No diferencio entre extrema izquierda y extrema derecha

Publicado el 22 marzo 2014 por Vigilis @vigilis
De la coherencia ideológica a lo largo de toda la vida de Nicola Bombacci —uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano— da fe que sus últimas palabras fueran un viva al socialismo. Postreras palabras pronunciadas justo antes de que lo fusilaran —junto a Mussolini— los partisanos.

Detalle de la exposición en el Museo de la Ocupación Soviética de Tbilisi (Georgia). No hay revolución sin pistolas.

Blanco y en botella, aunque lo llames alcachofa seguirá siendo leche. La tan cacareada "socialización de la economía" se confunde hoy entre la masa borreguera con aquello de la "socialización de los medios de producción". Que la primera expresión sea obra de Bombacci y la segunda de Carlos Marx no impide a nuestros adánicos octubristas mussolinianos emplearlas de forma indistinta. Y es que a nadie se le escapa que para encontrar diferencias entre el discurso fascista y el neocomunista (neocom) hace falta un microscopio electrónico. A quienes observamos estos movimientos a años luz de distancia nos tendréis que disculpar si no percibimos diferencias notables entre uno y otro.
Las llamadas "Marchas por la dignidad" organizadas por grupos de radicales antisistema llevan como lema "Pan, Trabajo y Techo". Cuesta no recordar aquel lema franquista tomado del testamento político del fundador de la Falange que decía "Patria, Pan y Justicia".

«Esta juventud tiene el derecho de exigencias y alza hoy ante el mundo entero su petición, exigiendo trabajo, pan, honra y facilidades de vida» (Goebbels en la Fiesta del 1 de mayo de 1933).


Es harto complicado tratar de identificar el criterio ideológico de este movimiento nacional neocom. Una de las pocas cosas que se nos muestran claras como agua de mayo (¿se dice así?) es la idealización del trabajo manual. La mitificación del trabajo manual (no intelectual) tiene que ver con esa interpretación romántica del sector secundario: las fábricas funcionando, los obreros como hormiguitas. Esas mismas fábricas donde hoy retienen su poder las asociaciones corporativistas que conocemos en España con el equívoco nombre de "sindicatos". Por contra, el trabajo intelectual es despreciado. Siguiendo la inspiración materialista de "lo que no se ve no existe", gestores comerciales, administrativos, oficinistas, profesionales liberales, etc. son la nueva masa sin conciencia de clase. Sectores laborales con una baja o nula participación en los sindicatos nacionales (y a veces nacionalistas) corporativistas.
Toda doctrina política con pies de barro, se define por sus enemigos. Se define en sentido negativo. Se define por lo que no es. Y todo lo que no es, es el enemigo. El enemigo del neocom es el trabajador de cuello blanco y los líderes en la sombra de estos trabajadores: instituciones financieras y organizaciones multinacionales. Así, es común que la ira y los ataques de los neocom se proyecten hacia la llamada Troika. Después de proyectar su ira y fijar el blanco de su odio irreflexivo, buscan la justificación. ¿Qué ha hecho la Troika? Recomendar un programa de reformas a la patria. Intolerable delito que unos extranjeros decidan sobre la economía nacional. Ataque a la soberanía. Entonces, sí estos organismos internacionales abren una línea de crédito a España, esa deuda no se va a pagar. Si estos organismos piden garantías de ajuste del déficit, el ajuste del déficit pasa a ser un ataque contra la casa de nuestros padres. Además, de sobra es conocido que detrás de todo esto está la gran banca, el club Bilderberg y el "nuevo orden mundial" ("poderes oscuros" en palabras de Julio Anguita). De ahí a la conspiración del judaísmo internacional dista el salto de un grillo.
Las similitudes entre el fascismo (concretamente el de la República de Saló) y estos nuevos comunistas no acaban ahí. Decía Mussolini:
Nuestras ideas revolucionarias pertenecen a lo que en régimen democrático se llama "izquierda"; nuestras instituciones son un resultado directo de nuestros programas y nuestro ideal es el Estado de Trabajo. En este caso no puede haber duda: nosotros somos la clase trabajadora en lucha por la vida y la muerte, contra el capitalismo. Somos los revolucionarios en busca de un nuevo orden. (...) El espantapájaros auténtico, el verdadero peligro, la amenaza contra la que se lucha sin parar, viene de la derecha. 

Y dice el manifiesto de la Marcha sobre Madrid de la Dignidad:
Están aprovechando la crisis para recortar derechos. Estas políticas de recortes están causando sufrimiento, pobreza, hambre e incluso muertes y todo para que la banca y los poderes económicos sigan teniendo grandes beneficios a costa de nuestras vidas.

Apuesto caña y pincho de tortilla a que se puede intercalar cualquier párrafo de cualquier discurso de Mussolini entre cualquier párrafo de cualquier manifiesto neocom sin que el texto pierda coherencia.

Nótese el uso del plural de la tercera persona. Ese empleo insistente en el "ellos".

