Un informe del Defensor del Pueblo catalán afirma que cerca de uno de cada cuatro niños catalanes no puede comer carne o pescado al menos una vez cada dos días por la pobreza de su familia.
Sabiendo que su región es una de las más ricas de España es de suponer que en las pobres el porcentaje será más escalofriante.
Para los comunistas el culpable es el capitalismo, olvidando que el “socialismo real” genera hambrunas; el PSOE imputa a Rajoy y a sus recortes sociales, y para el PP, por boca de un portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, los responsables son los padres que no atienden a los niños.
Debería saberse cómo se hizo esa encuesta o se hacen otras similares, porque quien visite los Bancos de Alimentos españoles descubre que hay provisiones para todos los niños y adultos que las necesiten.
Por eso, por ejemplo, y a pesar de la tasa de paro andaluza, donde los socialistas gobiernan desde hace tres décadas, y la mayor de España con notable diferencia, no se ven niños hambrientos o mal alimentados, como no sea por abandono familiar.
Pero abren los comedores de algunas escuelas para que los niños coman, cuando sus familias podrían recoger los alimentos en numerosos centros sociales, públicos y oenegés.
El por qué no acuden sí debería ser motivo de otra encuesta.
Porque si bien los Bancos de Alimentos no están tan colmados como hace unos años, disponen de suficiente comida para la demanda existente, y para más, si fuera preciso.
Sorprendentemente no hay hambre entre los niños de transeúntes, como los gitanos centroeuropeos, o entre los de inmigrantes: conocen a dónde acudir en busca de ayuda, pero, sobre todo, tienen voluntad de obtenerla y trabajan para recibirla.
Desde hace muchos años, esta ya no es la España en la que se robaba para comer, pero sí para tomar unos cubatas mientras el bebé queda encerrado al sol en el coche.
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SALAS