Fidel Castro campeón de la desinformación
Los hermanos Castro, sabios en política exterior en cuanto a engaños, chantajes y vampirismo económico, comprendieron –desde que comenzó en Miami el juicio contra los agentes de la Seguridad cubana– que tendrían una causa, un eslogan y entretenimiento para rato. Fidel Castro, invariablemente, ha sido el campeón de la desinformación, siempre haciendo ver la derrota como un triunfo; eso lo ha venido haciendo desde que fracasó en el ataque al cuartel de Moncada.
Desde sus últimas luces y años en el gobierno, planificó este chantaje a los Estados Unidos. Lo intentó –también– con el encarcelamiento de los 75 disidentes –que luego se llamó la “Primavera Negra”– y pagó a un alto precio por ello con la actitud tomada por la Comunidad Europea y su “Posición Común”.
Alan Gross, conejo cazado
La Seguridad del Estado cubana esperó mucho tiempo la oportunidad de apresar a un espía norteamericano que no tuviera rango diplomático, y viendo que no sucedía, fabricó uno, como acostumbra su habilidad política. El gobierno de Obama no ha reconocido al contratista Alan Gross como espía de su país, aunque, por razones humanitarias como su edad y su estado de salud, le ha pedido a la Habana que lo libere. Por supuesto, Cuba se ha jugado todas las cartas, porque si su presa muriera por las razones que fueren, crearía un conflicto de mayores proporciones. Pero los Castro necesitan una victoria a como dé lugar, sobre todo si se trata de su enemigo histórico, y así, dar cuerda a su reloj de poder y extenderlo por un tiempo más. Para colmo, como si se tratara de reses, y viendo que no es suficiente estímulo un solo rehén, la policía política se las ha agenciado para apresar recientemente a cuatro residentes en Miami por graves acusaciones de terrorismo, como gesto desesperado para socavar influencias y presionar el canje.
Campañas mediáticas que nos desangran
Un día se sabrá el monto económico que han costado las campañas mediáticas de Fidel Castro, pero solo las del niño Elián y las de los cinco espías, han desangrado en profundidad la economía cubana. Mantener comités en decenas de países y ancianos pagados al servicio de la policía política de la Isla, constituyen un ejército que ni un estado próspero sería capaz de sufragar. Las publicaciones de pago en páginas de periódicos de gran importancia, vallas en carreteras –hasta en el mismo Miami–, el pago de abogados y los constantes viajes de sus familiares por el planeta, son solo algunos de los gastos de la infinita lista que paga el ciudadano cubano .
Canjear sería un retroceso para los Estados Unidos
Si el presidente Obama cambia, en los dos años que le restan, a los espías por un civil calumniado, malograría el voto cubano, tan importante en la Florida, y perdería esa plaza para el candidato de su partido. Además, Hillary Clinton acaba de reconocer –en su libro de memorias– que “aconsejó a Obama flexibilizar el embargo”, por lo que se infiere que está dispuesta a canjearlos, lo que sería un gran retroceso para los Estados Unidos en cuanto a su posición en defensa de los Derechos Humanos en la Isla, más aun, porque esos espías están relacionados con hechos de sangre –como el derribo de la avioneta de “Hermanos al Rescate”– y sería una victoria pírrica en lo que se refiere a política, por su accionar inhumano. Que estén encarcelados y con extensas condenas –tres de ello aún– se lo deben exclusivamente a la soberbia de Fidel Castro, que no dudó en exponer a sus hombres en territorio “enemigo”. Él fue quien los sacrificó y traicionó.
El intercambio sería enlodar a Gross
Si el gobierno norteamericano ha mantenido hasta hoy que Gross no es un agente, canjearlo sería un acto mortal, primero, porque estaría reconociéndolo como tal después de varios años de suplicio como rehén; segundo, sería aceptar que lo han sacrificado por nada, porque podían haberlo intercambiado desde el principio; de paso, fortalecerian a la dictadura cubana, y debilitarían el esfuerzo por los Derechos Humanos que tanto han perseguido sus gobiernos por décadas. En última instancia, de concretarse el canje, pasará a la historia como una cobardía de Obama, un coste alto que quizá esté dispuesto a pagar. Cambiar a un civil por espías sancionados por hechos de sangre, es enlodar a Alan Gross, quien como el presidente norteamericano, a lo mejor está dispuesto a pagar ese precio, por no ser, precisamente, un luchador de las libertades, lo que no tiene en lo absoluto que ver con el canje reciente del sargento Bowe Bergdahl por cinco afganos presos en Guantánamo, fruto de la guerra contra los extremistas talibanes.
En mi caso en particular, como civil, artista y defensor de los derechos civiles, preferiría morir en las cárceles cubanas antes que quedar manchado en la historia, por el simple y razonable hecho que soy inocente, como lo corroboran mis pruebas, al igual que debe serlo Alan Gross, según asegura hasta el momento su gobierno.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión aentamiento de Lawton. Junio de 2014
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