Ningún poeta perplejo

Por Candreu

He pasado buenísimos ratos sobre el escenario esta semana en Madrid, Sevilla, Logroño y Pamplona. Lo he pasado muy bien en el aula, sin duda, pero también en las comidas y cenas posteriores a las sesiones. Fantásticas conversaciones sobre la carrera profesional, el devenir de la vida, la educación de los hijos, y las infinitas posibilidades que tenemos los seres humanos, aunque nos empeñamos en no darnos cuenta.
Porque el hombre es un ser verdaderamente original, peculiar. Nacemos casi sin terminar de hacer, y ha de transcurrir un tiempo para poder valernos por nosotros mismos. En esto hasta los animales nos ganan, que en mucho menos tiempo que los humanos son capaces de defenderse y de vivir independientemente. Sin embargo, tres elementos nos dan la diferencia esencial que nos permite dominar la naturaleza: la libertad (frente a la acción institiva de los animales), la autoconciencia (somos los únicos capaces de decir “yo”) y la cultura (entendida como capacidad de proyectar hacia el futuro lo pensado y lo vivido).
Volando desde Sevilla hasta Madrid el miércoles por la mañana pude observar desde la ventanilla del avión las primeras cumbres nevadas del otoño. Y me acordé de la aventura que cuenta Saint-Exupéry en "Tierra de hombres" acerca del piloto Henri Guillaumet. En 1927, Guillaumet fue seleccionado para trabajar en el servicio aéreo postal que unía Mendoza con Santiago de Chile. En junio de 1930, después de más de 400 vuelos sobre la cordillera andina, fue sorprendido por una tormenta de nieve que le obligó a realizar un aterrizaje forzoso cerca de las congeladas aguas de la Laguna del Diamante (a unos 6000 metros de altura). Caminó y caminó durante una semana, extenuado y sin alimentos ni ropa de abrigo, subiendo y bajando por aquellos montes de hielo, hasta que —casi más muerto que vivo— lo encontró un niño de 14 años que cuidaba un rebaño y lo puso a salvo.
Al recordar tiempo después esa experiencia, reconoce: “Entre la nieve se pierde todo instinto de conservación. Después de dos, de tres días de marcha, lo único que se desea es dormir. También yo lo deseaba. Pero me decía: mi mujer Noëlle cree que estoy vivo, que camino. Mis amigos piensan igualmente que sigo andando. Todos ellos confían en mí. Seré un canalla si no lo hago”. Y añade: “Lo que yo hice, estoy seguro, ninguna bestia sería capaz de hacerlo”.
Este tipo de ejemplos nos demuestran hasta donde puede llegar el hombre cuando nos proponemos objetivos elevados, importantes. Sin embargo, ¿cuantos de nosotros nos conformamos con horizontes ramplones y simples, cuando no con horizontes dañinos y dolorosos?. Guillaumet, volando a Siria en su avión Le Verrier fue abatido por un caza italiano sobre el Mediterráneo en Noviembre de 1940.
Y es que dice, con toda la razón, el poeta norteamericano Ezra Pound:
"Cuando observo con cuidado los curiosos hábitos de los perros
me veo obligado a concluir que el hombre es un animal superior.
Pero cuando observo los curiosos hábitos del hombre,
le confieso, amigo mío, que me quedo perplejo".
Ojala pronto no haya más poetas perplejos.