García Márquez dice: Recordar es fácil para quien tiene memoria, olvidar es difícil para quién tiene corazón …
Cuando perdemos a alguien pensamos que no podremos vivir sin esa persona, que nuestra vida se acaba y que es imposible seguir adelante ¿Es eso cierto?
Solemos idealizar a la persona que no está, tendemos a “magnificarla” (como dirían en “Gran Hermano”) y nuestra “memoria selectiva” sólo se acuerda de lo bueno y por desgracia se olvida de lo malo, haciendo todavía más difícil arrancar al corazón después de haberse “calado” en una arcén.
Cuando alguien está emocionalmente “enganchado” ya sea a la persona, ya sea a los recuerdos, ya sea a los proyectos… cuando alguien está así, no avanza.
Alguien nos deja y pensamos “no voy a encontrar a nadie como tú”…cierto, pero piensa en positivo “ésa es la idea…no quieres encontrar a alguien igual, debes …encontrar a alguien mejor”.
Y cuando uno es capaz de asumir que realmente no quiere a la persona sino a los recuerdos que tiene de ella entonces es cuando podemos empezar a “convivir con los recuerdos”.
Asumir que hubo un tiempo en que esa persona lo era todo pero que ahora ese “todo” solamente depende de ti.
Nadie es imprescindible…con el tiempo aprendemos a vivir sin esa persona al lado (con el tiempo…no de un día para otro). Pero también es un error pensar que podemos sustituir a ese “alguien”: “a rey muerto, rey puesto” y “aquí paz y después gloria.”
Nadie sustituye a nadie y tratar de llenar espacios en nuestra vida que llevan un nombre es simplemente “misión imposible”. La dependencia emocional es eso… depender de personas, de ideas o de recuerdos como si no hubiese nada más después de eso y como si nosotros careciésemos de valor al no tener a ese alguien a nuestro lado, como si ese alguien aportase valor a lo que somos…¿y si no está? ¿entonces no valemos?
Cuando algo se acaba nos dicen que tratemos de olvidar, tenemos la idea absurda de intentar empezar desde 0 (¿desde 0? ¿y los 10 años a su lado?) ¿borrón y cuenta nueva? No, perdona…aquí la goma de MILÁN no surte efecto.
Tratar de olvidar es negarte a ti mismo los hechos vividos y los años no se borran, ni se borran los días, ni los hijos, ni los llantos, ni las arrugas en la frente, ni el dolor de un desengaño…puedes aliviar su presencia en tu mente y que te perjudique lo menos posible, pero olvidar …”apaga y vámonos”.
Y ya no hablemos de relaciones largas en las que tienes vínculos mucho más fuertes que los simples recuerdos.
Para más INRI…respiran, cumplen años, se le caen los dientes y están a tu lado todos los días de tu vida para recordarte el motivo de su existencia (los hijos siempre harán recordar que amaste a quién te hizo traerlos a este mundo) y siempre llevan algo de la otra persona que hace imposible negar los hechos vividos.
Y como sería de idiotas tratar de hacer un “reset” nos vemos envueltos en la dependencia emocional, en el apego, en el “no puedo vivir sin ti” o “tú eres mi vida”. Hay que reconocer que las “cancioncitas “que escuchamos en esos momentos son de lo más depresivo…ya se nos podía dar por escuchar a David Guetta…¡Pues no! Nosotros nos ponemos dramáticos a lo “Pablo Alborán”
Y lo peor de todo…lo peor y eso nos pasa siempre a todos es vivir del recuerdo como si hablando de ayer uno pudiese mejorar el mañana. Pues… lo único que hay que recordar en esos momentos es lo siguiente:
Lo único que podemos hacer es “aprender a convivir” con esos momentos, aceptar que son pasado y que ahora toca vivir “momentos nuevos”.
Pregúntate si merece la pena seguir destruyendo tu alma por alguien que se ha ido (si se ha ido no te quiere), por alguien que te ha roto el corazón (si te lo ha roto no te quiere), por alguien a quién tu llanto y súplica tampoco le importó (si no le importas no te quiere) y lo único que hizo fue decir adiós.
Que los recuerdos no te impidan caminar…como diría Luís Ramiro “cuantos cuellos se han roto por mirar atrás” y yo digo: Hacía atrás… ni para tomar impulso.