombis tomen por completo el control de la ciudad en la que habitan. De forma paralela, las fuerzas militares comandadas por el General Murchison (Mel Ferrer) y el Mayor Holmes (Francisco Rabal), han llegado a la conclusión que los zombis no son otra cosa más que hombres que han sido expuestos a altas dosis de radiación, lo que ha provocado serias mutaciones en su cuerpo, las cuales le han otorgado una cuasi inmortalidad que deben nutrir con sangre. Impotentes ante el implacable avance de los zombis, Murchison declara estado de emergencia con la esperanza de poder encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde.
Si por algo se caracteriza “Nightmare City”, es por su emblemática ausencia de coherencia narrativa. Ni siquiera posee esa calidad onírica que muchos fanáticos del cine de horror italiano suelen utilizar para explicar por qué algunas de estas producciones carecen de sentido. En cierta medida, la producción se sofoca en su inútil intento por imitar el discurso sociopolítico presente en las películas de zombis de George A. Romero, y al mismo tiempo utilizar como escenario de fondo un estilo de violencia y gore muy similar al exhibido por Lucio Fulci a lo largo de su filmografía. Irónicamente, lo poco convincente que resulta ser el origen de los zombis (término que fue impuesto a la fuerza por los productores de la cinta), genera una reacción en cadena que termina echando por la borda cualquier intento por parte de Lenzi de realizar un discurso alegórico en contra de los peligros de la energía nuclear. Lo que es peor, es que aun cuando el director logra configurar algunas escenas interesantes desde el punto de vista temático y estético, eventualmente termina tirando todo a la basura cuando decide incluir una serie de imágenes de carácter misógino. Resulta a lo menos curioso que exista un énfasis mayor en los topless femeninos que presenta el film que en los mismos zombis, y el hecho de que Lenzi se muestre riguroso en su determinación de presentar las muertes de los extras femeninos con el mayor detalle posible, a diferencia de las víctimas masculinas que son asesinadas rápidamente y sin demasiado aspaviento. Es así como las escenas más brutales de la cinta son protagonizadas por mujeres, a las cuales entre otras cosas les perforan sus globos oculares o sencillamente les cercenan parte de sus glándulas mamarias.
Dentro del festival del sin sentido que es “Nightmare City”, el protagonista en vez de participar en la posible solución del problema de los zombis radioactivos, solo se limita a intentar escapar de la ciudad con su esposa sin un plan definido. En cuanto a las fuerzas militares, más allá de mover algunas piezas ubicadas en un mapa de la ciudad en la comodidad de su refugio, demuestran ser totalmente ineficientes a la hora de detener el avance de los implacables agresores, aun cuando la mayoría de las veces los superan en número y en armamento. Lo que es aún más curioso, es que la primera vez que el espectador ve al Mayor Holmes, uno de los líderes de las fuerzas armadas encargadas de terminar con la particular crisis que se ha desatado, este está disfrutando de un momento de placer con su esposa (Maria Rosaria Omaggio), aun cuando la ciudad está sumida en el más completo caos. Es precisamente en la escenificación del caos provocado por los zombis que Lenzi tiene mayor éxito, particularmente durante la secuencia que ocurre al interior del hospital donde trabaja Anna, el cual termina siendo invadido por una horda de infectados. Bajo un manto de oscuridad, los zombis arrasan con todo a su paso, al mismo tiempo que Dean intenta encontrar a su esposa, quien con cada segundo que pasa se ve cada vez más acorralada por sus grotescos asaltantes.
En cierta medida, no resulta sorpresivo que un guion tan poco cohesionado haya sido elaborado por tres escritores. En este caso Antonio Cesare Corti, Luis María Delgado y Piero Regnali. Una multitud de guionistas normalmente suele ser el primer signo de desarmonía e incompetencia narrativa, y aparentemente ninguno de los responsables del guion de “Nightmare City” estaban familiarizados con el término caracterización. Por ejemplo, el aburrido personaje interpretado por Hugo Stiglitz pasa de ser un incisivo e irresponsable reportero, a un verdadero héroe de acción de manera demasiado conveniente. Algo muy similar sucede con Anna, quien sufre una transformación aún más inexplicable. Ella comienza el film presentándose como un bastión de la racionalidad científica, y termina convirtiéndose en una persona supersticiosa que vocifera a los cuatro vientos que están siendo atacados por vampiros. Como es de esperarse, las interpretaciones en general dejan bastante que desear, pero para ser sinceros los actores tampoco contaban con un material decente para empezar. En cuanto al aspecto técnico del film, este cuenta con el irregular trabajo de fotografía de Hans Burmann, la atmosférica banda sonora del compositor Stelvio Cipriani, y el desastroso trabajo de maquillaje de Giuseppe Ferranti y Franco Di Girolamo, quienes son los responsables de la particular e hilarante apariencia de los zombis radioactivos.
Aun cuando en términos generales “Nightmare City” podría ser fácilmente considerado como un desastre cinematográfico por algunos espectadores de paladar más refinado, de todas formas presenta algunos aspectos redentores. Por ejemplo, los zombis son particularmente energéticos, ellos corren y se comportan de una manera que rompió con los esquemas existentes en las películas de zombis hasta aquel entonces. De hecho, es posible que este film haya servido como influencia para los directores a cargo de producciones como “28 Days Later” (2002) y el remake de “Dawn of the Dead” (2004), entre otras. Por otro lado, Lenzi logra crear una atmósfera palpable de desesperanza y nihilismo, la cual es reforzada por su actitud cínica hacia las autoridades y las fuerzas militares. Lo último y quizás lo más importante, es que tras capas y capas de histeria, surrealismo, gore y locura, Lenzi logra crear una cinta entretenida con altas dosis de humor involuntario, razón por la cual esta se ha convertido en una obra de culto para los seguidores del horror italiano. Para terminar, es necesario señalar que el giro de tuerca final del film, el cual ha sido utilizado previamente en incontables ocasiones, como por ejemplo en la película británica “Dead of Night” (1945), aun cuando puede sorprender a algunos espectadores, la verdad es que no tiene demasiada justificación, y solo parece un intento desesperado por parte del director de otorgarle un final a algo que desde un inicio no parecía conducir a ninguna parte.
por Fantomas.