Niveles de violencia. Los ángeles de Steven Pinker
Por Lparmino
@lparmino
Ledger Book Drawing, 1888 - 1892
Museo de Brooklyn - Fuente
De nuevo tengo que recurrir a una de las frases más terriblemente ciertas de la historia contemporánea. La mitografía popular suele achacar la sentencia al demonizado Stalin quien, sin miramiento ni remordimiento alguno, afirmaba que un muerto era una tragedia, pero un millón simplemente era una cifra estadística. Ser uno de los principales actores de una de las contiendas más sangrientas y destructivas de la historia humana quizás pueda otorgar la autoridad suficiente como para poder esgrimir ese tipo de enunciado sin pestañear ni inmutarse. Y llegado a este punto, Steven Pinker, un reputado psicólogo y divulgador científico, nos viene a decir en su última trabajo publicado (Los ángeles que llevamos dentro) que la estadística nos alumbra las bondades de nuestro siglo XX, incluso el principio del XXI, como uno de los más benignos y pacíficos de toda la larga historia y prehistoria de la especie humana sobre este valle de lágrimas. Evidentemente, las críticas no se han hecho esperar.
Steven Pinker
Fotografía: Steven Pinker - Fuente
La base estadística del estudio de Pinker es inagotable. Tanto críticos como aduladores han resaltado la amplísima base documental que apoya su tesis. Tendríamos muchas más posibilidades de ser asesinados en la Inglaterra medieval que en este comienzo de milenio. De hecho, puede resultar mucho más nociva la vida en cualquier comunidad tribal que en nuestra sociedad occidental. Aspecto crucial y diferente es la percepción que tenemos de la violencia. La masificación de los medios de comunicación ha sido crucial para configurar nuestra actual visión de la violencia. Pinker insiste en nuestra natural tendencia a resaltar y otorgar más notoriedad a los hechos violentos, intrínsecamente malos, frente a los buenos. Dicho de otra manera, el hecho positivo y bueno no vende, no obtiene una cuota de mercado adecuada; la noticia negativa, con sus considerables dosis de violencia y maldad, encuentra una audiencia creciente e interesada en el hecho morboso y fatal.En una entrevista concedida a Daniel Arjona para El Cultural (9 de noviembre de 2012), Pinker enumera las que considera “esenciales fuerzas pacificadoras”: el gobierno, que actúa en este sentido ya que, de hecho, es el órgano que detenta el “uso de la fuerza legítima”; el comercio, porque no es productivo matar a la persona o personas de las que se puede obtener un beneficio económico; el cosmopolitismo, que implica el aumento de los niveles de empatía, de conocimiento del otro y el respeto hacia lo diferente; la feminización que supone una visión biológica de la violencia asociada a los impulsos masculinos de agresividad; y la razón, el mecanismo que insiste en la inadecuación de la violencia a la que considera más problema que solución.
Iraq, 2008
Fotografía: The U.S. Army - Fuente
De estos factores, uno está llamado a levantar ampollas entre críticos y detractores. Precisamente el que hace referencia al capitalismo y establece una ecuación en la que se observa una proporcionalidad directa entre la implantación del esquema capitalista en un estado y el descenso de sus niveles de violencia. La premisa es básica y sencilla, y Pinker no duda en ejemplificar el caso con la actual China, donde existe una mayor preocupación por la buena marcha de los negocios que no por la resolución de rencillas de honor, nacionales o ideológicas, mediante el ataque y la guerra. Otro aspecto severamente atacado se refiere a los datos esgrimidos por Pinker. Si bien es cierto que existían unos determinados niveles de violencia muy elevados en algunas sociedades tradicionales antiguas, son muchos los que afirman que Pinker ha obviado deliberadamente los casos de culturas pacíficas donde la violencia no constituía una estrategia básica. Pinker insiste en que, en la actualidad, la pena de muerte es una práctica residual de algunos países con unas características muy específicas; que ya no se practica la tortura y que las ejecuciones de reos no están salpicadas del sadismo y la crueldad de la que hacían gala nuestros ancestros. Quizás pueda afirmarse con rotundidad que las cifras actuales respecto a la violencia son más halagüeñas que los datos históricos, o que la crueldad no se enseñorea y es algo reprobado públicamente por la sociedad actual. Parece que Pinker insiste en la necesidad de argumentar sus datos mediante la cantidad y no la calidad.
Combates en Afganistán, 2007
Fotografía: openDemocracy - Fuente
Desconozco hasta qué punto nuestra sociedad actual, nuestro presente, constituye el periodo más pacífico respecto a una comparativa global que considere todos los tiempos históricos y prehistóricos, todas las culturas y todas las sociedades. Puede que la violencia se haya edulcorado y refinado, se haya convertido en una acción aséptica y quirúrgica que trate de minimizar los perversos efectos psicológicos que suele implicar la crueldad gratuita en ejecutores y, por supuesto, en víctimas. Quizás Pinker tenga la verdad al asegurar que se puede demostrar una disminución de los niveles de violencia que no implica su absoluta desaparición. Más problemático es considerar que un millón de muertos es mera cuestión estadística y reducir el hecho de la violencia al simplismo del dato numérico sin consideración del asunto y de los protagonistas implicados.Luis Pérez Armiño