Niños que han sido condenados a muerte por crimenes atroces

Publicado el 04 julio 2017 por Glangocomve @glangocomve


La aplicación de la pena de muerte en jovencitos menores de edad es, por mucho, un tema controvertido, susceptible de provocar tremendos matices de opinión potencialmente reveladores en cuanto a lo que se considera correcto e incorrecto en lo que respecta al tratamiento penal de la criminalidad temprana.
Y aunque, afortunadamente, esta rigurosa pena se trate de una práctica inusual en tiempos modernos, la historia penitenciaria de los Estados Unidos recopila un amplio historial de casos de niños condenados a muerte que conocerás a continuación.
Sean Sellers

El caso de Sean Sellers, un asesino estadounidense, recorrió el mundo entero al ser condenado a pena de muerte por los crímenes que cometió a la corta edad de 16 años.
El jovencito se identificaba a sí mismo como un adorador de Satanás. Durante los rituales satánicos que practicaba tenía la extraña costumbre de beber su propia sangre. Más tarde esta inclinación hacia lo oscuro le impulsó a ver correr más sangre, comenzando por la de un empleado de una tienda al que confesó haber asesinado sólo para experimentar qué se sentía al arrebatarle la vida a alguien.
Tras este encuentro mortal, su instinto asesino se activó y seis meses después asesinaría bestialmente a sus padres mientras dormían. Crimen por el que recibió la inyección letal el 4 de febrero de 1999, a pesar de que la comunidad internacional abogó a su favor para que se revirtiera la condena por tratarse de un adolescente "inmaduro", inconsciente de sus actos.
En los esfuerzos por lograr la indulgencia, incluso llegaron a afirmar que el chico padecía de personalidad múltiple, una condición psiquiátrica que supuestamente pudo haberle dirigido a cometer los homicidios. También Seller hizo lo suyo en su intento de sensibilizar a la corte. Abandonó el satanismo para convertirse en cristiano y declaró su inocencia aseverando que había sido poseído por el demonio al momento de ejecutar los asesinatos, sin embargo, la sentencia de muerte fue irrevocable.
El niño asesino de 10 años, James Arcene

James Arcene es considerado como el niño más joven en realizar un crimen que le costó una sentencia muerte, en los Estados Unidos, a pesar de que su ejecución fue llevada a cabo ya como adulto, el 26 de junio de 1885.
Transcurría el año 1872 cuando William Parchmeal, la mente maestra del siniestro plan, convenció al pequeño Arcene de asesinar a un inmigrante sueco, William Feigel, en Oklahoma, a cambio de un mísero pago de 25 centavos.
El jovencito estuvo dispuesto a tomar el trabajo y con la ayuda de Parchmeal, robaron, azotaron y asesinaron a Feigel, cuyo cuerpo maltrecho, abandonado en un camino de tierra, jamás sería reclamado por sus familiares al encontrarse en tierras lejanas.
No fue hasta 1885 que Arcene y Parchmeal fueron responsabilizados por el misterioso asesinato del joven inmigrante y condenados a la horca por este único crimen.
Leonard Shockley

Al igual que los demás condenados a muerte, Leonard Shockley apenas iniciaba la vida cuando ya se encontraba involucrado en actos de una naturaleza tan vil, que lo condujeron a una cámara de gas de Maryland, el 10 de abril de 1959.
Leonard Shockley tenía 16 años en el momento en que por la ambición de ganar dinero fácil, trabajó junto a su hermano Harold, de 22 años, para robar una tienda y llevar a cabo un violento homicidio contra su trabajadora, una madre indefensa que conocían desde hacía años.
Leonard, sin piedad, acuchilló en repetidas ocasiones a la mujer hasta que la vio desparramarse frente a él. El asesino no notó que en ese instante un cliente, Clarence Bishop, un obispo afroamericano respetado por la comunidad, entró y salió rápidamente del establecimiento, horrorizado. Este breve lapso le fue suficiente para identificar al homicida y aportar los detalles a la policía, permitiendo su pronta captura. El desenlace de esta historia fue, como sabes, la ejecución del joven.
Virginia Christian

Fue la primera y última mujer ejecutada en el estado de Virginia, a la edad de 16 años. Su caso fue controvertido al transcurrir durante la legislación de Jim Crow, cuando el odio hacia los afroamericanos era tal, que existían leyes de pureza racial basadas en la creencia de que estas personas se trataban de criaturas salvajes, la más inferior clase humana. Y su sentencia se rigió en base a estos preceptos.
El 16 de agosto de 1912, Christian fue acusada de robar un medallón de oro en la casa de Ida Belote donde trabajaba como doméstica. La indignación de la chica por ser acusada injustamente desencadenó en ella una ira tan intensa, que la impulsó a asesinar a su empleadora.
En ese momento, las leyes de Virginia no permitían el encarcelamiento, ni mucho menos la ejecución de criminales de edades inferiores a 17 años, pero hicieron la excepción con Christian por ser de raza negra.
Su juicio fue rápido, además no le fue permitido contar con defensa, ya que la resolución estaba clara para quienes la juzgaban: la joven de 16 años moriría en la silla eléctrica, un día después de su cumpleaños.