No atender al principio de realidad es caminar hacia el abismo

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

Ortega partía del hecho de que la filosofía idealista que ha impregnado toda la Edad Moderna ha considerado que la realidad no tiene consistencia propia, que es una derivada del pensamiento. Eso fue la base de todos los utopismos que han recorrido la historia de Occidente, incluido el punto de partida principal de esos utopismos: la Revolución Francesa (no la Ilustración, que es otra cosa). Así acabaron surgiendo, sobre todo, las utopías racistas de los nazis y las igualitaristas de los comunistas, que la historia ha demostrado cómo son capaces de discurrir hacia el abismo. Hoy la filosofía idealista está transitando por el cauce de otra utopía: la de que la naturaleza humana es también un subproducto de la mente, y que cada cual puede decidir qué naturaleza tener. Otra manera de discurrir hacia el abismo. Frente a eso, cuando Ortega decía "¡Salvémonos en las cosas!" estaba haciendo referencia al respeto debido al principio de realidad.

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“La suplantación de lo real por lo abstractamente deseable es un síntoma de puerilidad. No basta que algo sea deseable para que sea realizable, y, lo que es aún más importante, no basta que una cosa se nos antoje deseable para que lo sea en verdad” (Ortega y Gasset[1]).

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“Europa (léase hoy “Occidente”) necesita curarse de su ‘Idealismo’ –única manera de superar también todo materialismo, positivismo, utopismo. Las ideas están siempre demasiado cerca de nuestro capricho, son dóciles a él –son siempre revocables” (Ortega y Gasset[2]).



[1] Ortega y Gasset: “España invertebrada”, O. C. Tº 3, p. 100.

[2] Ortega y Gasset: “España invertebrada”, O. C. Tº 3, p. 101.