No es lo que dices, es como lo dices…

Por Jordanvid

Soy consciente que yo mismo caigo muchas veces en el error de decir las cosas mal, sabiendo  que no obtendré, seguro un resultado óptimo. Pero quizá arrastrado por la apatía, el cansancio, la rutina o emociones negativas utilizo  malas palabras y/o actitudes…


La buenas relaciones me aportan confianza,autoestima y generan lazos afectivos y en general emociones positivas, pero para eso tengo que poner de mi parte.
Una de las primeras cosas que podemos hacer es intentar comunicarnos de manera asertiva, a nadie le gusta que una persona tenga un mal gesto, o una palabra fuera de tono, al contrario nos sentimos bien cuando practicamos todo lo contrario, es decir, recibimos un “GRACIAS “ o alguien nos cede el sitio en una cola, o nos regalan una sonrisa o una caricia o un abrazo….

Aprender a respetarse, a no ofenderse a huir del reproche, incidir en la concordia,practicar la paciencia y la tolerancia, difundir el respeto, ser educado.

Conocer cuáles son nuestro verdaderos sentimientos, pensamientos e intenciones en el momento de expresarnos es determinante para lograr una buena comunicación. Y si estamos afectados emocionalmente o perturbados por alguna circunstancia externa o ajena a las personas con las que vamos a conversar, deberíamos tener la madurez que nos permita sugerirles otro momento para hablar, con la intención de recuperar la calma y la claridad que necesitamos para hacerlo.

El tono de la voz,  que utilizamos el énfasis que hacemos en ciertas frases, la expresión corporal, las emociones que envuelven nuestros comentarios y las palabras que usamos, determinan la calidad del mensaje que les enviamos a las demás.

Creo hay dos caminos:

1) Una primera, calmada, clara y constructiva, que consiste en expresar lo que pensamos y sentimos de forma objetiva, con la intención de aclarar, solucionar o aportar algo a la discusión, a la situación, al proyecto o a la relación que compartimos.

2) La segunda y no muy recomendable es cuando nos dejamos llevar por las emociones alteradas, por el estrés o por la prisas, diciendo algo que en realidad no pensamos o no sentimos y que en lugar de favorecer la comunicación la entorpecen, llevándonos, incluso, a dañar la relación que mantenemos con esa persona.

A lo largo de nuestro CAMINO DE VIDA tenemos la alternativa de asumir la responsabilidad de no afectar a la otras personas con nuestro malestar, buscando y haciendo uso de las herramientas que nos permitan canalizarlo y superarlo lo más rápidamente posible.

Cuento para ilustrarlo:

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.
“¡Qué desgracia, mi señor!” exclamó el Sabio,

“Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad”.

“¡Qué insolencia!” gritó el Rey enfurecido,

“¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!”

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado.

Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:

“¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”.

Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.

Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

“¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro”.

“Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo Sabio, “que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse” .