Sobre el tema de los videojuegos seguro que todos hemos leído mucho, y a estas alturas de nuestra convivencia con ellos ya todos debemos saber que tienen sus aspectos positivos y negativos. No obstante, estoy segura de que es algo que nos preocupa a todos los padres y que conforme aparecen en nuestras relaciones familiares más pensamientos nos suscitan al respecto.
A nivel personal os diré que no me gustan demasiado aunque tampoco es que los rechace; solo es fruto de que no me he sentido muy atraída por ellos, no he sido jugadora. Sin embargo a mi marido le gustan más, aunque como no dispone de tiempo no suele hacer uso de ellos. Mi hijo es un chico de 9 años, camino de 10, así que es indudable que vive en una época tecnológica muy activa.
Uno no puede hacerse ermitaño dentro de una sociedad sin acabar un poco loco…
Por mi experiencia al respecto creo que el principal problema de los videojuegos y los niños es la falta de control de estos últimos para poner fin a un rato de juego; para ver ese juego como uno más de entre todos y no el único; para tener ellos un control voluntario de fin, de inicio, de sustitución por otras actividades… No lo sé, pero supongo que es como en otros muchos aspectos: si yo tengo un correo del blog pendiente de contestar y una hija a la que bañar, sé lo que debo hacer primero y lo que no me puede quitar el pensamiento; quizá si es un correo y una lavadora por tender puedo ser flexible y decir que en un ratito tiendo… Pero controlo mi voluntad con flexibilidad y porque tengo ya muchos años de experiencia y cierta madurez
El tema sería cómo un niño entiende el control de su voluntad cuando hay un videojuego entre manos. Mi hijo tiene cierto grado de control de su voluntad; lo sé porque si está viendo la tele después de comer y tiene deberes que hacer, se va llegada la hora que él mismo se ha establecido. Probablemente podríamos decir que es bastante maduro para su edad, pero también es cierto que si se trata de videojuegos no observo ese tipo de control por su parte. Antes incluso se enfadaba y cabreaba con el videojuego, pero conseguimos superar aquella etapa en la que creía que esa máquina programada podía interactuar con él como hacemos las personas: modificando cosas conforme la marcha. Ya sabe que eso está programado para hacer algo con más o menos variación por parte del jugador, pero sabe que tiene unos datos incorporados y que no entiende de excepciones personalizadas. Pero si se pone a jugar y le dices una hora, podría estar jugando 3 sin darse cuenta del paso del tiempo. Si le dices que vaya acabando porque en 10 minutos hay que hacer otra cosa… pasados esos 10 minutos te pediría otros 10 o 30.
Así que ¿cómo gestionamos en casa el tema? Por escrito, con unas hojas que todos aceptamos sin rechistar porque se han acordado previamente.
- Ante pérdidas de control como enfadarse consigo mismo o con el videojuego: ¡GAME OVER! Sí, es la primera regla y la última.
- Entre semana no se juega en época de colegio, pero sí puede jugar los fines de semana: es un acuerdo entre las dos partes (lo que llamaríamos un “ni para ti ni para mí”)
- Parte de 2 horas para el sábado y 2 para el domingo que tiene de entrada como si fueran “vidas” en el videojuego. Pero hay cosas que pueden restar tiempo y que tanto él como yo vamos apuntando en una lista: las malas contestaciones, falta de aseo personal, cuidado de su habitación, material o ropa, restan 10 minutos a cada día. Me gusta el sistema de entregar algo anticipadamente y que a una edad como la de mi hijo sea él el responsable de mantenerlo o no. Cuando se queja, simplemente le digo: tú lo tienes de entrada, pero son las consecuencias de tus propias las acciones las que también consigues cuando juegas a cualquier juego
Cuando son más pequeños, poner un reloj que avise al finalizar el tiempo puede ser algo ajeno que ponga fin a la partida sin conflictos al ponerlo nosotros como padres.
- Si un videojuego pone para +de 3 años no significa que sea de niños, significa que no pueden jugar los más pequeños de 3 años. Por ende, si pone +13, +16 no es que sea de mayores, es que siguen sin poder usarse por quien no tiene esa edad. Son reglas de la partida y me da igual que a otros niños se lo permitan; ahí no soy flexible como puedo serlo en otras áreas. El contenido es muy importante, no solo el continente o aparato donde se juega
él elige qué juego quiere para un regalo por ejemplo, pero dentro de los límites de edad establecidos.
- Los videojuegos no pueden prevalecer ante conflicto con otras situaciones familiares o sociales. Si un día no se puede jugar, no pasa nada, pero tampoco se acumula. Es la vida y hay excepciones, unas veces nos gustarán más o menos. Es excepcional que esto ocurra, porque suele haber tiempo para todo, pero mejor tenerlo previsto.
- Si observo pérdida de control por su parte tengo derecho a intervenir. Os dije que es la primera y última regla, la más importante y que por eso se repite. Ya os digo que eso se producía más con anterioridad, quizá por ser más pequeño y disponer de menos recursos para gestionar su propio control emocional, pero era implacable: ¡GAME OVER!
Sigo creyendo que este es el gran reto que tenemos los padres al respecto: ayudarlos a gestionar su propio autocontrol como hacemos en otras áreas.
¿Creéis que los niños saben autocontrolarse con el tema de los videojuegos? ¿Creéis necesario que mientras aprenden a ello seamos los padres los que les guiemos con firmeza?