Jamás me he hecho un test de coeficiente, ni me lo voy a hacer en la vida, ni tampoco me he hecho psicotécnicos, ni ninguna otra prueba que sirva para saber cuál es mi función en el sistema, a qué estoy abocada, qué soy capaz de hacer o no hacer, y quien coñ... soy en realidad. Para empezar, la inteligencia es algo tan complejo y... (Oh, dios mío!...) tan poco desengranado a día de hoy, que creo que es imposible que nadie sea capaz de decidir quien es inteligente y quien no, y en qué medida. Además, la inteligencia no es una, la inteligencia son muchas cosas, y por eso hay gente que es capaz de hacer la raíz cuadrada de un número de veinte cifras al mismo tiempo que es incapaz de resolver sus conflictos con quienes le rodean, y gente que es capaz de manejar su círculo social con una habilidad pasmosa mientras es incapaz de recordar lo que ha hecho el día anterior. La inteligencia y las habilidades mentales son tan sumamente misteriosas y complejas, que la historia está plagada de personas que en su día fueron denostadas y tratadas de tontunas, y que luego resultaron ser el alfa y el omega de la humanidad en muchas cosas, mira tú por dónde... Las escuelas, esas junglas disfrazadas de espacios educativos, están llenas de profesores y educadores que se pasan el día tocándoles las pelotas a los padres con pruebas y tests que ignoran por completo la capacidad de esfuerzo de sus hijos, y que deciden a qué se van a dedicar en un futuro, porque lo dicen sus benditos tests, y punto en boca, que para eso los han copiado de alguna página de internet super fiable o de algún libraco escrito por algún pelele que no tiene otra cosa mejor qué hacer que inventarse chorradas. Lo penoso, sin embargo, no es esto, qué va... Lo penoso es que hay padres que se lo creen de verdad, y que luego van fardando de la nota que su hijito ha sacado en las susodichas pruebas, y diciendo a diestro y siniestro que les han asegurado que el día de mañana va a ser médico porque lo ha dicho la orientadora del colegio, esa gran dama vestida como los hippies de los sesenta, con su falda larga, mugrosa, anacrónica, y obsoleta, y su porrito detrás de la oreja. Y es que el esfuerzo no sirve para nada, lector. La historia está repleta de personas que han vencido sus limitaciones poniendo sus cojon... en la mesa, y que han demostrado que si se quiere se puede, porque el ser humano es capaz de lo peor y también de lo mejor, pero eso da igual, porque donde haya un test que diga lo qué vas a ser y de qué eres capaz, que se quite todo lo demás. Yo creo que nadie tiene la capacidad de saber de qué es capaz una persona, y mucho menos un papelajo con preguntas que para mí, personalmente, son completamente inútiles; "sigue la secuencia de números", "a es a c como b es a d", y gilipolleces por el estilo, solo sirven para catalogar a las personas y asignarles un sitio en el mundo, un sitio del que se supone que no van a moverse en un futuro, porque ya está claro dónde deben estar, y así es como debe de ser. Nunca he permitido que se me hiciera un test de inteligencia, como ya he dicho, ni ninguna otra prueba por el estilo, porque mis capacidades son mías, y mis ganas de evolucionar o no, también. El mundo es un gran jardín de rosas y espinas en el que debemos decidir en cada momento quiénes somos y quiénes queremos ser, y en el que nadie, absolutamente NADIE, es capaz de adentrarse en nuestro interior lo suficiente como para calibrar y medir a dónde podemos llegar. Yo impelo desde aquí a todos los padres a que se nieguen en rotundo a permitir que ningún maestro o educador u orientador les diga de qué es capaz su hijo. El esfuerzo y el deseo de progreso de las personas es ilimitado, todos tenemos ejemplos de ello a nuestro alrededor, los queramos ver o no, y ningún aspirante a Dios debe decirle a nadie cómo debe catalogar a su prole. Animo a los padres a que no se sometan a eso, igual que les animo también a que no se dejen comer la cabeza con pruebas de personalidad, que para mí ya son el colmo de la desfachatez, esas que puntúan a los niños en función de lo introvertidos o extrovertidos que son. En este mundo hay de todo, tiene que haber de todo, y el equilibrio depende de que haya diferencias entre las personas con las que unas puedan complementar a otras, no nos engañemos más, por favor. Una persona tiene derecho a ser como es, y a potenciar sus virtudes, sean éstas las que sean. Todos somos igualmente necesarios, que no nos vendan más la moto, que al final con tanto libro chorrero y tanta mandanga se nos está olvidando lo importante, tener valores. Yo no quiero a gente ultra inteligente y ultra competitiva a mi lado, quiero gente solidaria, generosa, bondadosa, sincera, familiar, recta en sus convicciones, luchadora, comprensiva, respetuosa con los demás, quiero gente con valores que me inspire y me conmueva, gente de la que me enamore por sus gestos de bondad y su lealtad, gente que no se avergüence de sus diferencias, gente que no mire lo que tiene el de al lado, quiero gente que ame a los suyos sobre todas las cosas, gente que se esfuerce por mejorar día a día, que reconozca sus errores, que diga "por favor", y "perdón". Eso es lo que quiero, y eso es lo que quiero que aprendan mis hijos. No quiero que mis hijos sean clasificados por un puñetero test de inteligencia, quiero que sepan dar gracias por lo que tienen, y que encuentren la manera de ser felices, que al final es lo más difícil de encontrar, y a lo que a todos aspiramos. Así que no, no a los test de inteligencia y las pruebas por el estilo en las escuelas, los centros de trabajo, y en donde sea. Abajo estas pruebas y quienes las practican... He dicho...
Me han dicho que voy a ser físico, así que mis padres me han dicho que empiece a estudiar ya...