Niños deportistas: estudiar entre entrenamientos y competiciones

Por Chico_f32

Muchos niños sueñan con emular a Nadal, llevar una moto como Pedrosa o pilotar un F-1 a la velocidad de Alonso, quieren llegar a lo más alto como Gasol o jugar en el  Madrid, en el Barsa o en el Valencia. Para ellos el deporte no es sólo una afición también forma parte de su futuro. Muchos padres comparten este sueño y ya ven a sus hijos en lo más alto del podio y ganando mucho dinero. Pero el camino para llegar a ser deportista profesional no es fácil. No solo porque aunque son muchos los que lo intentan muy pocos lo consiguen, sino también porque implica mucho esfuerzo y renuncias. Junto con todos los indudables beneficios del deporte y las experiencias que adquiere el adolescente –el compañerismo que se crea en los viajes y entrenamientos, las vivencias que adquieren y los países que conocen por poner solo unos ejemplos- el camino para convertirse en un deportista profesional es duro y se puede correr el riesgo de que el placer de jugar se convierta en una obsesión. En ocasiones, las excesivas horas de entrenamiento llevan implícitas que el menor se pierda experiencias claves de su edad, deba renunciar a sus amigos y familia e incluso aparcar los estudios. Es aquí donde la familia juega un papel fundamental.
Los padres son una pieza clave en el engranaje necesario para hacer de un adolescente un deportista profesional. Son imprescindibles para apoyar a su hijo en su deseo de dedicarse al deporte, deben servir de referencia en un momento en el que el niño deja de ser un aficionado y empieza a entrenar en serio y apoyarle si por algún motivo al final no lo consigue, según destaca Fernando Gimeno Marco, profesor del departamento de Psicología y Sociología de la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de Zaragoza, quien mantiene que si lo padres se involucran adecuadamente el resultado en todos los aspectos será muy positivo. Aunque desgraciadamente no siempre la respuesta de la familia es la deseable.
El principal papel de los padres es animar al menor, ya que un niño no puede realizar un deporte de forma autónoma, necesita el apoyo familiar. A medida que el menor comienza a destacar, la implicación va aumentando y el papel de los padres se convierte en más importante. Toda la familia puede verse involucrada, ya que en muchos casos debe modificar su rutina y tiempo libre para adecuarla a los horarios, calendario y viajes del jóven deportistas e, incluso, en algunos casos deben cambiar de residencia para vivir cerca de algún centro de alto rendimiento o escuela deportiva.
Jugar debe ser un placer
Uno de los mayores problemas se plantea cuando los padres ponen en sus hijos unas expectativas tan elevadas que le terminan ahogando, ya que puede ocurrir que el niño sienta que no está a la altura de lo que se espera de él. El placer de jugar nunca debe dejar paso a la obsesión y “los padres deben mostrarse todo su apoyo, pero deben sujetar su entusiasmo e ilusión para que el niño no se sienta presionado”, según Gimeno, que aconseja que dejen a los menores tomar sus propias decisiones. “Hay que dejar que el niño decida, aunque eso suponga una equivocación, ya que los errores forman parte del proceso de aprendizaje y en el deporte, al igual que en otros aspectos de la vida, un niño sobreprotegido es difícil que se desarrolle adecuadamente”.
Además, los padres deben limitarse a ser eso, padres, y no intentar suplir a los entrenadores. “Igual que un padre no suele ir a ver al profesor de matemáticas de su hijo para decirle como debe dar la clase, en el deporte tampoco debe cuestionar la metodología y las decisiones del entrenador, aunque le parezcan equivocadas”.
Por otra parte, en lo que coinciden todos los expertos en que no es bueno que los niños que se preparan para ser deportistas de élite abandonen sus estudios, aunque su futuro sea muy prometedor. Es importante que, a pesar de las horas de entrenamiento que exigen algunos deportes, saque tiempo para seguir con sus clases, no sólo porque nunca se sabe lo que puede pasar y no siempre se consigue vivir del deporte, sino además porque de esta forma se evita que el niño se aisle en el ambiente de la competición, que es un mundo de adultos, y pueda hacer además cosas habituales en niños de su edad.
Por último, Gimeno insiste en que es importante que los padres admitan y acepten que unas veces se gana pero otras no, y que puede ocurrir que sus hijos no sean tan buenos como ellos creían, ya que son pocos los que finalmente consiguen su objetivo
Que hacer
  -Apoyar a sus hijos
-Ir a los entrenamientos y partidos para animar
-No dejar que abandone sus estudios
-Conocer el sitio y las personas con las que hace deporte su hijo
-Dejar que el niño se equivoque, forma parte del desarrollo y del aprendizaje
-Admitir y preparar a su hijo para el fracaso. Solo unos pocos consiguen el objetivo
Que no hacer
  -Dejar que el niño compita profesionalmente antes de los 13 años
-Ir a los partidos y entrenamientos a opinar, cuestionar o criticar al resto de jugadores
-No poner en su hijo tantas expectativas que acaben agobiandolo
-Criticar las decisiones del entrenador
-Presionarlo para que sea el mejor