Alguien me puede decir que todo esto no son sino simples coincidencias. El caso es que estas coincidencias no las hallamos con manifiestos o discursos liberales, conservadores o socialdemócratas. Ninguna de estas tres ideas políticas tiene el deje revolucionario tan caro a la mente adolescente. Y es que la revolución, para los revolucionarios, siempre es la misma revolución. Así, los revolucionarios franceses imitaban a la Roma clásica, los revolucionarios bolcheviques imitaron a los revolucionarios franceses. Por fin, nuestros revolucionarios del Starbucks y el iPhone, alzan el merchandising soviético.

Esta manía por la revolución pendiente lleva en su ADN la desconfianza en lo que conocemos por sistema democrático. Así, en lugar de mayoría hablan de mayoría social. Y el régimen del 78 para ellos "carece de legitimidad". Como no reconocen este régimen, no reconocen su fuente de legitimidad que es la soberanía nacional y así, llaman "a los pueblos a que ejerzan su soberanía, alzando su voz de abajo arriba, democráticamente, para construir un proceso constituyente que garantice realmente las libertades democráticas, el derecho a decidir...". Es decir, una vez que para ti no existe régimen democrático, ni país, vale todo.

Son la banda de la porra y están orgullosos de ello.

Claro que esta aproximación les hace caer en una contradicción fuerte. Si no hay democracia, ¿cómo es posible que se pinten en el brazo teléfonos de abogados? Si existe persecución ¿cómo es posible que lleguen a Madrid miles de revolusionarios? Si existe censura ¿cómo es posible que no tengan problemas para emitir su propaganda golpista en sus panfletos golpistas? Misterio.

"La verdad", ojo.

Pero a partir de esta fantasía montan su mundo de imágenes y misticismo. Así, como la única democracia que vale es la que ellos digan, todo está justificado para destruir el actual sistema. Por eso llaman a "dar un escobazo" a los representantes elegidos. Porque la democracia "no es real", es una democracia "zombie" o nos la están "robando". Opciones todas ellas contradictorias entre sí y que no resisten ningún tipo de análisis lógico. Pero al diablo la lógica. El fascismo no es lógico. Sabemos que la doctrina fascista de nuestra extrema izquierda/derecha  tan solo mira al futuro. Un futuro construido sobre la fantasía de un pasado inventado, interpretado, reinventado y reinterpretado. Esa visión escatológica del destino final de la humanidad tan presente en todos los autores fascistas y que deja entrever su pus en las apelaciones a desastres ecológicos (el "ecocidio" que menciona Beiras). O en el gran descubrimiento de los radicales antisistema tras la caída del Muro de Berlín: el calentamiento global.
Esta preocupación impostada por el medioambiente sirve como caballo de Troya para las actividades de agitación y propaganda previas a la acción revolucionaria. Al fin y al cabo ¿a quién no le gusta un medioambiente limpio? Que sea precisamente el modo de producción y distribución del libre mercado el que pueda propiciar la reducción de la contaminación, el aumento de la masa forestal y que el calentamiento global provocado por el hombre (capitalista) sea una cuestión más que dudosa, no obsta para denunciar estos supuestos males y ligarlos al sistema económico (capitalista) y de gobierno (democrático) vigente en el mundo libre. Y de cómo trataba el socialismo al medioambiente ni mu. Fantasilandia.

"Con más impuestos a "los ricos" y persiguiendo más "el fraude", se puede disparar el gasto público y no pagar la deuda". Bienvenidos a Fantasilandia, un lugar con el campo de reeducación detrás de la catarata de las sonrisas.

Toda la cuestión dialéctica sobre si estos revolucionarios del descanso para el bocata son extrema izquierda o extrema derecha se reducen, al final del día, a la conclusión de que son extremos anticapitalistas y antidemócratas. Y lo de antidemócratas va por ser hiperdemócratas u oclócratas: el gobierno de la asamblea con mano alzada, la trampa de la democracia 2.0, el grito de la muchedumbre. Una democracia sin ley bajo la que encuentran cobijo los defensores de la existencia de un supuesto "derecho a decidir" que en su parroquia los seguidores de David Bisbal de ojos negros puedan constituir una nación política.

Claro que tampoco ignoro que toda mi crítica se produce desde el laboratorio. Si salgo a la calle y pregunto al panadero por la revolución inminente, me dará con una barra de pan en la cabeza (y luego me la cobrará. Perro viejo). En resumen, al margen de los dimes y diretes que planteamos desde la teoría, está la prosaica, moderada y cabal realidad. Cuando a Irving Howe (un socialista americano del que nuestros peludos robolucionarios jamás oyeron hablar) le montaron una gresca en un acto de la universidad de Stanford allá por los 1960, un joven idealista le acusó de traicionar el ideal comunista y de formar parte del statu quo. En definitiva, le acusó de no ser revolucionario. Howe le respondió: «¿y sabe lo que será usted? Usted será un dentista». Lo destrozó.
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