A la distancia de un suspiro vive el ojalá de mis deseos, recorro mis pasos y no recuerdo dónde dejé mi destino y tomé este que me lleva lejos de lo que sé que es mío.
A veces olvido y sólo me recuesto sobre el vaivén de la vida como cuando te tiras de bruces sobre el agua y al cerrar los ojos disfrutas la claridad del sol, ahí donde se pierde el sonido del exterior y escuchas cómo se mezclan los latidos, el agua y la respiración, bendito momento que te hace ser parte del todo siendo una partícula más agua. Justo yéndome a este pensamiento volví a olvidar eso que es para mí.
Hace tiempo, mucho tiempo, tanto que mi memoria no me da para saber dónde dejé de soñar con un futuro que se volvió pasado en un abrir y cerrar de ojos, dónde demonios quedó el presente en donde debía de ser feliz sin desear, hay laguna en mis recuerdos, tal vez perdí mi presente por buscar un futuro que nunca llegó o tal vez llegó y me tomó dormida soñando con él. Uno se acostumbra a vivir con lo que tiene y ahí radica el cáncer del conformismo, tengo esas palabras tan tatuadas en las venas que mi corazón no bombea si no busca algo que no tiene, quiero más, siempre más aunque parezca suficiente lo que la vida me dio.
Mira que me cuesta mucho trabajo ver todo el abanico de colores, me pongo monocromática o es blanco o es negro y mi tendencia dramática se enfoca en los oscuros, seguramente por eso me siento tan cómoda escribiendo, aquí las reglas las hago yo, entre lo blanco y negro soy feliz, plena, dramática, mágica y todo absolutamente todo es posible, vivo mis duelos, me enamoro, me rompen el corazón, me lo rompo yo y me armo con las piezas que el siguiente renglón me dicte, amo profundamente vivir rodeando el sentir, estoy segura de que lo que nos hace diferentes a los muertos es seguir sintiendo y me esmero por desechar el sentimiento de culpa que me da sentir lo que me dicen que no debería, pero sabes que, no me puedo culpar por sentir “estoy vida”, de lo que no está bien, que se encargue el dominio propio aunque se haga el muy pendejo de vez en cuando.
Esta vez lo que diré a mi favor; justificando, adornado, olvidando, recordando y siendo la mujer que soy, es que disfruto el camino aunque el destino sea el equivocado, por más retorcido que se lea no te imaginas lo jodidamente feliz que me hace sentirme triste y recordar de cuando en cuando que si miro al cielo veré que siempre habrá más azul que nubes negras y que aunque me encante la noche saldrá el sol. Justo ahora recuerdo que de niña creía que el cielo tenía muchos hoyitos porque ya estaba gastado y que por las noches se dejaba ver por esos huecos que llamaban estrellas el resplandor de Dios, de a poco me gusta creerme esa historia y pensar que soy una especie de cielo y que cada vez que me rompo en mil pedazos se deja ver un poco más el resplandor de lo que estoy hecha.
Así seguiré inmersa en esta locura de buscar, esperar y creer que hay algo mejor que me espera, y mientras disfruto el camino de un destino desconocido haré puente de letras para llegar, ya sabes, eso de los colores no es para mí.
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