Nivea y racismo en publicidad (la culpa es del becario)

Publicado el 23 agosto 2011 por Cavico


Regresamos de las vacaciones algo leves y bien humorados, así que quiero comentaros sobre un episodio ocurrido con la publicidad de una gran marca, Nivea.

Creo que el arte de se aprobar anuncios es tan importante como el arte de crearlo. Mientras en la creación se da alas a la imaginación, es en el proceso de aprobación, role del cliente, que estas ideas son bajadas a la tierra, y eso es un trabajo de equipo necesario. En este proceso, ocurren algunas cosas:

1)   La idea, con alas, es aprobada: es cuando grandes ideas son generadas, por parte de la agencia con la complicidad del cliente.

2)   La idea tiene sus alas cortadas y es recusada indevidamente: en general por ignorancia o miedo del cliente, o por falta de habilidad de la agencia en "venderla".

3)   La idea es ajustada o recusada: muchas veces las ideas de la agencia son casi “private jokes”, es decir, publicidad para publicistas, sin valor comercial. A veces, también, son inadecuadas, impertinentes, de mal gusto, o, simplemente, no siguen el briefing. El cliente tiene que tener los ojos abiertos, la sabiduría y los cojones de hacerse imponer en estos casos (pero sin perder la ternura, por supuesto) y hacer las correciones necesarias, o recusar la propuesta creativa.

Creo que el caso de Nivea es el tercero. Una idea muy floja, ejecutada con mal gusto y que podría afectar algunos sentimientos más sensibles. En mi opinión no hay racismo contra los negros (incluso porque también hay un hombre blanco en uno de los anuncios),  y el concepto creativo es el de transformar los cavernícolas en civilizados, independiente de su color de piel. Una idea gasta y, como comenté, mal ejecutada, pero en tiempos políticamente correctos, faltó cuidado por parte del cliente y, quizás, un nivel de exigencia mayor suyo para evitar el imbroglio que se siguió: el anuncio fue criticado por sus posibles tintes racistas, y Nivea tuvo que cancelarlo y emitir un pedido de disculpas en Facebook.

Seguramente, una vez más, la culpa ha sido del becario.