El trabajo infantil es una de las mayores vergüenzas que la sociedad actual puede exhibir. No hay que darle tregua y se deben fortalecer las alianzas entre el Estado en todos sus niveles, las organizaciones empresarias, gremiales de trabajadores y el conjunto de la sociedad civil.
Está claro que mientras se leen estas líneas, un adulto en Entre Ríos –como en cualquier provincia del país- está explotando a un niño.
El conjunto de la comunidad debe colaborar para que los niños y adolescentes accedan a la educación y puedan prepararse para ejercer tareas que los liberen –en definitiva- de un destino de marginación y explotación.
El problema es planetario y por eso la erradicación del trabajo infantil es un objetivo de alto valor social y que se alcanzará a largo plazo pero con acciones cotidianas, con constancia y con un alto sentido de la solidaridad hacia los niños y adolescentes.
No es fácil erradicar el trabajo infantil, porque se trata de una problemática que está íntimamente ligada a la pobreza cuando ese ser debe alquilar su fuerza de trabajo por elementales razones de supervivencia propia e incluso familiar; y está ligada a la pobreza moral y espiritual de quienes se abusan de ese estado de absoluta indefensión. Por eso cuesta tanto desarraigar esas conductas.
En Argentina existe la Ley N° 26.390/08 que no autoriza el trabajo de menores de 16 años de edad y con esa norma recién en el 2008 se pudo saldar un compromiso asumido doce años atrás con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y da cuenta que Argentina estaba atrasada en la materia.
Erradicar el trabajo infantil debe ser acompañado de otro interés tan central como indispensable: que esos niños y adolescentes estudien y se preparen para tener un destino vinculado con la construcción de la calidad de vida. Y en esa tarea debe encontrar al Estado y al conjunto de la sociedad trabajando codo a codo, estableciendo redes de contención y de ayuda de modo que esos mismos niños puedan sentirse seguros de que nadie le arrebatará el futuro ni convertirá sus sueños en una pesadilla.
El trabajo infantil debe ser asociado a una de las formas de esclavitud e incluso vinculadas muchas veces a prácticas deleznables como la prostitución y la pornografía, las actividades ilícitas o peligrosas que exponen a ese menor a abusos de toda clase como los físicos, mentales y morales.
El otro punto de análisis es tener en cuenta que cuando aumenta el trabajo infantil, disminuye a la par el trabajo de los adultos. Algo mal debe estar sucediendo en una sociedad cuyo padre no encuentra trabajo pero sus hijos menores son explotados laboralmente.
Se sabe que los controles de la Dirección Provincial del Trabajo no son todo lo eficiente que esta problemática exige… por eso deberían ser más permanentes, constantes y sorpresivos.
Por último, la erradicación del trabajo infantil será imposible si el Estado queda solo persiguiendo ese objetivo. Se requiere de acciones comprometidas desde lo estatal pero fundamentalmente desde lo privado y fundamentalmente se necesita de una comunidad lo suficientemente sensibilizada que no tolere estas prácticas tan injustas como reprochables.
SINTESIS: “Erradicar el trabajo infantil debe ser acompañado de otro interés tan central como indispensable: que esos niños y adolescentes estudien y se preparen para tener un destino vinculado con la construcción de la calidad de vida”.
Fuente: diarioelargentino.com.ar