- ¿Por qué, Negre, porque mira que hay villancicos más bonitos para estas fechas? -me pregunta, mirándome de reojo con sus ojos azules.
- Porque es el más pobre de todos: por no tener, sólo posee un zurrón y le regala al Niño lo mejor de sí mismo: su canción, a ritmo de tambor -le digo yo sin respirar, del tirón, que cuando estoy inspirada, no hay quien me pare.
Por eso le he prometido a Niña Pequeña que mañana, cuando paseemos por la Plaza Mayor de Madrid y vayamos de puesto en puesto, buscaremos un pastorcito -mejor, una pastora- que lleve un instrumento musical, y lo pondremos en el Belén de casa, que todavía hay espacio...